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Madrid "El Parlamento es la agonía de la patria", es uno de los lemas de los que hace bandera el grupo juvenil neofascista Bastión Frontal. El movimiento nació en Madrid hace un año, aprovechando el contexto de crisis socioeconómica provocada por la pandemia y lo hizo allí donde las consecuencias de esta impactaron de forma más abrupta: en los barrios humildes, del sur, que al mismo tiempo reúnen más población migrante. Lugares donde han encontrado el caldo de cultivo -pobreza y descontentamiento- para propagar e instalar mensajes de odio, camuflados muchas veces bajo un lenguaje que busca arrebatar las banderas sociales de la izquierda.

Bastión Frontal se define como "social-" y asegura defender a "los trabajadores, las mejoras laborales o la eliminación de los privilegios fiscales de las Comunidades", como ha mostrado en Twitter, un discurso que acompaña de acciones sociales como la recogida y reparto de alimentos, la última en el barrio de Carabanchel. "Muchas veces son estrategias para desmarcarse de organizaciones neoliberales como VOX", apunta el periodista especializado en extrema derecha, Miquel Ramos. Ahora bien, "compiten con los proyectos sociales desde una posición excluyente, que termina siendo una página más del fascismo ya conocida", añade. Tanto la retórica como las acciones van acompañadas siempre de un "solo a españoles", que saca a la luz el discurso racista antiinmigración.

Así, grupos como Bastión Frontal que alegan defender los derechos individuales promueven en el fondo la opresión a grupos concretos -las personas migrantes, el feminismo, las minorías religiosas o sexuales-, a los que atacan desde una retórica "centrada en el marco securitario", explica Ramos. Es decir, los criminalizan y señalan como grupos de delincuentes que alteran la seguridad y lo atribuyen a cuestiones culturales, propagando un discurso del miedo entre los vecinos y las vecinas que, sumado a un escenario de crisis, da lugar a un "sálvese quien pueda. Una guerra entre el penúltimo y el último", apunta el eurodiputado Miguel Urbán.

Pero Bastión Frontal no es el único grupo neofascista. Hacer Nación nació también en Madrid el julio pasado. Ambos siguen las mismas estrategias. Ramos explica que se sitúan como "campo de batalla" del ámbito local, si bien Hacer Nación ha intentado proliferar "sin mucha fuerza" a nivel estatal. En este sentido, a Urbán le preocupa la estrategia de los diferentes gobiernos del PP en Madrid de desmantelar el tejido asociativo, así como "la atomatización de las políticas neoliberales". Solo los primeros meses de este 2021, el espacio Eva, la Casa de la Cultura de Chamberí o la asociación Spa Maravillas, que se definen como "dique de contención" ante esta extrema derecha, han sido desalojados.

Hogar Social: el embrión

Quienes hace años que militan en movimientos sociales de la izquierda madrileña recuerdan que prácticas como las de Bastión Frontal no son tan desconocidas. El embrión lo encontramos en 2014, con el nacimiento de la organización neofascista Hogar Social Madrid, en ocaso desde 2019. Primero se instaló en Tetuán, un barrio humilde y con un alto índice de población migrante, pero terminó fracasando. Después, lo hizo en el barrio de Salamanca. "La respuesta de los vecinos provocó su desalojo y ya no intentaron volver a entrar", recuerda Urbán. Ahora bien, ni lo que Hogar Social hizo en su momento ni lo que intenta hacer ahora Bastión Frontal es una innovación. Ambas organizaciones se inspiran en los neofascistas italianos de Casa Pound, así como los griegos Amanecer Dorado.

Si bien Bastión Frontal como movimiento neofascista en Madrid no es nuevo, esto no les resta importancia en un momento en que "VOX normaliza, difunde y amplifica discursos de odio, que son la gasolina política que legitima la violencia de ultraderecha" , alerta el eurodiputado, que explica que ha aumentado en todo el mundo. De hecho, Bastión Frontal ha propagado esta semana un ataque contra el gasto solidaria del barrio de Fuencarral, como denunció el centro social El Barco. Para Urbán, cortocircuitar sus lógicas y esta guerra entre pobres no solo debe hacerse apelando a la democracia, sino también "acabando con las colas del hambre. Esto es construir antifascismo". Precisamente, el filósofo Jason Stanley, en su último libro, Facha (Blackie Books, 2020), reflexiona que "creer que la democracia puede prosperar en condiciones de desigualdad es de ilusos", y añade que "la política fascista sobrevive y prospera en un estado de ansiedad y miedo constante".

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