Díaz Ayuso, guardiana de la llama neocón en Madrid

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Isabel Díaz Ayuso ha sorprendido con declaraciones como que en Madrid puedes cambiar de pareja y no volver a encontrarte a tu ex o que en la capital “se sufre” mucho pero da igual porque puedes ir a un bar y tomarte unas cañas. El marco de esta inverosímil campaña es el de la defensa de la libertad –palabra que Ayuso dispara siempre que puede y en cualquier contexto– y aunque parezca del todo absurda tiene su propia lógica.

La apuesta comunicativa es la de conceptualizar lo madrileño como espacio político de libertad económica y de forma de vida frente a “las imposiciones” de la izquierda en el gobierno y los nacionalismos periféricos. Recordemos la batalla a cuenta del dumping fiscal que convierte a Madrid en un paraíso fiscal para las rentas altas y que ha conducido a la paradoja de una ERC pidiendo que se armonicen –es decir que se “centralicen”– los tributos autonómicos. 

Libertad aquí también quiere decir libertad de movimientos y de apertura de comercios en pandemia para mitigar las consecuencias de la crisis provocada por las restricciones, lo que ha convertido a Ayuso en la heroína de los restauradores. Lo cierto es que durante estos últimos tiempos se ha convertido en la oposición más visible al gobierno hasta llegar a eclipsar el papel de Casado. La presidenta ha estado en contra de todas las decisiones del Ejecutivo central con virulencia. Pedro Sánchez ha cometido el error de entrar al trapo en todas las ocasiones aumentando así la estatura política de la lideresa, tanto, que Ayuso ha visto la utilidad de un adelanto de elecciones que le permita desembarazarse y hasta comerse a su socio de gobierno –Cs–.

Por su estilo faltón y sin cortapisas que puede incluir todo tipo de chorradas la comparan con el trumpismo, pero explica mucho más conectarla con el fenómeno neocón hispano. Su jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez fue un estrecho colaborador de Aznar durante años y su influencia se ha dejado sentir en la estrategia de polarización que sigue la presidenta. Ayuso tuvo un buen entrenamiento mientras trabajaba para Esperanza Aguirre, la más brillante representante del experimento neocón Madrileño que se dio tras la derrota de Aznar después de los atentados del 11M. Su ideario: liberales en lo económico, conservadores en valores y con una buena dosis de nacionalismo español –que llevó a España a la guerra de Irak–, se trataba de recuperar el “orgullo de ser derechas”. Estos ingredientes se conjugaban con un estilo comunicativo agresivo que tiene clara continuidad en las expresiones de Ayuso de quien Aguirre dice que “da la batalla cultural sin complejos”. Tanto es así que hasta los votantes de Vox la valoran mejor que a su propia candidata, Rocío Monasterio. No es de extrañar, el propio partido de ultraderecha viene precisamente de la excisión del PP de una parte de este sector neocon cuando Rajoy decidió adoptar una estrategia más centrista.

El PP atraviesa hoy una crisis de estrategia: no sabe qué hacer con Vox y de ello dependa que pueda volver a gobernar España. Si antes de la emergencia de la extrema derecha Casado ganó las primarias con una propuesta radicalizada, que acabó disputando el miso espacio político que Vox, hoy el PP oficialmente ha decidido distanciarse de su extremo. Ayuso en Madrid va por libre y parece funcionarle. En la trastienda, un deseo quizás de integrar otra vez a Vox. Pero Madrid, pese a lo que dicen, no es España. Lo que allí suceda no tiene traslación fácil, cada comunidad tiene también su propia idiosincrasia política.

Iglesias dice que las elecciones madrileñas van de fascismo o democracia –y el PSOE se ha sumado–. Pero bajo la gobernabilidad neocón subyace una estructura de poder oligárquica y de clase vinculada a las principales tramas de corrupción del PP –Gürtell, Punica, etc–. Esta estructura clientelar se alimenta del rescate de autopistas, de obras públicas y proyectos faraónicos y de la masiva privatización de servicios públicos. Durante la pandemia, hemos podido ver con toda su crudeza los efectos de esta estrategia de poder sobre la vida y la muerte en las residencias, en los hospitales vaciados, y cada día en las escuelas abandonadas, las ayudas que no llegan, las colas del hambre de la comunidad más rica de España. No sorprende ver a Ayuso haciendo de Ayuso cuando la propia izquierda Madrileña ha decidido que da más votos la batalla contra el “fascismo” que hablar de las condiciones de vida. Han apostado de lleno a la guerra cultural, gran terreno de combate neocón.

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