Crisis de identidad a la derecha: así se está radicalizando al votante moderado
Los expertos apuntan a una desorientación de los partidos conservadores tradicionales frente al ascenso de la extrema derecha
BarcelonaEl auge de la extrema derecha está poniendo contra las cuerdas a los conservadores europeos en toda Europa. En Francia, Reagrupament Nacional gana terreno a los macronistas, mientras Giorgia Meloni gobierna Italia y logra esquivar el cordón sanitario de socialistas y conservadores en Europa. En Alemania, la CDU aguanta aplicando el veto a la extrema derecha, pero Alternativa para Alemania gana músculo en el territorio con el apoyo de Donald Trump al otro lado del Atlántico. En España, el PP pacta con Vox para llegar al poder e Isabel Díaz Ayuso logra mayorías absolutas cuyo discurso se acerca a algunas de las posiciones de los de Santiago Abascal. En Catalunya, hay quien ya acusa a Junts de hacer lo mismo con Aliança Catalana para evitar una fuga de votos hacia los de Sílvia Orriols en las próximas elecciones, tal y como indican los sondeos. En toda Europa, pues, la derecha tradicional ve cómo formaciones antisistema les disputan bolsas de electorado que durante muchos años han dado por descontadas. ¿El votante moderado de derechas es un animal político en peligro de extinción?
"El centroderecha está inmerso en una crisis de identidad. Las recetas y la visión de futuro que defendían han fracasado", expone el profesor de historia contemporánea de la UAB Steven Forti. Esta desorientación se ve agravada por el contexto de inestabilidad política global y los profundos cambios tecnológicos que están transformando las sociedades occidentales, a las que no son capaces de ofrecer una respuesta. Los partidos de extrema derecha lo hacen, pero desde una visión "simplista" y sin enfrentarse al desgaste de haber gobernado. "La crisis del centroderecha no es de votos, sino de proyecto político", matiza Forti. Los resultados de las elecciones europeas del 2024 lo ponen de manifiesto: los populares siguen siendo la primera fuerza en la Eurocámara, con 188 de 720 escaños. Ésta, sin embargo, es una hegemonía "ficticia", sostiene el historiador, porque partidos como los populares españoles o los eslovenos (afines a Viktor Orbán) están entregados a un proceso "de ultraderechización". Por el contrario, las fuerzas de extrema derecha crecieron sólo un 2% en las últimas europeas (ahora son el 25% de la cámara).
¿Qué hay detrás de este giro? El veredicto de los expertos consultados por el ARA está claro: no hay ni una sola causa que lo explique, porque la situación de cada país es diferente, pero sí algunas tendencias globales. El catedrático de ciencia política de la UdG Salvador Martí Puig apunta un par: el "descenso social" que se ha ido cociendo a lo largo de los últimos 15 años y la "laminación de la sociedad", con un triunfo de los discursos individualistas en las redes que va en detrimento del asociacionismo o de los espacios de socialización política. Esto último incluye a los partidos, que han visto caer sus datos de afiliación.
Un pacto generacional roto
Este cóctel rompió los consensos sobre los que socialdemócratas y cristianodemócratas habían levantado el proyecto europeo: "Los jóvenes viven peor que sus padres y perciben que se ha roto un pacto", resume Martí. La extrema derecha se ha valido de una pinza peculiar para impulsarse: este votante joven, precarizado, y con un perfil masculino, y unas élites que han sabido sacarle provecho. Esta alianza tipo "sandwich", como la describe el experto, se ve en las bases de Reagrupament Nacional, pero también en Estados Unidos y en Latinoamérica, donde Bolsonaro, Bukele o Milei se han convertido en símbolos de este discurso "neoreaccionario". Martí sostiene que el espacio del centroderecha moderado existe y que también tiene el votante, sobre todo entre la clase media, pero sobre todo entre la clase media" dentro de diez años en Europa.
Forti, coordinador del libro. Mitos y cuentos de la extrema derecha, señala otras dos posibles causas que explican la tendencia al alza de la extrema derecha: el primero, la reacción de un sector de voto conservador a avances en la agenda feminista o LGBTI; y, el segundo, la crisis de confianza en la democracia liberal, con casos de corrupción que han afectado también a estos partidos (como puede ser el caso de la Gürtel en España). Pero los caminos que pueden empujar a un votante moderado hacia la radicalización son tan diversos como cada casuística: hay estudios que demuestran que en Milán, por ejemplo, el despliegue de limitaciones en la circulación de coches ha generado una respuesta reaccionaria, subraya el politólogo y profesor de la UPF Toni Rodon.
El mal del descontento
El descontento o la insatisfacción son impulsos que también guían a los "votantes huérfanos", que sienten que los partidos tradicionales no dan respuestas a sus problemas, y que encuentran en las papeletas de la extrema derecha una manera de exteriorizar ese "voto de castigo". Así lo describe Rodon, que señala que parte del voto en la extrema derecha también viene del abstencionismo —así ha pasado, por ejemplo, con Se ha Acabado la Fiesta, el partido de Alvise—. En este sentido, tanto Rodon como la mayoría de los expertos consultados subrayan que la crisis del 2008 también causó un descalabro en el tablero político a partir del 15-M y el nacimiento de fuerzas como Podemos pero también Ciutadans. De la misma forma que entonces los socialdemócratas vieron cómo les crecían unos competidores fuertes a su izquierda, ahora los conservadores tienen uno (o incluso dos) a la derecha.
El nacimiento y proyección de estos nuevos partidos es clave para entender el ascenso de la radicalidad política dentro del espacio conservador. "No es una cuestión de demanda, sino de oferta. Potenciales votantes de la extrema derecha siempre habrá, pero es necesaria una oferta para movilizarlos", argumenta Héctor Sánchez Margalef, investigador principal del Cidob. Asumiendo las agendas de las extremas derechas, sin embargo, los partidos conservadores no logran detener el golpe, porque los votantes suelen preferir "el original en la copia", destaca. Cuando los partidos de centroderecha en sociedades polarizadas pueden escoger, escogen la extrema derecha, a diferencia de lo que ocurre en países en los que las fórmulas de "gran coalición" sí se han puesto en práctica, como en Alemania o Portugal. Pero esto no siempre les beneficia electoralmente y, además, tiene efectos secundarios (y perniciosos) en las percepciones de su electorado. El ejemplo paradigmático de esto es la inmigración, tal y como explica Gemma Pinyol-Jiménez, directora de políticas migratorias en Instrategies y profesora asociada de la UAB.
"Los estudios nos dicen que hay muy poca gente que vote por el tema migratorio. Sí dicen, en cambio, que cambian de posición cuando su partido cambia", explica Pinyol, quien resalta que la extrema derecha, pero también los que compran su marco, ha acabado construyendo la inmigración como "problema". De la nueva ola de extremismos en Europa constata el perfil "nativista", una posición que no rebrotaba desde antes de la Segunda Guerra Mundial pero que tampoco es nueva. Para Pinyol, también investigadora asociada del GRITIM-UPF, el gran problema de la democracia cristiana es que no sabe diferenciarse de los posicionamientos que hacen de la inmigración el "chivo expiatorio" de todos los problemas, sin aportar ninguna "propuesta realista". Tampoco los socialdemócratas, sostienen, están siendo capaces de ofrecer un discurso alternativo, ni en lugares como Reino Unido y Dinamarca, y políticas coherentes con los valores de la solidaridad y el respeto a los derechos humanos.