BarcelonaDe todas las preguntas que debe responder el resultado del 12-M hay tres que serán primordiales para entender todo lo que ocurrirá a partir del día siguiente, cuando empiecen los contactos para formar gobierno.
¿Habrá mayoría independentista?
En estas elecciones se puede perder la mayoría absoluta independentista en el Parlament por primera vez desde 2015. Y, si miramos atrás, sería también la primera vez desde 1984 que no habría una mayoría de partidos de obediencia catalana y sin relación orgánica con ningún partido español en el Parlamento. Si esto ocurre, se apuntalará el relato que la sociedad catalana ha decidido pasar página del Proceso y aparcar de forma definitiva la agenda independentista.
Hay que tener en cuenta que esta mayoría en escaños –aunque sólo en el 2021 se superara por poco el 50% de los votos– ha sido el combustible y el gran argumento en favor de la continuidad del Proceso, aunque sea como un desiderátum. Sin embargo, todavía habrá una roca en la faja, y es que es muy difícil que no exista al menos una mayoría a favor del referendo sumando los comunes. Sin embargo, nada en cuanto al relato político volverá a ser igual.
¿Entrará la extrema derecha independentista?
La posible entrada de Aliança Catalana en el Parlament también cambiaría la fisonomía de esta mayoría independentista, si se acaba dando y sólo es posible con la suma de los escaños de Sílvia Orriols. Por primera vez desde el inicio del Proceso habría independentismo xenófobo, y especialmente islamófobo, en el Parlamento, desvirtuando así en parte el relato del independentismo como un proyecto político integrador y no identitario.
Puede ocurrir, pues, que la mayoría independentista sólo sume con AC, por lo que sería políticamente inhábil, ya que el resto de partidos ya ha dicho que no pactaría. Puede aducirse que esta no operatividad ya ha sido así la pasada legislatura. Y es cierto. Pero hoy nadie duda de que, si hubiera una mayoría ERC-Junts-CUP en el Parlament, se pondrían de acuerdo para una investidura con relativa facilidad después de haber visto las orejas al lobo.
Sin embargo, la irrupción de AC representaría un problema a largo plazo para el independentismo (sería como el Vlaams Blok en Flandes), y en especial para Junts, que debería afrontar el gran debate del centroderecha europeo de los últimos años: ¿pactar (como el PP con Vox) o no pactar (como la CDU alemana) con la extrema derecha? Con la eventual pérdida de poder municipal que esto podría acarrear.
¿Volvemos al bipartidismo?
En términos de sistema de partidos, la gran novedad del Proceso fue el paso de un bipartidismo CiU-PSC a un tripartidismo gracias a la irrupción de ERC, que creció cabalgando la ola independentista (el Proceso) y de izquierdas (crisis de 2008) mordiendo a ambos lados. Ahora mismo las encuestas dibujan tres escenarios posibles: el mantenimiento por parte de ERC del estatus de partido grande y, por tanto, la continuidad del tripartidismo (esto sería así si los tres partidos se mueven, por ejemplo, en una horquilla de un máximo de 10 diputados entre el primero y el tercero). Un segundo escenario sería el de un solo partido grande (PSC) y dos medios (Junts-ERC) que, eso sí, sumarían más que el primero (incluso si el PSC suma los comunes). Un tercero sería el de dos partidos grandes (PSC y Junts) y uno medio/pequeño (ERC). Y aún habría un cuarto: un partido grande (PSC), uno medio (Juntos) y uno pequeño (ERC). Todo dependerá de la distancia entre ellos.
El tercer y cuarto escenarios, de cierto bipartidismo PSC-Junts, representarían de alguna manera volver al esquema pre-Proceso, en el que ERC era el partido bisagra que decantaba mayorías. Como dice el dicho, rueda el mundo y vuelve al Born.
Estas tres preguntas son, todas ellas, trascendentales para el futuro político de Catalunya. Y de las respuestas dependerán todos los análisis y previsiones que se puedan realizar a partir del domingo por la noche.