

MadridEn el décimo aniversario de la muerte del anterior jefe de estado, el general Francisco Franco, el Telediario llevó la cámara a la salida de algunos colegios para hacer una pequeña encuesta sobre el grado de conocimiento y los posibles recuerdos que niños y niñas, o en otros casos jóvenes de mayor edad, pudieran tener o haber recibido de padres y abuelos sobre lo que se llamaba "el régimen anterior". La respuesta más conceptualmente acertada a la pregunta de "¿Tú sabes quién era Franco?" la proporcionó un chiquillo muy espabilado que, cerrando un ojo como para hacer memoria y mirando el objetivo con el otro, dijo que "Franco era un dictador que dictó muchas dictaduras".
La mayoría de las demás respuestas no acertaban tanto. Muchos no tenían idea de qué o sobre quién se les preguntaba. cuarenta años. Si un experimento similar se repitiera ahora dudo mucho que se encontrara una situación muy diferente entre las últimas generaciones. para evitar la represión–, en los primeros años de la llegada de la democracia la prioridad no era el mantenimiento del recuerdo de lo vivido durante la dictadura.
Durante la Transición se impuso de forma natural, sin presiones, el sentimiento –tanto o más que la convicción– de que lo importante era mirar adelante, apostar por el futuro, creer que lo trascendental era garantizar el cambio hacia a la democracia y consolidarla lo más rápidamente posible. Y la palabra amnistía era una de las claves para el éxito de la operación. Todos estos recuerdos me han venido a la cabeza estos días en relación al quincuagésimo aniversario de la muerte del dictador y los actos con los que el gobierno de Pedro Sánchez quiere celebrar no ya la desaparición de Franco, sino el inicio de una nueva etapa política para España, que permitió primero acercarse a Europa y en un breve período formar parte plenamente.
Oigo aún la voz de Raimon cantando en las facultades de Pedralbes el Digamos no y repitiendo lo de "No creemos en las pistolas, para la vida se ha hecho el hombre, y no para la muerte se ha hecho". Y la gente escuchándole sentada en el césped, confiadamente, con la esperanza de que el cambio comportara una recuperación de derechos y una Constitución homologable con los sistemas de las democracias de nuestro entorno.
Para cualquiera que lo haya vivido me pregunto qué sentido tiene dudar si hay o no motivo para recordar con cuánto anhelo la España de mediados de los años 70 recibió la noticia del fin del régimen de Franco, lógicamente vinculada a su desaparición, porque él nunca se planteó apartarse del poder en vida. Y para los que no lo vivieron, también pienso si debe cuestionarse que se quiera aprovechar este aniversario para celebrar actos conmemorativos del inicio de una era democrática que ha cambiado la realidad del país y ha permitido un grado de progreso sin precedentes en las décadas anteriores, por muchos problemas –materiales o de valores– que todavía tengamos por resolver. Mi respuesta es que la conmemoración resulta indicada, sobre todo si sabe hacerse bien. Y para alcanzar este objetivo es necesario actuar con convicción, y al mismo tiempo con tacto y prudencia.
El papel del rey Felipe VI
Lo digo, por ejemplo, en lo que se refiere a la participación de la Corona en los actos que se organicen. De entrada, me ha parecido acertado que el rey Felipe VI haya podido atender a otros frentes –ha recibido embajadores– el mismo día de la primera convocatoria sobre este aniversario. No hay que colocar al monarca en medio de una previsible –aunque injustificada– polémica sobre esta conmemoración. Sobre todo viendo las reacciones del PP, de nuevo condicionado por Vox. Ahora bien, la Corona como institución debe implicarse claramente, y en concreto en actos institucionales de compromiso renovado con la democracia y con la Constitución que tiene por función garantizarla.
Nunca está de más reiterar estos compromisos. No recuerdo textualmente las palabras, pero sí una vez que se le preguntó al rey Juan Carlos sobre Franco contestó con la idea de que no le criticaría porque facilitó el regreso de la monarquía. Quien, lógicamente, considere inaceptable una respuesta de este tipo, debe recordar también la noche del 23-F y la orden de retirada de los blindados que ya circulaban por las calles de Valencia. La legitimidad democrática del actual sistema político nace y se encuentra en la Constitución del 78. Con una ventaja a favor de Felipe VI, derivado de su desvinculación directa del dictador. Los errores del padre –y sabemos que cometió algunos muy graves– no debe pagarlos el hijo.
Tengo esta idea reforzada desde el día en que Felipe VI y la reina Letizia aguantaron de pie el lanzamiento de barro y las palabras de ira y desolación en las calles de Paiporta. Y no sólo por haberse quedado, sino también por cómo se dirigieron a la gente, pidiendo a los más airados que no se dejaran engañar por los interesados en manipular su dolor. Se intentó con frases como aquella de "Sólo el pueblo salva al pueblo", como si no fuera el pueblo organizado el que conforma el Estado y sus instituciones. Por eso el rey debe implicarse en esta conmemoración.
Desde Cataluña todo lo relacionado con estos actos tiene un valor y un significado muy especial. Pese al amargo recuerdo del 1 de Octubre, se ha alcanzado un nivel de autogobierno sin precedentes. Y no se ha llegado al punto final con la Constitución vigente, que todavía tiene mucho desarrollo posible. Antes he recordado a Raimon. Podría decir otros muchos nombres. Sin salir del ámbito periodístico, podría hablar de algunos de mis maestros, como Josep Pernau, que perdió a su padre en el bombardeo de Lleida, obra de la aviación italiana, durante la Guerra Civil, en 1937. En los años 70 dirigió el Diario de Barcelona, el Brusi. Era un hombre bondadoso, de extraordinaria sensibilidad. O Enric Sopena, jefe de política en el propio Brusi, donde creó en ese periodo un "Parlamento de papel" para dar voz a todos los partidos. Son sólo dos ejemplos de dos generaciones inolvidables, y estoy seguro de que ahora vivirían con satisfacción la conmemoración del cambio democrático y de sus esperanzas de esos años. También desde el recuerdo que tengo de ellos pienso en cómo llegar a equivocarse los que atacan la celebración de este aniversario.