Barcelona sale a cenar como si no hubiera lunes

La pandemia no se ha acabado, pero la tristeza sí

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Este domingo se han servido las primeras cenas en establecimientos de restauración. A la imagen, una terraza en la calle de la Reguera Condal, en Barcelona.

BarcelonaEl sol se pone... y la fiesta continúa en Barcelona. “He servido brunch hasta las 4, después me he pasado toda la tarde sirviendo mojitos, piña colada, sangría de cava, caipirinha, Bloody Mary, desde las ocho estoy sirviendo cenas, tenemos gente de pie en la acera esperando que queden mesas libres y a las 11, cuando acabe, caeré redonda”. Niobe es camarera del Elsa i Fred, un restaurante de tapas en la calle Rec Comtal, una calle estrecha de Ciutat Vella al lado del Arc de Triomf, donde continúan girando las sirenas azules, mudas y disuasorias de los furgones policiales.

Por primera vez desde hace ocho meses, las terrazas de los bares están montadas y ocupadas, grupos y grupos sin mascarilla ni distancia ríen, beben y fuman alrededor de copas y botellas que ocupan toda la extensión de la mesa y son testigo de una noche menos explosiva que la del sábado pero que exhala la felicidad suprema de volver a estar juntos. Hay luz y gente dentro de los bares, y con las risas, los selfies y la vida urbana recuperada, la ciudad empieza a recordar qué era divertirse y expresa toda su potencia cosmopolita. Primer anochecer con la restauración abierta. La pandemia no se ha acabado, pero la tristeza sí.

En las terrazas de los restaurantes y en los interiores también continúa la fiesta, pero más aseada y arreglada, como corresponde a la acción salir a cenar. La media de edad ha subido diez años y se ensarta hasta los boomers, las clases profesionales no precarizadas y turistas, sobre todo franceses. La libertad dentro de un orden no es una caña bien tirada a las once de la noche sino una cena servida en una mesa con una velita encendida por una camarera que propone una copa de cava para reconectar con las sensaciones perdidas y canta la carta con una sonrisa a una pareja que se besuquea. Si el sábado por la noche fue como una noche de Fin de Año, la noche del domingo parece más bien la noche de Reyes.

"Empieza la reconstrucción"

“Esto ha sido como una guerra sin bombas”, dice el propietario, Bruno Balbás. “Yo estoy emocionado esta noche, pero no por mí, sino por todos los trabajadores, gente que ha estado meses y meses en ERTE, que a veces no cobraban del SEPE, que no podían enviar dinero a su país, gente que se me encaraba y me decía: «Si yo no cobro, tú eres el responsable»... Esta tarde, Ahmed, el jefe de cocina, me ha dado un abrazo y me decía: «¡Ya está, ya está!» Parecíamos los aliados el día que Alemania firmó la rendición”. Pero la guerra no se ha acabado para Bruno. Calcula que tardará diez años en devolver el crédito ICO, que es todo lo que ha conseguido en estos ocho meses de cerrar a las cinco en una ciudad sin turistas. El Hotel Catalonia Born, cuatro estrellas y justo delante de su terraza, continúa cerrado a cal y canto.

En el Passeig de Sant Joan, bravas, frankfurts y hamburguesas salen de las cocinas hacia las terrazas a las diez y media de la noche. Pasan grupos de colombianos con banderas nacionales y altavoces con música, que vienen de manifestarse en apoyo de sus compatriotas. Barcelona ha salido a cenar. “Esto antes de la pandemia era como Nueva York. Ahora empieza la reconstrucción”, dice Bruno, que mira la terraza llena y los ojos le sonríen, como si no saliese de su asombro.

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