PANDÈMIA

El coronavirus atrapa a los enfermos mentales en los psiquiátricos

El miedo de posibles brotes ha priorizado la seguridad física a las terapias comunitarias fuera de los centros

Marta Rodríguez Carrera
4 min
Façana de l’hospital psiquiàtric Pere Mata de Reus, en una imatge d’arxiu.

MartorellLa preocupación por el impacto del coronavirus en la salud mental traspasa los muros de los psiquiátricos, donde los enfermos con patología severa ingresados en régimen de media y larga duración continúan casi confinados como en la primavera. La mayoría de estos pacientes no han vuelto a las actividades terapéuticas que estaban haciendo en entidades de fuera de los centros donde residen por cuestiones epidemiológicas y viven al margen de desescaladas, incluso la del verano, cuando quien pudo hizo la maleta para cambiar de aires. Por el contrario, durante estos meses estos enfermos tampoco pisaron calle, y en algunos de los clubes sociales -centros terapéuticos comunitarios- subrayan que se ha puesto tanto énfasis en la “salud orgánica” que la mental ha quedado tapada, cosa que afecta a unos colectivos muy vulnerables, a los cuales el cambio de rutina o un estrés pandémico puede desestabilizar mucho más que a la población sana.

El departamento de Salud ha ido actualizando una guía para minimizar riesgos en la que recomienda medidas de higiene y seguridad básicas y establece cómo tienen que ser las interacciones con la familia y la comunidad. El documento señala que se tienen que garantizar las salidas siempre que los pacientes no tengan síntomas y acompañados por profesionales que estén pendientes del buen uso de la mascarilla y el cumplimiento de la distancia física preceptiva. En la práctica no siempre ha sido así, y en julio en el club social Punt de Trobada de Martorell ya constataron que no les llegaban los pacientes del Hospital Sagrat Cor.

Colectivo invisibilizado

Después del golpe de las primeras semanas de confinamiento, el centro terapéutico retomó el contacto con los usuarios ingresados por vía telemática y aseguran que todavía es así. “Hablamos con ellos por videollamada, pero ya se ve que hay un deterioro a nivel cognitivo porque les faltan estímulos”, explica Marta Escorihuela, directora del club, que subraya que la pandemia no ha hecho más que intensificar la histórica “invisibilidad de siempre” que cubre al colectivo de los enfermos mentales.

El director del Hospital Sagrat Cor, Carles Franquelo, insiste en que el centro cumple estrictamente las directrices oficiales y asegura que se ha dejado salir a los pacientes “cuando los datos de la pandemia lo han permitido”, pero que cuando han empeorado se ha “reforzado el tratamiento dentro del recinto hospitalario”. Desde el otoño, en el hospital se ha ordenado el confinamiento, con “salidas para situaciones muy específicas”. Para el doctor Franquelo, las mismas circunstancias de vivir en residencias con decenas o centenares de personas más -al estilo de la gente mayor- hacen que se tenga que ser muy estricto con las medidas, porque un solo contagio podría esparcir la infección rápidamente, como ha pasado en algunas residencias.

El departamento de Salud defiende esta sobreprotección con los enfermos mentales ingresados en unidades de media y larga duración por su especial vulnerabilidad. Son un “colectivo con más riesgo [ante el covid-19], con peor pronóstico y más riesgo de mortalidad”, explica Jordi Blanch, director del plan director de salud mental y adiciones del departamento de Salud, que esgrime datos científicos.

La prioridad, insisten los doctores Bach y Franquelo, es evitar contagios y muertes en este colectivo. De eso no duda nadie del sector y, de hecho, es un objetivo conseguido porque no se han detectado grandes brotes de coronavirus en psiquiátricos. Pero desde los centros comunitarios de terapia apuntan que otra cosa es cómo saldrán estos pacientes de meses de relativo aislamiento. Irene Aguar, la coordinadora de la Associació de Salut Mental Dr. Tosquelles de Reus, se queja de que esta sobreprotección ha pasado por alto otras cuestiones, hasta el punto de que señala que “se han vulnerado derechos de estas personas”.

El club social que gestiona la entidad intentó romper el confinamiento de los pacientes del Institut Pere Mata garantizando “burbujas para que no se mezclaran con nadie”, pero obtuvieron una negativa como respuesta. El centro psiquiátrico no ha respondido al requerimiento de este diario. Desde la misma demarcación de Tarragona, la responsable de una entidad comunitaria también apunta que el psiquiátrico no atendió tampoco la oferta que le hicieron de hacer grupos reducidos y purificar las salas para que permitieran ir a terapia a sus pacientes. “Han querido equiparar a los enfermos mentales con los usuarios geriátricos, pero no es lo mismo”, se queja la misma profesional, que pide preservar el anonimato, y sostiene que los aislamientos han impactado negativamente en unos pacientes “que se ven apagados, como si estuvieran en una prisión”.

Todavía es pronto para valorar los efectos de la pandemia en este colectivo, pero Marta Martín Subero, miembro de la Sociedad Catalana de Psiquiatría de la Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya, augura que hará falta “una larga rehabilitación para facilitar a estos pacientes el retorno a la comunidad” y apunta que de su experiencia en el Parc de Salut Mar de Barcelona ya ha constatado “más trastornos de ansiedad y adaptativos de los que eran esperables y muchos más que en la población general”.

Cambio de modelo

Las consecuencias de un largo confinamiento para estos pacientes han puesto sobre la mesa “la política obsoleta” en salud mental, incide Marta Poll, la directora de la Federació de Salut Mental de Catalunya, que señala que la pandemia tendría que ser una buena oportunidad para impulsar y acabar el histórico proyecto de poner fin a los centros psiquiátricos cerrados, como se ha hecho en la demarcación de Girona y en países de alrededor.

“El coronavirus tiene consecuencias muy graves porque está yendo en detrimento del proceso de recuperación de los enfermos”, argumenta la responsable, que lamenta que el hecho de que vivan en unidades cerradas ha obligado a los responsables de los psiquiátricos a dejar de lado la atención “individualizada” para priorizar la seguridad del conjunto. La Federació apuesta por “no crear más plazas” en régimen de ingreso e ir sustituyendo las actuales en pisos tutelados o residencias y reconvertir los actuales psiquiátricos en centros comunitarios, dejando abiertas las unidades de tratamiento y estabilización de los enfermos.

El debate es antiguo y, para Jordi Blanch, es un plan que está sobre la mesa pero no inmediatamente, porque hay que plantear la transición para que los pacientes se adapten a una nueva realidad y habría que tener en cuenta que un número importante de los ingresados han perdido referentes externos después de años de estar institucionalizados.

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