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Los cambios educativos en los ojos de los docentes

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Un niño corre hacia su aula, en una escuela de Barcelona, en una imagen de archivo
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El binomio fantástico

Aleix Solà, profesor de lengua y literatura catalanas en el Institut Escola Carles Capdevila (els Hostalets de Balenyà)

El maestro Gianni Rodari era un genio de las palabras. Una de sus técnicas es el binomio fantástico: dos palabras emparejadas de donde nacen las historias más originales. El escritor y pedagogo nos propone que escojamos palabras que vivan muy alejadas la una de la otra. Cuanto más distantes sean los binomios, más allá viajará la imaginación. Así concibo un aula de secundaria: adultos los unos, adolescentes los otros; sin mucho en común y aparentemente separados por generaciones, pero participando conjuntamente en la fantasía del aprendizaje.

En el instituto escuela estamos en construcción, literalmente, porque es el segundo curso que hemos incorporado la secundaria. A la antigua escuela de primaria le hemos cambiado la apariencia y hemos emprendido esta aventura que es mezclar a niños de tres años con jóvenes con la pubertad por bandera. Por lo tanto, al nuevo cambio de currículum del Govern le reservamos un espacio en la cola de las transformaciones que conforman nuestro día a día: cambios de espacios, de normativas, de gestión de los grupos y también cambios en los aprendizajes. Menospreciar el pasado me parece temerario, pero ya estamos acostumbrados a que cada gobierno entrante quiera enterrar al anterior. En la enseñanza ya estamos avezados a recibir paladas de arena. Pero, como lo importante es lo que sucede dentro del aula, recogeremos aquello que venga intentando reírle los valores y sobrepasándole los defectos.

En nuestro centro ya programamos y evaluamos de la manera más competencial posible y me atrevería a decir que nos sentimos cómodos. En mi ámbito, creo que un aprendizaje lingüístico centrado en la oralidad, la expresión escrita y la comprensión lectora tiene un sentido más próximo para los alumnos y menos ambiguo que otros aprendizajes de antaño. De la misma manera, sin embargo, considero que toda competencia necesita y no puede sobrevivir sin unos saberes asociados y reivindico la figura del especialista de secundaria. Se tienen que salvaguardar las virtudes del docente como experto.

Una de las capacidades más remarcables del profesorado es la adaptabilidad. Si mutamos de asignaturas a ámbitos, si incorporamos franjas de proyectos, si nos tenemos que formar para consolidar los cambios, esto se producirá a pesar de la concepción social de inmovilismo del colectivo. Las herramientas se encuentran en la cooperación: donde no llega uno llega el otro y así, sin recursos, se construyen los centros, las aulas y los aprendizajes. 

Todo el mundo se cree que sabe de currículums y enseñanza. En lo que nos tiene que llegar, tal vez echaremos de menos una apuesta real para consolidar el pensamiento crítico, quién sabe si añoraremos menos tabúes para tratar la afectividad o quizás nos daremos cuenta de que hacia la gestión de la diversidad, con toda su magnitud, es imposible andar solo con un zapato y una alpargata. A pesar de los cambios repentinos y las injerencias, lo que otorga sentido a todo ello y lo que hace que los obstáculos se superen es el binomio fantástico de dentro de las aulas. Porque sin fantasía no habría aprendizaje.

En proceso de (de)construcción

Joan Ramon Pla, profesor de física y química en el Institut Vilanova del Vallès

Si la escuela en Catalunya fuera una web podría resumirse su estado con el símbolo "en obras": todavía necesita el trabajo correspondiente de diseño y programación para funcionar. 

Los sistemas de enseñanza necesitan actualizarse y revisarse, pero siempre desde un análisis profundo y serio sobre qué es aquello que realmente hay que renovar. Si no, se entra en una espiral de cambios sin sentido: desde los 80 contamos un total de ocho leyes diferentes, entre las estatales y las catalanas. Nuestros marcos legales no pueden tener esta carencia de estabilidad, puesto que no se da tiempo a recoger los frutos y analizar aquello que funciona o lo que hay que reformular. Además, los cambios legislativos no han sido correcciones puntuales, sino que, en función del color del gobierno de turno, se cambia todo, como sucede con la llegada del nuevo currículum en Catalunya. Esta carencia de rigor se traduce en un caos que acaba pagando el alumnado, dado que en su proceso de escolarización se puede encontrar con una variedad de sistemas que no permiten asentar la formación. Por muy buena voluntad que haya, siempre es lo mismo: no hay bastante inversión, como se evidencia en el caso del decreto de escuela inclusiva del año 2017, en el que la dotación económica y de personal necesaria es claramente insuficiente.

En lo referente al currículum, la parte que le corresponde a la Generalitat va un paso más allá en la ruptura respecto al actual: por ejemplo, hay un descenso generalizado de las horas de cada materia, lo que impide profundizar en cuestiones relevantes, y serán los centros los que tendrán que decidir qué hacer. Así, se abre las puertas al peligro de romper la universalidad de la enseñanza: ¿se negarán los conocimientos a los alumnos de entornos más desfavorecidos?  

En los últimos años, los institutos trabajan las llamadas competencias, un sistema que en la forma es adecuado –se pretende que el alumnado desarrolle determinadas habilidades–, pero otra parte del relato actual parece querer crear una falsa dicotomía entre los conocimientos (denominados ahora saberes) y estas competencias. Una vez hecho el análisis de los contenidos de las materias, se desprende que estos se ven reducidos considerablemente y se crea una descompensación que no favorece en absoluto el logro de este saber hacer que se pretende priorizar.

Y en bachillerato también hay una grave afectación para el alumnado por la redistribución de horas, sobre todo en las materias de modalidad, que son aquellas que dan los conocimientos y las destrezas necesarias para afrontar con garantías los estudios posobligatorios.

Los docentes conocemos la realidad y el nivel académico de nuestros alumnos. Y es por eso que, en caso de necesitar otro cambio, tendríamos que participar en las aportaciones y las enmiendas de un nuevo currículum, sobre todo pensado en los alumnos y en su progreso. Por mucho que se nos quiera vender así, las lecturas en profundidad y las declaraciones de diferentes promotores, asesores y redactores del nuevo texto hacen pensar que todo se ha elaborado desde los despachos con la intención de borrar todo aquello que funciona y hacer una nueva probatura que conllevará seguir en esta situación eterna de andamio provisional de la enseñanza.

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