"Murió con 33 años en la calle; ¡qué fuerte, uno menos que yo!"
Un grupo de alumnos de integración colaboran con Arrels en el recuerdo de las personas sin hogar muertas en Barcelona
BarcelonaEvan P. tenía 28 años cuando murió el 11 de mayo de 2024, András T. tenía 35 en mayo de 2022 y Borislava B., 33 el 1 de septiembre de 2020. Sus nombres están grabados en una de las 550 placas con las que la Fundación Arrels recuerda a las personas sin hogar que han muerto en Barcelona. 550 en los últimos nueve años. Unos setenta de los últimos doce meses. Viendo las edades, Anais Arizabalo hace números y se estremece. “Es como si me muriera yo, que tengo 32, qué fuerte”, exclama en medio del alboroto de sus compañeras del grado de integración del Ceir Arco Villarroel. Este centro de formación vuelve a participar con la actividad que cada año se organiza alrededor de Todos los Santos colgando los carteles con los nombres, las edades y el lema #nadiedormintalcalle en los puntos en que las personas sin hogar muertas hacían vida.
La calle mata, suelen repetir los responsables de esta ONG, que estiman que la esperanza de vida se reduce en 25 años para este colectivo respecto a la población general. La falta de un techo digno hace que las personas desatiendan la salud mental o física por la presión de tener que sobrevivir el día a día.
Previamente a la colgada de placas, las alumnas del grado habían hecho la ruta de los invisibles, un paseo guiado por personas que han estado en la calle. La colocación de las placas es el colofón ideal para una actividad que pretende "concienciar" de la diversidad de la pobreza a estas futuras integradoras de Barcelona, explica el profesor Joan Jornet. "Las personas sin hogar son un colectivo vulnerable e invisibilizado", afirma.
Los estereotipos y los prejuicios son comunes, como admite Melissa García, que antes de matricularse en el curso había pensado que quien dormía en la calle en cierto modo se lo había buscado por borracho o vago, pero gracias a las actividades de Arrels le ha cambiado la mirada. Se equivocaba por completo, porque hablaba desde la ignorancia. Ahora, en cambio, afirma que no deja pasar ningún mal comentario en contra de las personas callejeras y entiende que quien llega tiene una historia que hay que entender y no juzgar. Como la del chico adicto de familia rica que conoció y que le relató que fue el hallazgo de un cachorro el que le “salvó del pozo” porque se había dado cuenta de que “por fin alguien lo necesitaba” y encontró donde aferrarse. Se trata, sigue, de darle un rostro, de humanizarlos. "Me gustaría que la gente que paseando vea las placas fuera más consciente de los dramas que hay detrás", dice.
La estima de los perros
Alicia Nákir sigue a la comitiva de las compañeras. Vive en el Poble-sec y, precisamente, el cuidado de los perros le ha permitido entrar en contacto con muchas de las personas sin hogar de su barrio, que sienten una debilidad muy grande por sus animales hasta el punto de que rechazan entrar en albergues o pensiones porque no los admiten. Nákir explica que se ha quedado con más de un perro cuando sus dueños no le han podido cuidar, les ha esterilizado o les ha llevado al veterinario.
Las clases de primer y segundo grado se dividieron en dos grupos para salir a colgar las placas. En uno de ellos, una decena de mujeres decide el sitio más adecuado para colocarlas, teniendo en cuenta la visibilidad y también la buena adherencia a la pared. En la calle Muntaner, en la plaza Universitat, en Villarroel... El grupo se reúne alrededor de la alumna que toma la iniciativa para trepar por la fachada y, de un golpe seco, dejar enganchado el cartel recordatorio. Así hasta siete.
Una de las que se anima es Carlota Reventós, que admite “el impacto” que le provocó el año pasado la actividad del recuerdo de las personas sin hogar. “Es una manera para que nos demos cuenta de que son personas que están ahí, aunque la gente gire la cara para no mirarles”, acierta. Por cada placa colocada, un aplauso. Algún peatón se acerca disimuladamente y mira las placas sin preguntar nada.
En Barcelona se calcula que 4.500 personas viven en situación de calle, sea en infraviviendas, naves o barracas. De éstos, 1.300 estaban en la calle, según el último recuento de las entidades de la Red de Atención de Personas Sin Hogar (XAPLL) y Raíces. Un tercio de los sinhogares muertos lo hacen en plena vía pública, a menudo frente a los ojos de miles de personas que ni se dan cuenta de la presencia de un cuerpo sin vida.
Las entidades confían en que en esta nueva legislatura se reanude la tramitación de la ley de sinhogarismo que quedó parada por la convocatoria de elecciones anticipadas del mes de mayo. Explican que el objetivo de esta norma es reconocer los derechos básicos de las personas que viven sin hogar y una de las grandes medidas es la creación de un espacio residencial digno abierto las 24 horas.
L'acte en record de les persones sense llar mortes
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¿Cuándo?
Miércoles 30 de octubre a las 19 h
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¿Dónde?
Plaza Nova, frente a la catedral de Barcelona