Salud

Europa se arriesga a quedarse atrás en la lucha contra el Alzheimer

Los tratamientos que ralentizan la progresión de la enfermedad no están disponibles en el Viejo Continente

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Una mujer enferma de Alzheimer, acompañada de su familia, en una imagen de archivo
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BarcelonaLas enfermedades neurodegenerativas son irreversibles y no cuidan. Desde el momento del diagnóstico avanzan sin freno y se caracterizan porla muerte neuronaly una progresiva discapacidad de la persona afectada. Son enfermedades tan complejas como el funcionamiento del cerebro y las causas de la gran mayoría, como el Alzheimer,todavía son desconocidas. Las últimas tres décadas han sido determinantes en la lucha contra esta patología, si bien ha habido pocos avances significativos que mejoren la calidad de vida de los pacientes.

Ahora, sin embargo, la comunidad científica está recogiendo los primeros frutos después de más de 30 años de estudio e investigación: se ha profundizado en la comprensión de la enfermedad, se han identificado biomarcadores que permiten diagnosticarla precozmente y por fin han llegado los primeros fármacos que dan esperanza a los pacientes, puesto que son capaces de ralentizar su deterioro cognitivo. Son el lecanemab y el donanemab. Sin embargo, en la Unión Europea no están disponibles y los expertos advierten que el continente puede quedarse a la cola de esta revolución médica contra el Alzheimer si no los autoriza.

El riesgo de quedarse atrás

A finales de julio la Agencia Europea de Medicamentos (EMA, en inglés) desaconsejó, contra todo pronóstico, el uso del lecanemab, que es el primer medicamento que ha demostrado eficacia frenando el deterioro cognitivo del Alzheimer. Los expertos le esperaban con candeletas, ya que hace más de año y medio que se comercializa en Estados Unidos y reduce hasta un 27% los daños cognitivos de las personas que padecen la enfermedad. Sin embargo, la agencia reguladora considera que su beneficio no compensa el riesgo de los efectos secundarios asociados.

Leqembi, el nombre comercial del fármaco, había generado cierta preocupación por la aparición de anomalías como "la inflamación y posibles hemorragias del cerebro" en algunos pacientes que lo tomaban. Sin embargo, muchos expertos defendían su utilidad a pesar de estos efectos adversos. Juan Fortea, director de la unidad de memoria del servicio de neurología del Hospital de Santa Cruz y San Pablo, no entiende la decisión del EMA, ya que dice que la eficacia del medicamento está demostrada, e insiste en que los pacientes europeos "se van a quedar atrás" si no se reconsidera la autorización de este medicamento.

La última palabra la tendrá la agencia reguladora, que debe decidir si se mantiene firme en la decisión tomada, o si finalmente acuerda autorizar el lecanemab. El medicamento, aparte de Estados Unidos, también lo han aprobado Japón, China, Hong Kong, Corea del Sur, Israel, Emiratos Árabes Unidos y, esta semana, Reino Unido.

Inequidades y turismo médico

Según Fortea, la decisión que han tomado los ingleses es "controvertida", ya que la han autorizado, pero no la han incluido en la cartera pública de salud. Esto significa que sólo podrá recibir el tratamiento quien se le pueda pagar, una situación que "generará una inequidad muy grande y difícilmente llevadera" entre la población del Reino Unido. Si Europa no le autoriza, además, el experto ve muy probable que los pacientes europeos con muchos recursos económicos viajen regularmente a clínicas privadas inglesas para recibir el tratamiento, lo que aumentará aún más las desigualdades.

La aprobación del medicamento supone un sobrecoste muy grande para los sistemas sanitarios, ya que disponer del tratamiento "lo cambia todo". Cuando alguien toma lecanemab debe realizarse pruebas complementarias y visitar especialistas con regularidad, por lo que deberían dimensionarse hospitales y centros sanitarios de acuerdo con las necesidades de los pacientes. Esto significa hacer seguimiento de más enfermos, realizar más pruebas y contratar a más profesionales para asumir el incremento de actividad. Los países que la han aprobado ya están realizando esta transformación, mientras que en Europa no, y la distancia entre unos y otros es cada vez mayor. "El riesgo de inequidad es altísimo", insiste Fortea.

Una nueva fase

Independientemente de la decisión que acabe tomando Europa, la lucha contra el Alzheimer ha entrado de lleno en una nueva fase gracias a la llegada de los primeros fármacos. "Nos hemos pasado 30 años esperando esto. El escenario que tenemos enfrente es estimulante y revolucionario", celebra la neuróloga y directora médica de ACE Alzheimer Center Barcelona, ​​Mercè Boada, que ha dedicado su carrera profesional a esta enfermedad. Aparte del lecanemab, en Estados Unidos, la FDA (Food and Drug Administration), su agencia reguladora del medicamento, ya ha aprobado la comercialización de un segundo fármaco, el donanemab, y los expertos prevén que en los próximos años haya una amplia gama de terapias para frenar la progresión de la enfermedad.

Para Fortea es importante no jugar con las expectativas de los enfermos y sus familias y aclara que actualmente el objetivo es ralentizar la progresión de la enfermedad. "Es un proceso neurodegenerativo, es decir, mata neuronas. Y nosotros luchamos contra ese proceso, pero lo que ya está muerto por el momento no se puede recuperar", remarca. Así pues, en enfermedades como el Alzheimer el objetivo no es recuperar la función cognitiva de los enfermos, sino retrasar el deterioro y preservar, al máximo posible, sus capacidades.

¿Cómo se frena el Alzheimer?

El Alzheimer se caracteriza por la agregación inusual dentro y fuera de las neuronas de un péptido (un trozo de proteína) llamado beta amiloide y de la proteína conocida como tabla. No se sabe por qué ocurre, pero muy probablemente esto es lo que hace que las células se estropeen y el cerebro se atrofie poco a poco. Ambos medicamentos aprobados hasta ahora tienen como objetivo retrasar la progresión de la enfermedad.

El lecanemab es un anticuerpo monoclonal diseñado específicamente para atacar las protofibrillas de la proteína beta-amiloide, que se acumula en grandes cantidades en el cerebro de un enfermo de Alzheimer. Es el primer fármaco que ha demostrado que es capaz de modificar el curso de la enfermedad y Fortea cree que ha "abierto la puerta" para la aparición de nuevos tratamientos.

De hecho, un año después de que se aprobara el lecanemab en Estados Unidos, la FDA ha dado luz verde a un segundo medicamento, el donanemab. También es un anticuerpo monoclonal que ataca a las placas de la proteína beta amiloide y va dirigido a personas que tienen síntomas tempranos de la enfermedad, como deterioro cognitivo leve y demencia leve, así como la presencia de estas placas en el cerebro. Éste ha demostrado en estudios clínicos que reduce el declive cognitivo y funcional hasta un 35%, mientras que el lecanemab ralentiza el deterioro en un 27%.

Un arsenal terapéutico

Fortea resalta que estos tratamientos son más eficaces cuando la persona está en una fase más inicial de la enfermedad, por lo que es importante realizar un diagnóstico precoz. El experto explica que el Alzheimer es una enfermedad que se manifiesta en personas jóvenes y su progresión es lenta, pueden pasar hasta 20 años de deterioro cognitivo, lo que a su juicio es una ventana de oportunidad para los investigadores para buscar mecanismos con los que combatirla.

"Los tratamientos son la revolución más importante, y estos dos son sólo la punta de lanza. Hay unos 160 ensayos clínicos que están probando moléculas contra otras dianas. Confiamos en que dentro de unos años podamos tener un arsenal más variado" para realizar medicina personalizada", prevé.

Prevención y diagnóstico

Cualquier fármaco contra el Alzheimer probablemente tendrá más éxito cuanto antes se dé al paciente. Por eso, en paralelo a la investigación farmacéutica, se están haciendo esfuerzos para encontrar marcadores que permitan realizar un diagnóstico precoz de la enfermedad. Fortea destaca que también se están destinando muchos recursos a la prevención y, de hecho, están probando los mismos fármacos en personas sanas que tienen antecedentes de la enfermedad para ver si preservar su función cognitiva.

Para Boada, es determinante toda la investigación que se ha realizado en las últimas tres décadas, porque ahora pueden detectar precozmente la enfermedad y tienen identificados biomarcadores que les ayudan a hacer predicciones. Ahora el reto es "mejorar la capacidad cognitiva de los enfermos y su capacidad funcional", aunque esta fase es aún lejana. Evitar que las neuronas sigan muriendo es más fácil que resucitar aquellas que ya han muerto, argumenta.

Uno de cada seis casos

Mientras esto no llega, los conocimientos de la enfermedad van avanzando. Fortea ha liderado una investigación con la que han constatado que la variante del gen APOE4, que hasta ahora se consideraba un factor de riesgo para desarrollar el Alzheimer, también sería el causante de uno de cada seis casos de esta enfermedad neurodegenerativa. Más del 95% de las personas que tienen dos copias de ese gen acabarán desarrollando los signos de la demencia entre los 60 y los 65 años.

Por tanto, se trataría de una forma genética de la patología en sí misma que hasta ahora no había sido probada –la mayoría de los casos no tienen una causa identificada–. Esta causa representa entre un 15% y un 20% de los casos y el descubrimiento puede tener grandes implicaciones en la prevención y tratamiento del Alzheimer. "Es una reconceptualización profunda de la enfermedad", concluye el experto. Sin embargo, es una prueba más de la revolución que se vive en la lucha contra esta enfermedad, a la espera de saber si Europa decide sumarse a ella o si, por el contrario, se lo sigue mirando desde la barrera.

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