Fármacos que se contradicen

Efectos adversos, contraindicaciones e interacciones constituyen algunos de los mayores riesgos en una sociedad cada vez más polimedicada

Xavier Pujol Gebellí
4 min
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BarcelonaVamos al médico porque nos duele algo -da igual si es la cabeza o los pies-. Si es necesario, con unas pastillas pasaremos el trance. Directos a la farmacia y, ya en casa, abrimos la caja y sacamos ese papel, el prospecto. Desplegado ocupa media mesa. Una vez leído no acabamos de entender si lo que nos han prescrito es suficientemente acertado para nuestro dolor o si la cantidad de efectos adversos, contraindicaciones e interacciones no nos harán más daño que bien. O esto o no leer y te tomas la píldora y hasta otra. A pesar de que parezca un chiste, esta es la vivencia que experimentan cada día los miles de personas que se tratan enfermedades crónicas y que, según las autoridades sanitarias, puede convertirse en un problema de salud pública. La causa es una polimedicación que crece a medida que aumenta la edad. De los efectos adversos y los no deseados se pasa a los contradictorios.

La polimedicación no es ni más ni menos que tomar más de un medicamento a la vez y de forma prolongada. Por ejemplo, un ansiolítico o un antidepresivo acompañado de un mal llamado protector estomacal. La cosa se complica cuando hace falta más de un medicamento para una única enfermedad, como podría ser el caso de pacientes seropositivos, con diabetes, esquizofrenia u otras enfermedades psiquiátricas. Normalmente, estas patologías requieren varios fármacos para tratar más de un síntoma. Y todavía es más complejo cuando la persona, por ejemplo, es diabética, hipertensa y además tiene artrosis. En casos así es fácil superar los cinco o más fármacos al día. Y si encima está el peso de la edad, habitualmente por encima de los 70 o 75 años, es fácil que en los cuadros clínicos se sumen dolor, ansiedad o depresión. El consumo de analgésicos, antidepresivos o ansiolíticos, muchos de ellos con poco control médico, completa el menú.

Más mujeres medicadas

La Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SEMFYC) calcula que entre el 25% y el 30% de personas mayores de 70 años toman más de cinco medicamentos al día. Cuando se toman dos, el pico de interacción se incrementa en un 6% y si son más de cinco, el riesgo se ensarta hasta el 50%. Esto implica que el fármaco pierda eficacia o bien que aparezcan efectos indeseables más potentes, según lo que describen documentos de trabajo de la SEMFYC. Otro factor a considerar: dado que la tolerancia al dolor suele ser baja, el consumo de antiinflamatorios y analgésicos tiende a crecer con el paso de los años. Por otro lado, entre los pacientes de más de 75 años que están ingresados en centros sanitarios o residencias, los pacientes polimedicados pueden superar el 60%, con una media de ocho pastillas al día. En general son más mujeres que hombres, con problemas cardiovasculares, de colesterol, artrosis, hipertensión y diabetes.

Entre los problemas más detectados habitualmente, un estudio observacional en pacientes de más de 65 años del Hospital de Bellvitge destaca los asociados a riesgo de caída (traumatismos de mayor o menor gravedad), incapacidad y muerte. El propio estudio señala que entre los enfermos de más de 50 años que toman seis o más medicamentos se multiplica por tres el riesgo de caída. Los problemas digestivos y la insuficiencia renal constituyen el otro gran grupo de problemas asociados. En este caso, la causa suele ser la dificultad en la absorción del fármaco, lo que hace variar su efectividad. Por ejemplo, el uso abusivo de antiinflamatorios puede provocar crisis de hipertensión, que pueden conducir a un ictus o incluso a un fracaso renal. Algunos de estos riesgos pueden aumentar si también se toman anticoagulantes, antiagregantes o antidepresivos.

Para medir bien las interacciones es recomendable informar a nuestro médico de familia. Sin embargo, si es necesario visitar a más de un especialista hay que establecer una comunicación aún más cuidadosa, ya que puede que la receta de un facultativo contradiga la del otro. En este sentido, sistemas informatizados como los que se utilizan en Catalunya a través de la receta electrónica y la historia clínica centralizada, facilitan la detección de errores o contraindicaciones. La conexión de estos sistemas con los servicios oficiales de farmacovigilancia posibilita una atención más precisa.

Por qué cuesta tanto identificar un efecto adverso

La larguísima lista de efectos adversos y contraindicaciones que constan en cualquier prospecto tiene dos explicaciones. Una es la implementación de sistemas de farmacovigilancia interconectados que hacen que cualquier evento pueda llegar rápidamente desde el origen en un paciente hasta los servicios de la Generalitat y de aquí a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, y finalmente la Agencia Europea de Medicamentos. La segunda razón está motivada por las precauciones que toman las compañías farmacéuticas para prevenir eventuales demandas.

Además, es poco probable que las interacciones o efectos adversos se detecten en los ensayos clínicos, sobre todo si afectan a fracciones muy pequeñas de población. Si se trata de un caso cada 100.000 habitantes, por ejemplo, a menudo es necesario que el fármaco ya esté comercializado para detectar los efectos adversos. Si se tiene en cuenta que por criterios de ética hasta ahora se han excluido de los ensayos clínicos tanto a los niños y adolescentes como a mayores de 65 años, y que es justamente la población envejecida la que más fármacos consume, más difícil es detectar anomalías en las fases experimentales. Si a todo ello le añadimos la falta de adherencia terapéutica, que hace que muchos enfermos adapten la prescripción médica a su conveniencia, o la automedicación, el problema crece.

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