La era ómicron: ¿el final de la pandemia?
El mundo deja atrás la emergencia sanitaria pero los expertos continúan muy pendientes de la aparición de nuevas variantes
BarcelonaPara muchos el coronavirus es solo un vago recuerdo de una pesadilla que se ha alargado dos años. La normalidad se ha impuesto: las mascarillas son anecdóticas, han vuelto los besos y los abrazos para saludarse y se acumula la oferta de festivales de música multitudinarios. En la mayoría de casos, las infecciones ni siquiera se registran. El covid, que había acaparado toda la atención desde que estalló en marzo del 2020, ha dejado de ser una prioridad. Y a pesar de que no ha desaparecido y continúa circulando a niveles bastante altos, la gente hace una vida casi prepandémica y los hospitales no se están resintiendo. Algunos expertos denominan la era ómicron a este punto de inflexión. Así pues, ante estos cambios de comportamiento social y epidemiológico, ¿se puede decir que se ha acabado la pandemia? ¿Qué piensan los expertos de su futuro más inmediato?
Según el epidemiólogo del Hospital Clínic, Antoni Trilla, vivimos un momento de compás de espera o transición. "No hay una tendencia clara al alza de los contagios, pero tampoco van a la baja. Y esto tiene una doble interpretación", explica. La buena, que a pesar de haber recuperado la absoluta normalidad y dejar el virus circular libremente, no se producen escenas dramáticas como las vividas hace unos meses en los centros sanitarios y las residencias. La menos buena, que se esperaba que se redujera mucho más su propagación. Cuanto menos se transmita el virus, menos riesgo hay de que aparezcan nuevas variantes que puedan complicarnos la vida, dicen los expertos consultados por el ARA. De momento, la opinión mayoritaria es que todavía es demasiado pronto para afirmar que la pandemia está totalmente apaciguada. "No sabemos si se ha acabado, pero se puede decir que hemos llegado al final de la primera etapa de la pandemia: hemos dejado atrás la emergencia sanitaria y hemos entrado en una fase de convivencia con el virus", afirma Trilla.
La variante hegemónica y la inmunidad que ha ido adquiriendo la población habrían propiciado este cambio de paradigma. La ómicron impuso sus reglas del juego: es más transmisible que otras variantes y generalizó las reinfecciones, puesto que es bastante evasiva a los anticuerpos generados por una infección previa o inducidos por las vacunas. De hecho, su aparición ha comportado un boom de contagios inédito pero, afortunadamente, no es más severa que otras variantes y no ha provocado una cifra de hospitalizaciones ni defunciones proporcional a su contagiosidad. Parece que el comportamiento del virus ha cambiado y, también, las consecuencias derivadas. "Pero no me atrevería a afirmar que se ha acabado porque el covid siempre nos ha sorprendido. También el año pasado, por estas fechas de verano, nos esperábamos una tregua y, en cambio, sufrimos una oleada sin precedentes", recuerda el director médico del Germans Trias i Pujol, Josep Maria Mòdol.
Todas las variantes que circulan de manera importante en el mundo son ómicron. "Con pequeñas variaciones, pero es el mismo virus", afirma Trilla. La ómicron BA.2 (mal llamada sigilosa) desplazó a la ómicron original porque era más transmisible. Ahora la comunidad científica presta atención a los sublinajes BA.4 y BA.5, las dos identificadas en Suráfrica, que también parecerían algo más contagiosas. La buena noticia es que hoy por hoy no se observa "un adelanto masivo" de variantes como en otras oleadas, cuando las mutaciones se sustituían con pocos meses de diferencia. Si llega una nueva desvinculada de la ómicron (o su mutación varía lo suficiente como para cambiar las propiedades del virus), las cosas podrían complicarse.
Para la física del Grupo de Biología Computacional y Sistemas Complejos (Biocom) Clara Prats, dejar al virus circular sin ningún tipo de límite da al virus la oportunidad de mutar. "Pero, ¿qué podemos hacer? ¿Imponer restricciones a pesar de que el impacto actual del virus es asumible? Toda medida tiene un coste y se tiene que poder medir su beneficio", plantea la experta, que cree que lo único que se puede hacer es hacer un seguimiento exhaustivo de las variantes con la secuenciación de muestras, estar pendiente de posibles alertas sanitarias y actuar rápido en caso de que sea necesario. "Que sea llamativo ver turistas, festivales y una normalidad casi total no significa que la población sea imprudente. Es necesario recuperar la normalidad", añade Trilla.
¿Quiere esto decir que el covid ya es endémico o está a punto de hacerse estacional? Esto significaría que se ha incorporado al catálogo de virus respiratorios que nos afectan anualmente como la gripe o las bronquiolitis, que provoca una o varias oleadas al año de diferentes intensidades y con una afectación variable en términos de gravedad. Para los expertos es prematuro creer que se ha llegado a este punto. "La endemicidad implicaría prever su comportamiento y saber cómo repercutirá y esta información todavía no es lo bastante estable. Tendríamos que ver un mismo patrón de infecciones durante más de un año consecutivo", apunta Trilla. Y esto, de momento, no pasa. De hecho, en las últimas semanas se habría producido una pequeña séptima oleada, a pesar de que la repercusión asistencial ha sido casi imperceptible.
Las UCI, el dato más revelador
Los indicadores epidemiológicos se tienen que mirar con más cautela que nunca. Desde que se paró el recuento de positivos y se limitó el esfuerzo diagnóstico a personas vulnerables y a recoger muestras representativas de la población –lo que se conoce como vigilancia centinela–, solo son fidedignos los datos relativos a personas mayores de 65 años, a las cuales protocolariamente se les hacen las pruebas de detección. El covid causa al menos 12.000 contagios semanales –una media de más de 1.600 al día– y casi diez defunciones diarias, si bien los datos reales serían superiores.
"Los indicadores que ahora usamos se focalizan en la gravedad: la ocupación en los hospitales y los casos registrados en edades avanzadas", corrobora Prats. Las últimas semanas se ha vivido un ligero aumento de las urgencias por covid y un pequeño repunte en la frecuencia de ingresos en planta, pero el impacto asistencial es muy bajo porque las entradas se compensan con las altas. Según los datos del departamento de Salud, el viernes había 1.105 personas hospitalizadas y 32 en las unidades de cuidados intensivos (UCI). "Este millar de ingresados no significan lo mismo que el millar de ingresados que teníamos hace un año o seis meses. El perfil de los enfermos es diferente", asegura Prats. En el Hospital Clínic, por ejemplo, entran unos cuatro enfermos al día, pero tienen infecciones menos graves y en cuatro o cinco días reciben el alta. Algunos ni siquiera necesitan recibir ningún tratamiento, pero por su edad avanzada se quedan hospitalizados unos días bajo vigilancia.
En el Germans Trias i Pujol las cifras son parecidas y Mòdol asegura que los pacientes que se atienden ya no presentan aquellas neumonías bilaterales tan graves que se observaban a principios de la pandemia: "En general, tanto en planta como semicríticos y UCI, tienen poca repercusión". De los 32 ingresados en críticos que había el viernes en todo Catalunya, 20 estaban intubados pero solo uno estaba conectado a una máquina de oxigenación por membrana extracorpórea (ECMO). "La fotografía más nítida es la de las UCI y hace mucho tiempo que se mueve entre las 30 y las 40 camas ocupadas. Son pocos enfermos graves para la propagación del virus que hay", añade la física del Biocom.
Mòdol también asegura que los últimos meses, y a pesar de la desaparición de todas las restricciones, el 70% de los pacientes positivos de covid no llegan al hospital por la infección, sino por otras patologías. Son los covid incidentales: la infección se encuentra porque se les hace una prueba para decidir si les envían al área covid o no covid, pero no porque de entrada lleguen con molestias o complicaciones por el coronavirus.
Ahora bien, los tres expertos piden a los grupos con más riesgo de enfermar en caso de contagio (mayores de 65 años, embarazadas y enfermos inmunodeprimidos o con patologías graves de base) que minimicen riesgos. Por ejemplo, llevando la pauta de vacunación completa –las tres dosis o cuatro, si tienen el sistema inmunitario comprometido– y llevando la mascarilla FFP2 si participan en actos multitudinarios, en espacios cerrados y con contacto cercano con otras personas.