Salud

Paso de gigante en la lucha contra la malaria

Una vacuna desarrollada en la Universidad de Oxford logra hasta el 80% de protección en estudios preliminares en humanos

Xavier Pujol Gebellí
4 min
Un médico haciendo una prueba de sangre a un niño en una ciudad de la India para comprobar si tiene la malaria.

BarcelonaHa hecho falta más de un siglo de investigación, soluciones parciales, decenas de fracasos y anuncios a bombo y platillo, pero por fin se ha llegado a lo que parece el principio del final en la lucha contra la malaria. La Universidad de Oxford ha anunciado a través de la revista The Lancet los resultados de un ensayo clínico en el que reporta hasta el 80% de protección contra esta enfermedad después de la administración de una dosis de recuerdo después de un año de haber inoculado hasta tres dosis de la vacuna R21/Matrix-M a niños de entre 5 y 17 meses. Si estudios posteriores confirmaran estos resultados, sería la primera vez en la historia que una vacuna contra la malaria logra niveles de cobertura tan elevados y, además, con un coste económico asequible para la mayor parte de los sistemas de salud de los países más castigados por la enfermedad, mayoritariamente de África subsahariana.

La vacuna de Oxford sigue el camino marcado por la compañía farmacéutica GlaxoSmithKline (GSK), uno de los gigantes mundiales del sector, que ya tenía un producto llamado a ser protagonista en la lucha contra la malaria. La vacuna de GSK cumple todos los requisitos sanitarios estándar para iniciar la producción a gran escala, incluida la que corresponde a la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero su aterrizaje en el “mundo real” ha rebajado mucho las expectativas. El mundo real es la administración de la vacuna en condiciones reales en entornos sanitarios precarios. Por lo que se está viendo, su cobertura cae hasta el 40% y a pesar de ser también un gran paso adelante, queda lejos todavía del objetivo no tanto de erradicar la enfermedad como de minimizar su impacto.

Según la OMS, cada año se declaran 229 millones de casos de malaria, el 94% en África, y la enfermedad provoca al menos 409.000 muertes registradas anuales. La mayor parte, en niños de hasta cinco años. La R21/Matrix de Oxford, señalan investigadores escépticos con los resultados, todavía tiene que dar unos cuantos pasos. La investigación publicada se basa en el análisis de 409 casos, todos por debajo de los cinco años, y todavía tiene que entrar en el “mundo real”. Adrian Hill, director del Instituto Jener de la universidad británica, donde se ha desarrollado la vacuna, responde que la fase siguiente de la investigación ya está en marcha y que esperan haber testado el nuevo producto en 4.800 niños antes de acabar el 2022. Asimismo, asegura que hay capacidad tecnológica para producir hasta 100 millones de dosis al año, tanto en Gran Bretaña como en India, principal país productor de vacunas del mundo. También lo es de fármacos genéricos.

La confianza de Jenner se basa en la tecnología utilizada para el diseño de la R21/Matrix, similar en parte al producto de GSK aprobado. Los dos productos combinan proteínas de Plasmodium falcipari, el parásito transportado por las hembras del mosquito Anopheles, y de la hepatitis B. El plasmodio afecta al hígado y a menudo causa la muerte de los niños infectados, con un sistema inmunitario todavía débil. La vacuna de GSK mira de interferir en el ciclo vital de los plasmodio por vía hepática, mientras que el Instituto Jenner ha propuesto una fórmula que busca el mismo objetivo con una proporción más alta de proteínas del plasmodio, es decir, de proteínas características de la malaria. La fórmula, según los investigadores, es “estable, segura y eficaz”.

Además, indica Hill, la relación coste-eficacia garantiza que la vacuna se pueda administrar en amplias capas de población “por un precio reducido”. Todas estas características, sumadas al hecho de que los resultados de las tres dosis iniciales más la de recordatorio se han hecho en Burkina-Faso durante la época de máxima exposición a los mosquitos que transportan la malaria (a comienzos de verano), hace que los expertos sean optimistas. “Veremos como la incidencia de la malaria se reduce drásticamente a lo largo de nuestra vida”, ha asegurado Hill a la BBC.

Salto cualitativo

Tanto la vacuna de GSK como la de Oxford son un salto cualitativo sin precedentes en la lucha contra la malaria, enfermedad contra la cual se han ensayado fórmulas de todo tipo con resultados hasta ahora muy limitados. Hasta hoy, el tratamiento más efectivo lo constituyen varios preparados de hidroxicloroquina, que se recomiendan tanto a quien viaje a zonas de riesgo como a militares que se desplacen. La quinina, de hecho, es su antecesor más popular. Aun así, sus efectos son limitados en el tiempo y la eficacia se pierde según la forma de plasmodio que infecta al enfermo. Estos, junto con la alta mortalidad y comorbilidad asociadas, han sido motivos más que suficientes para empujar la investigación. Desde Estados Unidos sobre todo por intereses militares, mientras que en Europa el impulso está asociado a preceptos de salud pública debido a la enorme influencia colonial en el continente africano. El Instituto Jenner ha llegado a probar más de una veintena de vacunas potenciales en medio siglo antes de llegar a la R21/Matrix.

Por el camino han quedado los intentos del colombiano Manuel Elkin Patarroyo, con una vacuna que nunca llegó a superar la barrera del 30% de eficacia, los de la Fundación Bill y Melinda Gates, que fijaron la lucha contra la malaria como principal objetivo, o los de Pedro Alonso y el Hospital Clínico de Barcelona, desde donde se impulsó el centro de investigación de Manhiça, en Mozambique. Desde allí, y con el apoyo de la OMS, se puso en marcha el exitoso programa de mosquiteras impregnadas de insecticida como herramienta preventiva probadamente eficaz.

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