Vivienda

Una habitación con vistas a un muro por 450 euros al mes

El boca a boca es la forma en que los inmigrantes encuentran dormitorios o pisos de alquiler, a menudo en condiciones lamentables

La mujer hondureña sube la persiana de la habitación que realquila por 350 euros al mes en Barcelona.
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BarcelonaLa mujer levanta la persiana y lo único que se ve desde la ventana enrejada es una pared de ladrillo que está a menos de un metro de distancia. La habitación da a un patio de luces y apenas entra luz natural. Es pequeña y lúgubre. Deprimente. Hay una cómoda, un armario y un somier y un colchón especialmente estrechos, con una colcha floreada, un cojín y un par de mantas. También hay una maleta grande de un inquilino que, según la mujer, de aquí a nada se irá y dejará el dormitorio vacante y listo para que lo vuelva a realquilar por 350 euros al mes. “Si os alojáis dos personas, entonces me tenéis que pagar más: 380 euros”, aclara, pensando que está mostrando el piso a otra inmigrante como ella y no a una periodista.

En el piso también hay otra habitación disponible, pero aún más cara: 450 euros. Allí si que hay más espacio y una cama de matrimonio, pero es igual de oscura. También tiene vistas a un muro de un patio de luces. Además las bombillas del techo están fundidas y la única luz disponible es la de una pequeña lámpara de pie. “El escritorio, la estantería, la mesilla de noche, el espejo y el ordenador nos lo llevaremos”, precisa la mujer. En resumidas cuentas, en el dormitorio solo quedará el armario y la cama. Deprimente también.

La cocina es francamente pequeña y no hay ni platos, ni vasos ni ningún utensilio para cocinar. El calentador está a punto de caerse a trozos, los muebles del comedor son un horror, y la lavadora está en parte oxidada y hay agua sucia estancada dentro del tambor. No funciona. El precio del alquiler de la habitación incluye poder hacer dos lavadoras a la semana, si es que algún día la arreglan.       

Dormitorio que se realquila por 450 euros al mes en el barrio de Les Roquetes de Barcelona.
Anuncios de habitaciones de realquiler en un locutorio del barrio del Raval de Barcelona.

El piso está en el barrio de les Roquetes de Barcelona, donde en los años cincuenta y sesenta se instalaron inmigrantes procedentes del resto de España y ahora viven inmigrantes pero originarios de otros países. Es un barrio que transcurre en la ladera de una colina con pendientes imposibles que dejan sin aliento a cualquiera. Y por si fuera poco, el piso está en una tercera planta sin ascensor y se accede por una escalera estrecha y empinada.

En los locutorios se pueden encontrar anuncios de habitaciones que se realquilan, pero lo que realmente funciona entre los inmigrantes es el boca a boca. Según dicen, no suelen recurrir nunca a una agencia inmobiliaria para encontrar una habitación o un piso porque, lamentan, los agentes de la propiedad siempre priorizan a los autóctonos que a ellos. Los dormitorios los realquilan a otros inmigrantes, y los pisos es cuestión de conocer a alguien, o a alguien de alguien. O que un blanco catalán actúe como aval e intermediario con el propietario.

“Los pisos que encuentran suelen estar siempre en barrios periféricos o degradados, o en bloques en mal estado o sin ascensor”, destaca Aliou Diallo, jurista, politólogo y activista social originario de Guinea Conakry. Es decir, lo peor del mercado inmobiliario. Y eso, lógicamente, genera un agravio comparativo y fomenta la guetización. Más allá que encontrar un piso hoy en día sea una odisea para todo el mundo, extranjeros y autóctonos.

La mujer que realquila habitaciones es hondureña pero lleva ocho años en Catalunya. Su marido aún más: dos décadas. Ella trabaja como limpiadora y su esposo en la construcción. Tienen un hijo y una hija, de 11 y 18 años. Ellos también vivieron en una habitación de realquiler durante mucho tiempo, asegura. Pero ahora son los que se aprovechan.

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