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Neurociencia

David Bueno: "Las artes pueden mejorar el aprendizaje de las matemáticas"

Biólogo, divulgador y fundador de la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1ST

David Bueno, doctor en biología, profesor e investigador
03/03/2025
8 min
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Este biólogo y divulgador, colaborador del ARA, defiende que fueron las artes las que nos hicieron humanos y que sin ellas sólo seríamos simples Homo sapiens. Bien puede ser así, teniendo en cuenta que prolíficos que hemos estado componiendo sinfonías e inventando todo tipo de géneros musicales; captando el mundo que nos rodea con colores en telas; contando mil historias en lo alto de un escenario; danzando coreografías emotivas y complejas. Por eso este sabio, capaz de ponerse en el bolsillo un auditorio lleno a rebosar de adolescentes y hacer que lo escuchen con interés, asegura que las artes, todas, son nuestra nave para sumergirnos en un viaje al fondo de nosotros mismos, y para reinterpretar y comprender el mundo que nos rodea.

Ha publicado cerca de 30 libros y con El arte de ser humanos (Destino, 2025), David Bueno (Barcelona, ​​1965) ha ganado uno de los reconocimientos literarios más prestigiosos en nuestro país: el premio Josep Pla 2025. Es la primera vez que un ensayo científico recibe un galardón que hasta ahora sólo se había concedido a novelas y dietarios. Pero esto no sorprende a este científico, fundador de la cátedra de neuroeducación de la Universidad de Barcelona, ​​y que durante años había sido profesor de la antigua EGB y BUP. Él defiende que la ciencia y las humanidades son dos formas de arte, que deben ir de la mano, ya que el cerebro activa exactamente las mismas áreas cuando hacemos ciencia, filosofía o cualquier otra disciplina artística.

¿Cómo actúan las artes en el cerebro?

— Hay tres factores comunes en todas ellas: el primero, que pueden ser creativas. El segundo, que requieren capacidad de abstracción, de poder mirar más allá de lo evidente. Y, por último, flexibilidad, capacidad de adaptarnos. Las artes son una forma de comunicación, de incidir en los demás y también de socializar. Nos permiten potenciar el pensamiento.

Y, sin embargo, ocupan menos del 10% del currículo escolar en la actualidad.

— Hay muchos docentes, especialmente en educación infantil y primaria, que han cambiado el chip y ven la importancia de trabajar también a través de las artes. Y, de hecho, desde la cátedra de neuroeducación UB-EDU1ST asesoramos a los centros educativos en este sentido para incluirlas y potenciarlas en el currículo escolar. El problema es que chocan muchas veces con la inercia del propio sistema educativo y también de las familias. Y cuando sale el informe PISA diciendo que no vamos muy bien en matemáticas o en comprensión lectora, automáticamente la reacción es poner más horas de matemáticas, de lectura, en vez de pensar cómo podríamos hacer mejor las matemáticas o cómo podríamos trabajar más la capacidad de reflexionar sobre lo que estamos leyendo.

Usted defiende que una buena manera sería a través de las artes.

— Totalmente, porque cuando, por ejemplo, estamos viendo una pintura abstracta, el cerebro, instintivamente, busca entender qué hay detrás, lo mismo que ocurre cuando leemos un texto que no entendemos. Por tanto, a través de la pintura también puedes trabajar la comprensión lectora. Y reforzar las capacidades que necesitas para entender mejor cómo resolver un problema de matemáticas. Pero el sistema educativo que tenemos no lo pone fácil y la tendencia vigente es que, cuando algo parece que no va muy bien, sacamos lo que parece inútil, lo que es una visión muy utilitarista: debemos hacer buenos profesionales que sepan sumar, restar y hacer ecuaciones diferenciales, y todo lo que no sea eso, sobra.

De hecho, hace poco se quiso eliminar filosofía como materia obligatoria en bachillerato.

— ¡Un crimen educativo! Porque la filosofía nos enseña a pensar; es el fundamento de nuestro pensamiento. La ciencia nos permite conocer el mundo, la filosofía humanizarlo, y las artes, comprenderlo.

Afirma que seguramente lo que nos hace humanos son las artes. Sin ellas, dice, seríamos Homo sapiens, pero no humanos.

— Suele decirse que somos la única especie creativa y lo somos, realmente. También solemos vincular esto a la inteligencia, pero cuando defines esa calidad ves que hay muchos animales que tienen diferentes grados de inteligencia. Sin embargo, somos los únicos que hacemos arte.

Pero los elefantes también pintan.

— No está claro que exista una conciencia detrás de lo que están haciendo. No parece que les interpele en modo alguno. La gracia de nuestro arte es que nos interpela; nosotros representamos nuestro interior y filtramos el exterior a través de nuestro pensamiento.

Argumenta que todas las artes, a excepción de la escritura, se gestan al mismo tiempo hace unos 60.000 años.

— Hace unos 15 años se estudió el cuello de los homínidos, su forma en relación con la boca, porque el ángulo que forma permite que la lengua se mueva más o menos rápido, y, por tanto, hace que vocalizamos mejor o peor. Nuestro collado nos permite vocalizar perfectamente bien desde hace unos 80.000 años. Antes no era así. ElHomo sapiens arcaico, como los neandertales, tenían otro ángulo, más obtuso. Los neandertales podían encadenar sonidos, pero tenían un lenguaje mucho más musical, porque no podían separar las vocales unas de otras.

Cantaban rap, dice en el libro.

— [Ríe] Seguramente porque sonaría como una serie de sonidos encadenados. Después, el cerebro se especializó y, cuando el cuello cambió, separó la música del lenguaje. Empezamos a utilizar el lenguaje por una serie de funciones y la música, por otras, y en muchos casos estaban superpuestas. Por eso la música forma parte de todas las culturas. ¡Se ha encontrado una flauta de hueso en Alemania de hace 40.000 años! Y esto implica que mucho antes ya había otros instrumentos que probablemente se han perdido, porque eran hechos de madera o de piel, como tam-tams. También de arte rupestre hay muestras que tienen 60.000 años y que enseñan a personas bailando, lo que sugiere que las artes escénicas ya estaban presentes. Los primeros entierros con contenido simbólico, que es el origen de las cosmovisiones –y que a su vez es el origen de la filosofía–, también comienzan en esa época. Por tanto, las modificaciones físicas junto con el desarrollo cognitivo hicieron posible estructurar un lenguaje complejo y la aparición de las diferentes expresiones artísticas.

Desarrollamos un cerebro que nos permitía el pensamiento abstracto y simbólico.

— Es la idea de que articula todo el libro. Dentro del cerebro está todo atado, por tanto, hay que trabajarlo todo, especialmente en educación, porque potenciando algo estás potenciando las demás. Está claro que el cuello cambió hace unos 80.000 años por una serie de mutaciones genéticas, por simple azar. Como era el cerebro en ese momento no podemos saberlo, porque no fosiliza, pero sí sabemos que, junto a esto, aparecen las primeras muestras de arte simbólico. Ambas cosas comienzan juntas, porque ya teníamos un cerebro capaz de generar simbolismos, de ser creativos. Y esto lo notamos también con las herramientas.

¿En qué sentido?

— Hasta elHomo sapiens moderno, las herramientas que hemos encontrado de los humanos son muy homogéneas en todo el mundo y muy parecidas a las que ya hacían los neandertales. Con la llegada del sapiens moderno sorprende la enorme diversidad de herramientas, de arpones, de agujas de coser. Tienen un cerebro mucho más flexible capaz de pensar en alternativas distintas ante una misma situación.

La escritura es el arte más reciente.

— El primer alfabeto tiene 5.000 años y, a diferencia de todas las demás artes, que surgen de estructuras del cerebro que tenemos desde hace docenas o cientos de miles de años, para la escritura necesitamos reconectar y reciclar zonas. Por eso requiere un esfuerzo. A un niño le das una maraca y empezará a hacer ritmos. En cambio, si le das un lápiz no se pondrá a escribir letras. Incluso las matemáticas son más instintivas; los niños pequeños pueden contar, comparar sus dedos con los objetos que hay en una mesa. Ahora bien, la escritura es un ejercicio muy potente para el cerebro, que le obliga a establecer nuevas conexiones. Las personas analfabetas tienen una visión más restringida del mundo; les es mucho más difícil adaptarse a otros contextos porque les falta la conectividad del cerebro que hemos adquirido los que sí sabemos leer.

Defiendes que esta conectividad y flexibilidad que aportan las artes pueden estimular otros aprendizajes.

— En el ámbito educativo, si trabajamos a través de las artes, potenciamos la flexibilidad. No es sólo que dibujo, sino que dibujo, pienso sobre por qué he dibujado aquello y hablo con los compañeros, lógicamente siempre con los docentes como palo de pajar, que deben organizarlo. En el libro propongo algún ejercicio, como escuchar una melodía y después dibujarla. El cerebro puede hacerlo porque justamente eso requiere abstracción, ser creativo, y quizás para ilustrar la misma melodía, yo uso unos colores y hago un dibujo abstracto; ya ti te ha recordado un bosque y lo haces con otros colores. Y después, cuando lo compartimos, es cuando no sólo veo por qué lo he hecho de esa manera –por tanto, racionalizo mi flexibilidad–, sino que lo incremento porque veo la flexibilidad de los demás.

¡Pero lo de pintar una melodía es muy sinestésico!

— Todos somos un poco sinestésicos. Nos hemos empeñado en parcelar mucho los sentidos y decimos esto es la vista, esto el oído, esto el tacto, pero hay sentidos que no están tan parcelados. Por ejemplo, el olfato; tenemos receptores químicos por toda la piel de nuestro cuerpo. Lo que ocurre es que el cerebro lo interpreta como tacto, pero no lo es, porque el tacto es presión, no es químico. Colorear una melodía nos activa la corteza prefrontal, que genera capacidad de reflexionar, de planificar, de regular nuestras emociones; también el sistema límbico, que es la parte más automatizada del cerebro, y que incluye la amígdala, responsable de las emociones, porque el arte despierta emociones. Por supuesto, se activa el estriado, encargado de las recompensas. Y, por último, el hipocampo, que gestiona la memoria, porque es importante tener aprendizajes previos; si no, no podemos construir nada. Sin contenido no puede ser creativo ni flexible.

Éste es un tema polémico hoy en día en educación.

— Tiene que haber contenido, sin duda. Aunque, en pleno siglo XXI, no voy a entrar en el debate de cuáles deben ser estos contenidos. Podría hablar de la biología en la educación secundaria, en la que he estado muchos años implicado y, por tanto, tengo unas cuantas ideas que quizás no son acertadas, como que el currículo es tan extenso que no permite disfrutarlo. En mi opinión, deberían ser unos puntos más elementales para después trabajarlos en cada centro, según el docente, porque no es lo mismo un centro que está en un pueblo en medio del campo que una gran ciudad donde muchos alumnos no ven nunca el verde. Es el docente quien debe readaptar los contenidos, los puntos básicos, que deben ser más o menos comunes. Ahora bien, no entro a decir qué contenidos se necesitan en matemáticas. ¿Deben los niños saber las tablas de multiplicar del 1 al 10? Porque hay países que se las saben del 1 al 12. ¿Quién define si es hasta el 10 o hasta el 12? Aquí no entro. Ahora bien, sí creo que los niños deben saber la mecánica.

La música, dices, es el arte que despierta más emociones. En personas que sufren Alzheimer logra reconectarlas con algún momento de su vida. Ahora bien... ¿heavy metal para recuperarse mejor de un ictus?

— [Ríe] ¡A mí me gusta! Lo que más escucho es heavy metal y rock'n'roll. La música activa siempre la amígdala, que es el centro del cerebro que genera sus emociones. Es cierto que se llevó a cabo un trabajo científico para ver qué tipo de música ayudaba más a reconectar el cerebro después de un ictus. Probaron distintos tipos de música y concluyeron que el heavy era la que iba mejor. La explicación es hipotética, ¿eh? Seguramente, al ser ritmos muy duros y repetitivos, permiten ir activando las neuronas y esto les estimula más a conectar que una melodía suave que podría activar quizás más el estriado, que te hace sentir más a gusto pero no implica tan intensamente el resto de cerebro.

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