Una dieta rica en fibra puede controlar el crecimiento de algunos tumores
El consumo de verdura, legumbres y cereales integrales tiene un efecto positivo sobre la microbiota, que influye beneficiosamente en el sistema inmunitario
Tenemos las tripas llenas de bacterias beneficiosas sin las que no podríamos sobrevivir. Es la llamada microbiota intestinal. Está compuesta por varios billones de bacterias de especies distintas que viven en simbiosis entre ellas y con nosotros. Desde hace tiempo, se sabe que contribuyen a la digestión de los alimentos y que producen sustancias esenciales, entre ellas algunas vitaminas. Su equilibrio es una fuente de salud para las personas y cuando se altera se pueden producir diversas enfermedades. Hace unos años se vio que la microbiota intestinal participa también en otras muchas funciones fisiológicas, entre ellas la regulación de algunos aspectos del funcionamiento del sistema nervioso y del inmunitario.
La composición de la microbiota intestinal depende de varios factores, como el genoma de la persona, que afecta a la relación que establecemos. Pero lo importante es la dieta y el estilo de vida. La investigadora Jennifer A. Wargo y sus colaboradores, de diversas universidades y centros de investigación estadounidenses, canadienses, australianos, italianos e israelíes, han analizado cómo la ingesta de fibra alimentaria y de alimentos probióticos influye en la microbiota intestinal y, de rebote, en la actividad del sistema inmunitario a la hora de actuar contra la proliferación de células tumorales. Según han publicado en la revista Science, la cantidad de fibra alimentaria que ingerimos con la dieta se correlaciona directamente con una mejor defensa contra las células tumorales a través de la influencia que ejerce sobre la microbiota. El uso de probióticos, en cambio, no ejerce influencia alguna o incluso, en algunos experimentos, parece que podría ser perjudicial en estos casos concretos.
La microbiota del paciente de cáncer
Los tumores están formados por células del propio cuerpo que se dividen y proliferan de forma descontrolada, lo que hace que puedan acabar invadiendo otros tejidos hasta provocar la muerte de la persona. El sistema inmunitario dispone de células y moléculas especializadas en reconocer estas células tumorales y controlar su crecimiento. Los llamados linfocitos T citotóxicos, entre otros, son unas. A veces, sin embargo, no es suficiente con esta defensa y hay que actuar con fármacos. Hace un tiempo se vio que la composición de la microbiota intestinal afecta a la eficiencia de algunos de estos fármacos, lo que inició una investigación muy intensa. Uno de los aspectos de esta investigación se ha centrado en el uso de alimentos probióticos, que contienen microorganismos vivos, como bacterias y hongos, que pueden conferir un beneficio a la salud del individuo que los ingiere. Las especies más utilizadas son los lactobacilos y las bifidobacterias. Sin embargo, los trabajos que se han llevado a cabo hasta ahora generaban resultados contradictorios.
En este estudio, Wargo y sus colaboradores han analizado la microbiota de más de un centenar de pacientes afectados de melanoma -el tipo más grave de cáncer de piel- que estaban sometidos a un tratamiento farmacológico y la han correlacionado con la ingesta de alimentos probióticos y ricos en fibra alimentaria. Además, han usado ratones como modelos animales a los que han inducido tumores para analizar el efecto de estos probióticos y de la fibra alimentaria sobre su microbiota, y cómo influía en la funcionalidad del sistema inmunitario y el crecimiento de los tumores.
Los resultados que han obtenido indican que el consumo de alimentos probióticos, a diferencia de lo que quizás podría pensarse, no contribuye a mejorar la defensa contra estas células, e incluso en algunos casos podría perjudicarla. El motivo que argumentan los autores de este trabajo, según han comprobado en los ratones que han utilizado como modelo, es que las bacterias más abundantes en la microbiota que contribuyen a controlar el crecimiento tumoral pertenecen al grupo de los llamados ruminococcaceae y de las faecalibacterias, y la presencia de probióticos de otras especies bacterianas haría disminuir su porcentaje.
En cuanto al consumo de fibra alimenticia, el resultado es justo lo contrario. Los investigadores han comprobado que existe una correlación directa y clara entre el consumo de fibra alimentaria mediante la ingesta de fruta, verdura, legumbres y cereales integrales, y la capacidad del sistema inmunitario de ralentizar el crecimiento tumoral a través de una microbiota intestinal más equilibrada. En concreto, han demostrado que las personas que consumen menos de 20 gramos diarios de fibra son quienes tienen un sistema inmunitario que controla peor el crecimiento de las células tumorales. Y, a partir de los 20 gramos de fibra ingerida, cada 5 gramos consumidos de más disminuyen un 30% las probabilidades de que el tumor continúe progresando hasta provocar la muerte del paciente.
En resumen, un adecuado consumo de fibra alimentaria contribuye a una mejor función digestiva, lo que se traduce en una microbiota intestinal más equilibrada y, de rebote, en un funcionamiento más óptimo del sistema inmunitario, que permite una mejor defensa contra las células tumorales.
David Bueno es director de la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1st