Neurociencia

Cómo el olor puede influir en la toma de decisiones

Un experimento con ratones aporta claves para entender mejor el papel del olfato en la conducta

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Una persona huele las flores de un árbol.

Todos recordamos e identificamos con rapidez aquellos olores tan especiales de nuestra infancia o adolescencia: los canelones de los abuelos, la tarta de los padres, la tierra húmeda después de llover cuando estábamos con el grupo en la montaña, el mar... Y, cuando las recordamos, la memoria recupera un montón de imágenes, sensaciones y pensamientos que quizá creíamos olvidados. Momentáneamente se altera nuestro comportamiento, según asociamos aquellos olores a sensaciones agradables o desagradables.

El sentido del olfato permite captar la presencia de sustancias volátiles a través de células conectadas con el sistema límbico, entre otras zonas del cerebro. Esta estructura está formada por varios conjuntos de neuronas que son responsables de las emociones, como la amígdala; de las sensaciones de recompensa, como el estriado; y de la gestión de los recuerdos, como el hipocampo. Por eso los olores tienen una conexión directa con los recuerdos, especialmente los que tienen carga emocional.

En la naturaleza, entender e integrar los estímulos sensoriales a través de las respuestas adecuadas en forma de conducta es esencial para sobrevivir. En el caso de los olores, no basta con que un animal detecte un olor. También debe ser capaz de dotarla de significado. Es decir, entender qué implica para su supervivencia —por ejemplo para detectar a posibles depredadores y otras amenazas— y qué implica respecto a sus funciones vitales como la alimentación o la reproducción. Y, por último, debe poder actuar en consecuencia.

Ir o no ir

El neurocientífico Diego Restrepo y sus colaboradores, de diversas universidades y centros de investigación estadounidenses y brasileños, han analizado los mecanismos cerebrales que permiten vincular los olores a conductas simples, concretamente al hecho de tomar la decisión de actuar o, alternativamente, de no actuar. Según han publicado en la revista Current Biology, existe un circuito neuronal en el hipocampo, que es la zona del cerebro que permite gestionar los recuerdos, que responde de forma rápida a los olores de acuerdo con las experiencias previas y condiciona la decisión que se acaba tomando.

El estudio se ha realizado con ratones. Aunque existen diferencias entre el sentido del olfato de estos animales y el humano, los resultados pueden ser hasta cierto punto extrapolables a nuestra especie. Los ratones tienen muchos más receptores olfativos que nosotros, por lo que presentan mucha más sensibilidad olfativa, discriminan mejor entre olores muy parecidos y pueden detectar olores mucho más débiles. El papel de los olores en su vida diaria es mucho más relevante que en el de las personas, lo que también hace que sea más sencillo estudiar sus mecanismos cerebrales asociados.

El experimento que realizaron los investigadores es conceptualmente simple. Entrenaron a unos ratones a responder a unos olores determinados. El olor a fruta les indicaba que en el bebedero encontrarían agua azucarada de manera instantánea. El olor a aceite mineral, en cambio, les indicaba que, si intentaban beber justo entonces, el agua azucarada tardaría rato en estar presente en el abrevadero.

Comidas típicas de la abuela o la madre que tanto se acuerdan.

Dicho de otra forma, el tipo de olor que percibían influía directamente en la decisión de actuar rápidamente o bien de no actuar en ese momento, en función de la experiencia previa que tenían. En inglés se utiliza la expresión go–no go para describir estos comportamientos mutuamente excluyentes.

Simultáneamente, los científicos escaneaban la actividad del cerebro de los ratones con una técnica llamada imagen de calcio con dos fotones, que permite detectar la actividad neural de forma muy sensible y en tiempo real. Se basa en que muchas neuronas utilizan el calcio como señal de su actividad. Cuando una neurona se activa, el calcio entra en su interior.

Olor y aprendizaje

La observación permitió detectar un conjunto de neuronas interconectadas en el hipocampo cuya activación, en respuesta a los diferentes olores, se correlaciona directamente con la respuesta conductual de los ratones, es decir, al beber enseguida (go) o de esperar (no go).

Estas neuronas forman parte de las llamadas células hipocampales CA1, que se sabe que están implicadas en la formación de recuerdos nuevos y el almacenamiento a largo plazo, en el procesamiento espacial y la navegación en el entorno, en la integración de la información para generar una representación coherente del entorno y de las experiencias; y en la regulación del estado de ánimo en función del estrés.

Tal y como concluyen los autores de este trabajo, la activación diferencial de las neuronas hipocampales CA1 en función del olor y las experiencias previas permite relacionar directamente la conducta con los aprendizajes previos, y todo este conjunto con los efectos sobre la decisión de actuar o no actuar que los ratones toman.

A pesar de las diferencias mencionadas entre el sistema olfativo de estos roedores y el humano, los resultados pueden extrapolarse hasta cierto punto a las personas. Aunque los autores de este estudio no lo digan a su trabajo, en clave educativa los olores que los niños y adolescentes perciben durante su formación y cuando están realizando nuevos aprendizajes puede acabar influyendo en las decisiones que tomen en el futuro.

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