Tu 'foodie' de cabecera

En Barcelona tenemos la mejor pizza, pero ¿dónde está el mejor arroz?

El restaurante CruiX, de Miquel Pardo, sería un muy buen candidato a ganar la distinción

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La sartén con gambón del cocinero Miquel Pardo.

La pregunta no es mía, pero la traslado porque me parece pertinente. Hace tiempo que Barcelona destaca por las excelentes pizzas que entran en los rankings mundiales o bien en coctelería. Pero los mejores arroces ¿dónde están? La pregunta me la hace una persona de Castellón, pero que tiene un excelente restaurante en la calle Entença de Barcelona, ​​junto a la Gran Via. El cocinero es Miquel Pardo y el muy recomendable restaurante es el Cruce. Y si hubiera un ranking de arroces, seguro que el suyo sería en lo más alto.

El CruiX es un restaurante muy difícil de describir porque no encaja en ninguna categoría en las que los periodistas nos empeñamos en simplificar los proyectos (y después nos quejamos de que los restaurantes todos se parecen entre sí). Por un lado, es un gastronómico porque los tres menús que ofrece son de alto nivel. Pero, por otra parte, las tres propuestas acaban con el manjar más popular posible: la sartén en el centro de la mesa y todos los comensales rascando el chamuscado para no dejar ni un grano de arroz. Esta fórmula funciona porque Miquel Pardo, que se dedicó a lo de la cocina porque le gustaba comer, vio que en Barcelona había una gran carencia de arroces de calidad. “Quería hacer arroces a precio de pizza. Que llegara a todos los públicos”, dice. Su intención era hacer un restaurante de cocina de barrio, pero la cosa se ha acabado sofisticando. Hasta el punto de tener un camino del medio único y genuino. Es por eso que, al continuar empeñado en encontrar un espacio donde poder hacer estas paellas populares, tarde o temprano abrirá un lugar independiente del CruiX que sea sólo arrocería.

El steak tártaro en la cubana del CruiX.
La sala del restaurante CruiX.

Volvemos al CruiX. El espacio es elegante, pero nada sofisticado. El servicio es cercano y muy correcto. La diferencia entre los tres menús es la longitud: el pequeño Cruix, el Cruix y el Grand Cruix. No quiero desarrollar demasiado los platos para no aplastar la experiencia, pero el dedicado a las aceitunas o el de las tacitas son buenos, bonitos y divertidos. Su croqueta de pato Pekín es estratosférica, y de su steak tartar “a la cubana” (tendrá que dejar que le cuenten por qué se dice así) nunca me cansaría. Muchos de los platos tienen huella de los países que ha visitado Pardo o de las casas importantes en las que ha trabajado. En especial busque las picaduras en el País Vasco, donde se formó y trabajó.

El cocinero Miquel Pardo en su restaurante CruiX.

En el restaurante verá que hay mucho público local. Tanto repetidores como personas a las que les han regalado la experiencia. Hay que decir que es uno de los restaurantes que tienen muy bien aseada la web para que se pueda regalar uno de los tres menús. Como la mayoría de servicios son cenas, Pardo reconoce que "en el local la idea de comer arroz de noche le cuesta", pero defiende que es totalmente cultural y que más pesa en la barriga una masa llena de queso. Es el único plato que lleva hidratos del menú y viene con una capa finísima de arroz. Ahora en carta tiene el de ternera, con lechones y piparras y carne extramadurada de más de 60 días. O el de gambas en la ajo hecho con caldo sólo de gamba y salsa de ajo emulsionada. Si desea hacer más festival, se pueden sustituir las gambas por los gambones, al igual que la de ternera puede elegir, si lo prefiere, poner un entrecot encima. También hace de vegetarianos, con trompetas de la muerte, rebozuelos, setas en escabeche japonés y emulsionado con yema de huevo. También se puede encontrar un mar y montaña como el que tenía en Semana Santa de habitas tiernas, cigalas y albóndigas de butifarra blanca y negra. Ahora ya está barrenando cuál será el siguiente.

La reserva, por internet, hace dejar la tarjeta. Es una cuestión con la que Miquel Pardo no se siente cómodo, pero no ha tenido más remedio para poder ajustar los precios y evitar las mejillas que no se presentan. Los menús valen 45 euros el más económico, 58 el del medio y 76 el festival máximo. Teniendo presente el alza de precios en la restauración barcelonesa, la relación calidad-precio encontrará que es muy adecuada.

Declaración de intenciones

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