- Calendario escolar: El curso comienza en septiembre y termina en junio. No hay Navidad.
- Vacaciones: Coinciden con el Ramadán, que varía según el año.
- Horario de comidas: Los niños comen entre las 12.30-13 horas y cenan alrededor de las 18.30-19 horas.
Turquía, el país donde los niños aprenden la vida y milagros de Atatürk
Millones de niños viven en situación de pobreza mientras otros pueden ir a la escuela y reciben, de forma privada, una buena educación
EstambulSon las seis de la mañana y los más pequeños ya desayunan por ir a la escuela. Y como es el lunes, las primeras palabras las entonarán de pie, mirando al infinito: "No tengas miedo, esa bandera roja ondeando en el horizonte no se desvanecerá", cantan juntos en el patio de la escuela. Porque la primera lección de cada lunes durante toda su vida educativa consiste en cantar el himno del país y rendir tributo al fundador de Turquía, Mustafa Kemal Atatürk. Si le preguntas a cualquier niño, lo sabe todo sobre él: vida, milagros y fechas clave. Y está en todas partes: en el patio de la escuela, en los pasillos y en las aulas. La imagen del líder siempre los observa, sea mientras resuelven problemas de matemáticas o cuando señalan ríos y montañas en las lecciones de geografía.
Según Gökçe, maestra en la escuela pública, esto nunca ha cambiado. Pero también advierte que el fundador de la República, que siempre quiso una Turquía laica, hoy no estaría tan contento. “Con este gobierno, su figura –la de Ataturk– se ha ido diluyendo en los últimos veinte años. Y al principio de este curso también han llegado muchas lecciones de religión. Por ejemplo, los jóvenes que eligen la rama científica no pueden negarse a hacer una lección de religión, en detrimento de una científica que les pueda servir para sus futuras carreras. Es muy triste”, explica al ARA.
En cuanto a los horarios, “en los casos en que las escuelas están sobresaturadas hay dos”, dice. Porque, según asegura, las diferencias entre los distintos centros son notorias y muchos se ven obligados a cumplir con dos turnos. Nazim estudia hace temprano, por la mañana. En cambio, Zeynep, por la tarde. Así, mientras unos asisten a lecciones de siete a doce, otros lo harán de doce a cinco. ¿La edad obligatoria? Pisan la escuela por primera vez cuando tienen seis años y en los casos en que los padres no puedan hacerse cargo también pueden ir a partir de los tres, aunque el estado no lo requiera legalmente. Pero a partir de los seis, a currar: la educación primaria se alarga hasta los diez años, mientras que la seguirá el elemental –hasta los 14– y acabará con la secundaria, hasta los 17 o 18 años. Sin embargo, hay que decir que la última fase educativa empieza a mostrar indicios de ausencia escolar y el estado permite no ir a la escuela a cambio de cumplir con unas pruebas obligatorias. Porque, según los datos del gobierno turco, hasta 9,4 millones de niños viven en situación de pobreza, lo que empuja a las familias a hacerles trabajar para subsistir. Y según Gökçe, en los últimos años la ausencia es más notoria debido a la situación económica del país.
Educación privada
Turquía es un país de países. Turcos, kurdos y árabes, entre otros, viven contextos que van desde la clase alta a la más baja. Y esto, evidentemente, se refleja en la forma de vivir. Algunos de los niños sirios o de Afganistán, todos ellos refugiados, deben trabajar bajo mano para llevar dinero a casa. Los hijos de Hadayat, afgano que trabajó para las tropas internacionales en Afganistán y que ahora es refugiado en Estambul, se saben mejor el camino hacia el supermercado –donde trabajan– que hacia la escuela. Tienen 11 y 13 años, pero como ellos hay miles: “Cada vez que mis hijos vuelven por la noche a trabajar, quiero morir”, explicaba su padre al ARA. Muchos trabajan reciclando basura, pero el gobierno ya ha puesto manos a la obra y ahora tendrán que llevar uniforme y tener permiso de trabajo; por tanto, se evita –en teoría– la posibilidad de que lo hagan niños.
Turquía ha salido de una Convención de Estambul que protege a la mujer, quiere que sus hijos lean el Corán y –sobre todo– que voten a Erdogan. Con un gobierno que aplica desde hace veinte años su doctrina a los niños, los pocos progenitores que pueden permitírselo se decantan por una educación privada, sin interferencias ideológicas. Y los contrastes son enormes. De hecho, Nazim o Zeynep los ven cada día en la calle: mientras vuelven contentos de la escuela, se cruzan con otros que empujan un carro con desechos o les venden la merienda. Ellos, en cambio, pueden tener el privilegio de cuestionarse si Spider-Man es mejor que Atatürk. Y siempre gana el segundo.