La desmesura sin usura de Ezra Pound
Ediciones de 1984 publica en catalán la gigantesca obra 'Els Cantos' del poeta estadounidense

'Los Cantos'
- Ezra Pound
- Ediciones de 1984
- Traducción de Joan Antoni Cerrato. Prólogo de Jaume C. Pons Alorda.
- 1008 páginas / 30 euros
Siempre me ha llamado la atención el hecho de que Ezra Pound (1885-1972), il miglior fabbro, maneja tan generosamente las tijeras en la edición de The waste land de TS Eliot y que, en cambio, en lo que se refiere a su propia obra —este monumento gigantesco y desproporcionado deLos Cantos—, no ahorrara nada. Pound, el excéntrico y genial poeta de la modernidad estadounidense, la cabeza de brote de laimaginismo, el artista de la palabra que se propuso escribir la poesía más corta en lengua inglesa (En la estación de the Metro) y también la más larga, esta célebre recopilación que presento: ciento nueve cantos canónicos escritos a lo largo de más de cincuenta años. Una obra importante en la que todo es exceso: la cantidad de figuras —históricas y no históricas— que aparecen y de hechas o bagatelas —históricas y no históricas— que refiere, la diversidad de lenguas (occidentales y orientales) que se exhibe, la variedad de versos libres que despliega... Diríais que el yo está atomizado en una constelación de personajes que van interviniendo en el relato lírico. En el prólogo de esta edición de Edicions de 1984, Jaume C. Pons Alorda ve un "colosal poema épico". Es, sí, una epopeya sobre la nación estadounidense, pero también una visión panorámica, ideológicamente muy cargada, sobre diversas civilizaciones del mundo. Y se convive siempre con el carácter reanudar de esta tumultuosa naturaleza humana que fue el poeta americano, muerto en Venecia en 1972. Genio y figura.
Es la primera vez que se traduce íntegramente el corpus deLos Cantos al catalán, y la empresa —cumplida con encomiable rigor por Joan Antoni Cerrato— no puede más que producirnos vértigo y admiración, a la vez. El lector catalán que no sea capaz de leer en inglés ya había tenido catas diversas de la obra magna de Pound, cuyas más consistentes, obra de Francesc Parcerisas. Pero ahora nos llega la obra completa, en edición catalana (no bilingüe: de lo contrario, ¡el volumen habría hecho dos mil páginas!).
Y la primera pregunta que podemos formularnos es: ¿cuál es el género deLos Cantos? Puede resultar una cuestión desmodada, pero si uno toma otra obra de peso de la cultura norteamericana, la fundacional Hojas de hierba, de Walt Whitman, la pregunta quizá no sea tan impertinente. Whitman parece que infunda un ritmo de canto en sus versos, mientras que Pound más bien le descargaría una y otra vez. Iba leyendo un canto tras otro, y debo confesar que la lectura se me llevaba allá, sin saber del todo qué leía. Páginas y más páginas en las que el hilo del relato, si había alguna, no adivinaba dónde me llevaba. Un ejemplo elegido al azar, el del comienzo del canto XXVII: "Formando di disi nuova persona / un hombre está muerto, y otro se está pudriendo / te cuánto al trocimo / il est tumba dans le / de su femme, donde le reverra / paso, oth fugol othbaer: «observó que la pintura tenía / un grosor de ¾ de pulgada y calculó, / a medida que los embistían y atravesaban, la edad de aquél / crucero»". Pues bien, de tiradas de versos como la transcrita en la que, al menos a este lector, el sentido se le hacía inextricablemente oscuro y recóndito—, el libro está a rebosar.
El corazón de Guillermo de Cabestany: "¿Lo que hay en el plato es el corazón de Cabestany?" / Ningún gusto podrá cambiar este" convive con la azarosa vida de Odiseo, con una reflexión sobre el dinero y el crédito en la Siena del siglo XVII o con un montón de referencias más que a menudo cuestan mucho de desentrañar. ("La clemencia solla en el mes de abril", leemos en el canto XXX, en lo que parece un guiño al icónico hacia eliotiano.) Entonces llegamos a uno de los temas centrales de esta locura poética: la usura, "la bestia de cien patas". Pound incorporaba a su libro una infinitud de temas, y el de la economía no le resultaba menor. versos diáfanos, rigurosos como campanadas: "Con usura el hombre no puede tener casa de buena piedra / con cada bloque de corte pulido y bien ajustado / para que el diseño le pueda cubrir la cara". Blasmador de la usura, Pound insiste a lo largo de la obra: "Usura oxida el cincel / Yema el oficio y el artesano / Roe los hilos del telar".
Después de eso, vienen los cantos chinos y aquella larga y tediosa defensa del presidente John Adams, padre fundador de la nación, todo un torrente de verbosidad, y los cantos italianos... y este lector, que se ha leído los diversos cantos con la intención de poder cogerse en algunos versos y encontrarse resguardado, debe reconocer, finalmente, que la soberbia obra poundiana la ha dejado a la intemperie, quizá añoradizo de la poesía tan ceñida y bien resuelta de Frost o de los versos delicadamente simbólicos de Dickinson.