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Crítica de Cómic

Las apocalípticas campanillas del infierno

Magius realiza en 'Black Metal' una brillante crónica de la génesis y la autodestrucción de la escena musical homónima en la Noruega de los años 90

Cubierta de 'Black Metal'
Jordi Costa Vila
01/04/2025
3 min
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'Black Metal'

  • Magius

  • Autsider Cómics

  • 220 páginas / 25 euros

Cuando uno empieza a leer el último Magius (Premio Nacional de 2021 por la sátira Primavera para Madrid), comienzan a sonar campanas. Quizá las campanas del infierno, pero contrapunteadas por el sonido de unas campanillas de juguete colocadas sobre la cuna de un bebé. Porque, por un lado, aquí se cuenta una historia que ya conocíamos: la de la génesis y autodestrucción de la escena Black Metal en la Noruega de los años 90, que fue recogida en el celebrado ensayo Señores del Caos (Es Pop) de Michael Moynihan y Didrik Søderlind y posteriormente llevada al cine bajo la dirección de Jonas Åkerlund. En otras palabras, la escalada nihilista que llevó a una generación de hijos sobreprotegidos de uno de los países más plácidos de Europa a desencadenar a un Ragnarock civil puntuado por la quema de iglesias, asesinatos pulsionales y suicidios inducidos.

Cubierta de 'Black Metal'

Pero las campanas –del infierno o de la cuna del bebé– también suenan en otra dirección, que lleva hacia el pasado de la carrera de Magius como historietista. Y lo hacen en dos direcciones: la que conduce a sus primeras tentativas fanzineras en torno al universo del Black Metal nórdico –su fanzín homónimo se publicó en el 2001– y la que lleva a los orígenes de su imponente producción de madurez, donde las primeras páginas de la deslumbrante El método Gémini (Autsaider, 2018) parecían esbozar la clave que determina el espíritu de este último trabajo. Allí, en El método Gémini, el monólogo de un mafioso utilizaba la historia "de un niño muy malo" para ilustrar el concepto del crimen desorganizado, haciendo que aquel pequeño relato protagonizado por un personaje ridículo proyectara una sombra elocuente sobre el resto de la obra: en el fondo, la historia de la mafia no deja de revelar la mecánica interna de un juego de niños (conclusión paralela a la que llegaría Takeshi Kitano con su trilogía Outrage).

En las páginas de Black Metal, Magius parte de la radical decisión de mantener cierta fidelidad a los hechos, pero convirtiendo a los protagonistas de la historia –Euronymous, Dead, Kristian, etcétera...– en, literalmente, niños pequeños marcados por la soledad, la incomunicación con sus padres y el miedo a los demás. El gimmick juega a favor de la comedia y convierte lo crónica sensacionalista en farsa grotesca, pero también contribuye a resolver los problemas de punto de vista que condicionaban tanto el libro de partida –que oscilaba entre la frialdad periodística y una problemática sympathy for the devil– como la película derivada, incapaz de decidirse entre ser una comedia o una tragedia.

Diego Corbalán, conocido como Magius, en el Graf Comic.

En una nueva reinvención estilística, Magius (nombre artístico del murciano Diego Corbalán) recupera aquí la crudeza de trazo de sus fanzines primigenios, haciéndola dialogar con una recreación de los imaginarios fantásticos de las ilustraciones y pinturas de Theodor Kittelsen y con un registro de ingenuidad cuqui, algo reminiscente de los universos de Pendleton Ward a la hora de describir, respectivamente, el universo mítico de Noruega y el carácter de los personajes que no han optado por el camino de la oscuridad. El conjunto es una absoluta maravilla que confirma la consistencia y la inteligencia de la mirada de Magius a la hora de diseccionar el funcionamiento de grupos cerrados –ya sean políticos corruptos, mafiosos o criaturas del Black Metal– y diagnostica –con sorna, pero también con precisión– uno de esos síntomas de nuestra época que tanto interesaban a JG Ballard: un incomprensible estallido de violencia pulsional en un entorno marcado por el privilegio y el control de las pasiones.

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