Cuando la guerra pierde épica y tomamos nota de las pequeñas cosas
L'Avenç publica dos libros en los que se analizan en clave autobiográfica conflictos bélicos: los firman Joaquim Ventalló y Lois Orr

'La guerra que yo he visto'
- Joaquim Ventalló
- El Avance
- 224 páginas / 19 euros
'Cartas de Barcelona'
- Lois Orr, con la colaboración de Charles Orr
- El Avance
- 256 páginas / 22 euros
Lejos de los cuarteles generales y de las grandes síntesis históricas, la guerra pierde épica. A ras de suelo –en la proximidad de las trincheras o de la cotidianidad bélica–, se impone la absurda espera entre la violencia y el aburrimiento y la misma proximidad tanto impide entender el gran dibujo como facilita la comprensión de lo esencial. Precisamente, dos de las últimas novedades editadas por L'Avenç, La guerra que yo he visto, de Joaquim Ventalló, y Cartas de Barcelona, de Lois Orr, coinciden en narrar experiencias de este tipo.
La primera nos sitúa en los años veinte del pasado siglo, recuperando las anotaciones del periodista y político Joaquim Ventalló Vergés (Terrassa, 1899 – Barcelona, 1996) durante el servicio militar. El centenar largo de páginas que componen las Anotaciones en la vida de cuartel, 1921 son un conjunto de anécdotas donde, bajo un lenguaje coloreado y con tendencia a la facecia, se hace un retrato inmisericorde de la estulticia de unos mandos regidos por la crueldad, la ignorancia y la avaricia, como precedentes históricos del sargento Arensivia del añorado Ivá. Asimismo, las notas traslucen el imaginario ideológico del autor, donde se entrecruza el antimilitarismo y el catalanismo, y dan testimonio del injusto sistema de quintas de la Restauración, entre los soldados de cuota -aquellos que pagando reducían el tiempo de servicio y disfrutaban de mejores condiciones- y los de cupo. En ambos rasgos, también aparece un evidente clasismo y desprecio hacia lo que Ventalló descalifica de "castellanos".
Menos florecido es La guerra que yo he visto. Veintisiete meses de campaña en Marruecos oriental español, fruto de la experiencia vivida al terminar la formación en Barcelona, pero escritas una década después. Aquí se impone el relato sobre las salvajadas de la guerra colonial, la denuncia antibelicista y una cierta identificación con el pueblo rifeño víctima del imperialismo franco-español. Estas simpatías entre luchas a esquina y esquina del Mediterráneo tendrán curiosamente continuidad diez años después, durante la Guerra Civil, en forma de antifascismo árabe como acaban de sustanciar Marc Almodóvar y Andreu Rosés en Moros contra Franco (Verso, 2025).
La guerra que yo he visto se completa con un epílogo epistolar menor del autor con el ensayista y dibujante Cristóbal de Domènech (Barcelona 1879-1927) y, sobre todo, se abre con una excelente introducción a cargo de Arnau Sala (Sabadell, 1995), donde se ofrece una contextualización modélica y erudita. Un lujo. Por el contrario, en Cartas de Barcelona quizá el más flojo sea el acompañamiento a cargo del editor Gerd-Rainer Horn (1955), lastrado por una bibliografía desactualizada y por una mirada aún tamizada por el tópico.
Vivir grandes hechos históricos sin pretenderlo
Más profundo era aún el desconocimiento sobre la realidad catalana de la activista estadounidense Lois Orr (1917-1985) y de su marido Charles (1906-1999) que, comprometidos con los ideales revolucionarios de la izquierda antiestalinista, desvían su viaje de boda para dirigirse a Barcelona y acabar co-laborando. A pesar de vivir encapsulados dentro de un mundo fuertemente ideologizado poco atento a los matices locales, acaban cerca de los principales hechos históricos del momento: desde hacer amistad con Eric Blair –antes de llamarse George Orwell– y su mujer, a ser encarcelados a raíz de los Hechos de Mayo de 1937. A través de las de publicana. Como en una versión actualizada del Fabrizio del Dongo de Stendhal, la ingenuidad inicial da paso a algunas buenas intuiciones sobre el trasfondo de nuestra guerra en particular y, por extensión, de las guerras a venir: "Lo que decide las cosas son los detalles minúsculos y las sutilezas de significado; tengo la sensación, tengo la sensación, tengo la sensación,"