¿Qué haríamos si descubriéramos que alguien ha suplantado nuestra identidad?
En 'La Gran Sustitución', Albert Pijuan explora la vida del hijo de un magnate del cine y de una peluquera famosísima en el mundo de la música 'italodisco'
- Albert Pijuan
- Ángulo Editorial
- 384 páginas / 19,90 euros
¿Cuál es la última vez que reímos en voz alta leyendo un libro? ¿Cuántos autores catalanes vivos han escrito más de un libro de humor? Se pueden contar quizás con los dedos de una mano, y casualmente algunos han publicado libro este año: Edgar Cantero y Uriol Gilibets, por ejemplo. Y mira que la tradición humorística catalana no es pequeña. ¿Qué ha desembocado en otras formas, algo alejadas de la literatura? Sí, basta con fijarse en la vitalidad de el stand up en sus diversas formas, de las más podcasteras a las más teatrales o radiofónicas. Pero en literatura es más migrada. Pues bien, La Gran Sustitución quizá sea el gran libro que le faltaba a esta tímida tendencia para empezar a llamarse ola. No tsunami, por no exagerar y por no hacer una broma fácil con el título de la magnífica novela anterior de Albert Pijuan, pero sí quizás se está abriendo una puerta hacia un humor de trazo más grueso e irreverente que la ironía que puedan contener los libros de Pàmies o Amparo Molinero, para entendernos. O la del mayor Pere Calders.
Esta línea se injertaría más del humor estadounidense, y es que este libro se inscribe en la tradición de un Richard Brautigan o de un Kurt Vonnegut: es delirante, lleno de disparates, giros y ocurrencias , además de diálogos brillantes y absolutamente hilarantes, pronunciados dentro de una clínica de cirugía estética de los Balcanes, en el barrio de mansiones más exclusivas de Los Ángeles, en una peluquería de Sabadell o un jet privado donde un bebé tiene diarrea amarilla. Es un libro cargado de datos –tan innecesarios como apasionantes de saber– como la cantidad de peinados que ha lucido Nicolas Cage a lo largo de su carrera, el número de escenas en las que ha dado un patada en la cara de los sus adversarios o el hecho de que sea considerado el líder de un culto pseudoreligioso. Y todo esto, ¿por qué queremos saberlo? Pues es fundamental para seguir el hilo enrevesadísimo pero estirado con un ritmo impecable que hace que los sucesivos vaivenes de la historia no provoquen (un exceso de) confusión en el lector.
Todo el libro busca la respuesta a una sola pregunta: ¿qué haríamos si descubriéramos que alguien ha suplantado nuestra identidad? En la novela, es Dino de Laurentiis Junior, hijo de un magnate del cine y de una peluquera famosísima en el mundo de la música italodisco, quien tiene esa certeza y no duda en recorrer medio mundo para encontrar y tratar de anular al impostor. Que no nos han intentado estafar nunca vía whatsapp o mediante una llamada de teléfono de un misterioso agente bancario? En un mundo en el que ya no podemos estar seguros de quien hay al otro lado de la pantalla, la novela es una respuesta gamberra, iconoclasta y del todo irreverente a la “problemática identitaria” que llena libros, artículos o sillas de un público sediento de escuchar espesas disquisiciones en bienales de pensamiento. Quiénes somos, quiénes queremos ser, quiénes podemos ser: Pijuan ha tenido el buen humor de responder a todas estas preguntas de la única manera que se responden las preguntas verdaderamente importantes: riéndose del muerto y de quien lo vela, con una novela la que tiene la textura de una cinta de vídeo viejo y polvoriento hallado en un contenedor lleno de mierda donde alguien hubiera grabado dos películas de Nicolas Cage.