El campo de concentración en el que se aprendía catalán y se hacían castillos
La historiadora Laia Arañó Vega explica qué fue el campo de Agde y cómo se vivió allí
BarcelonaEl 28 de enero de 1939, a las siete de la mañana, el estado francés abrió la frontera por cuestiones humanitarias. La atravesaron 68.035 niños, 63.543 mujeres, 9.020 ancianos y unos 10.000 heridos. Días después decenas de miles de hombres y mujeres siguieron atravesando la frontera huyendo de las tropas franquistas. Unos 261.400 hombres del ejército republicano la cruzaron a partir del 6 de febrero de 1939. Todos los que no tenían recursos suficientes para pagarse la estancia en Francia ni tampoco ningún familiar que les pudiera ayudar, fueron encerrados en centros y campos. Uno de estos campos fue el de Agde (Languedoc), conocido como el campo de los catalanes. Qué era exactamente y qué sucedió lo explica el libro El campo de los catalanes. Agde en el sistema concentracionario francés (1939-1940) (Editoral Asuntos), de Laia Arañó Vega (Vilanova y la Geltrú, 1980).
La historiadora, que ha investigado fuentes hasta ahora poco conocidas, detalla cómo el campo se puso en marcha en marzo de 1939 y que hubo refugiados hasta las últimas semanas de octubre de ese mismo año . Entre otras singularidades de campo de los catalanes, Arañó destaca su organización. "Había un sistema sanitario organizado que tuvo un impacto real en la vida de los internos, servicios generales, servicio de abastecimiento y de intendencia, de interpretación, de ingenieros... Tenía unas infraestructuras y una organización interna poco vistas en el sistema concentracionario francés, y unas condiciones bastante aceptables si lo comparamos con la miseria y precariedad de otros campos como el de Argelès o el de Sant Cebrià de Rosellón”, explica Arañó.
En junio de 1939, el poeta y escritor Agustí Bartra escribió "En realidad este campo es una pequeña Cataluña fuera de Cataluña. Se tiene escasamente el sentimiento de estar fuera, ya que los contactos con los franceses son bien raros y la vida diaria se produce normalmente dentro de un clima catalanísimo. Sin embargo, había también represión y control, mucha vigilancia, sobre todo para evitar cualquier actuación política, y una doble alambrada que recordaba a los internos que no eran libres.
Una huelga de hambre
Pese al control y la represión, en este campo hubo una revuelta y cerca de 8.000 refugiados hicieron una huelga de hambre entre el 6 y el 7 de julio de 1939, contra los alistamientos obligatorios en las compañías de trabajadores extranjeros (CTE). En los primeros meses que funcionaron las CTE no hubo muchos problemas, porque los refugiados confiaban en que era una vía para mejorar su vida y su alimentación y tener cierta libertad, pero pronto empezó a correr la realidad sobre cuáles eran realmente las condiciones de vida y de trabajo. Con toda esta información, cada vez hubo más reticencias a alistarse y, al final, muchos se negaron a ir.
"En el campo de los catalanes hubo 24.861 hombres. Se creó con el objetivo de trasladar a los hombres que había a las playas del Rosellón, porque allí cada día moría más gente", explica Arañó. El campo vivió un proceso de "catalanización". "Era una forma de no perder la identidad y el sentimiento de pertenencia, de formar parte del colectivo catalán en el exilio. Se trasladaron muchos catalanes que había en otros campos", detalla la historiadora. Otro hecho singular, según Arañó, fue la vitalidad del campo. Había una intensa actividad social, cultural, deportiva y musical. Había una coral, formada por 180 hombres, un grupo casteller, se hacían cursos de catalán y de francés, de historia de Cataluña... Pere Vives, que murió en Mauthausen-Gusen ya quien Joaquim Amat-Piniella dedicó la novela KL Reich (Club Editor), hacía de bibliotecario en el campo de los catalanes. "Pedía libros al gobierno catalán en el exilio. Desde novelas ficción hasta libros de gramática y sobre todo diccionarios", dice Arañó. En octubre de 1939, 10.491 refugiados que había en el campo fueron repatriados a España, 1.400 emigraron a Sudamérica, 1.754 se enrolaron en las CTE, un millar se alistaron en la legión extranjera y 120 emigraron a Rusia .