Música

La jota quiere ser Patrimonio de la Humanidad

La Generalitat y el ministerio de Cultura trabajan en el expediente para que esta danza muy arraigada en las Terres de l'Ebre sea reconocida por la Unesco

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Baile de jotas en Alcanar.

TortosaQuien este verano haya vivido una fiesta mayor en cualquier pueblo de las Terres de l'Ebre debe haber constatado que la jota es una danza y una música viva y arraigada en las comarcas del sur de Catalunya. “La gente baila la jota espontáneamente. Ocurre en pueblos como Paüls o Benifallet y en tantos lugares más. En algunos casos, incluso, se baila durante horas como un ritual. Es una expresión que puede adoptar formas muy diversas: va desde un toque de dulzaina hasta conciertos de banda y charanga, pasando por cantos improvisados acompañados de una fábula”, explica Arturo Gaya, profesor del Aula de Músicas de la Tierra de la Casa de la Jota de Tortosa y cara más visible del grupo de música tradicional y popular Quico el Célio, el Chico i el Mut de Ferreries.

Por esta viveza, precisamente, Catalunya es una de las quince comunidades del Estado que se han sumado al proceso para impulsar la jota como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Es una propuesta de candidatura que surgió como iniciativa de la Academia de las Artes del Folclore y de la Jota de Aragón en 2018 y que el gobierno español hizo suya con la condición de integrar a más comunidades. "La jota es una expresión de cultura popular que abarca muchas variantes y un territorio amplísimo, casi toda la Península. Incluso en Andalucía, donde ha quedado eclipsada por el flamenco. Y también la encontramos en Baleares y Canarias. Por tanto, tiene sentido sumar cuantos más agentes mejor", explica Julio César Valle, coordinador y redactor del expediente de la candidatura. Ahora bien, los plazos del proceso son imprecisos porque intervienen variables de gestión de la Unesco que el ministerio de Cultura no controla. Aun así, el calendario con el que trabaja el gobierno español prevé que el expediente de la candidatura se entregue a principios de 2024 y que al final del mismo año ya se pueda oficializar.

“Desde la dirección general de Cultura Popular nos encargamos de coordinar y desplegar los trabajos de investigación en territorio catalán y hacemos intermediarios entre el ministerio y los agentes del territorio, principalmente del sur. Ya hemos recibido el aval de la Universidad Rovira i Virgili y del Museo de las Terres de l'Ebre, por ejemplo”, explica Rosa Canela, antropóloga y técnica de la Generalitat. De hecho, en las últimas semanas Jordi Tresserras, profesor de geografía e historia de la Universidad de Barcelona, como presidente del Consejo Internacional de los Monumentos y Sitios Históricos (ICOMOS) –entidad asesora de la Unesco– y miembro asesor del Consejo de Patrimonio coordinado por el ministerio de Cultura, ha puesto en marcha una rueda de reuniones con grupos de cultura popular y ayuntamientos del Ebro para reforzar desde la base el apoyo a la candidatura.

En paralelo a la rumba catalana

Este final de verano, el recorrido silencioso y discreto de la candidatura de la jota ha coincidido con la denuncia de los obstáculos que otra música arraigada en Catalunya, la rumba catalana, encuentra para ser candidata a Patrimonio Cultural Inmaterial. Según ha denunciado la Plataforma por la Defensa de la Rumba Catalana, el ministerio les ha propuesto que intercambien el gentilicio catalana por española para recoger adhesiones de otras comunidades autónomas. "Creo que son casos distintos, porque la rumba catalana sí tiene unas especificidades únicas en Catalunya. La jota está mucho más extendida desde el punto de vista geográfico", asegura el folclorista Arturo Gaya. "Ocurre que durante años mucha gente ha asociado la jota en exclusiva a Aragón porque en el siglo XIX los aragoneses la asumieron como música regional, en el mismo momento en que la sardana se convertía en danza nacional de Catalunya. Y con el franquismo, se "acabó haciendo una lectura simplista y folklorizante a través de los Coros y Danzas de la Sección Femenina. Eso creó clichés territoriales que distorsionan la realidad", añade.

Baile de jotas en Pinell de Brai (Terra Alta).

Este verano se ha cumplido treinta años desde que Gaya empezó a cantar jotas con el grupo Quico el Célio, el Noi i el Mut de Ferreries y en estas tres décadas ha notado un cambio de percepciones respecto a la jota: "En los primeros conciertos que vamos a hacer en el Centre Artesà Tradicionàrius de Gràcia, en Barcelona, existía la creencia de que en el Ebro cantábamos jotas por vecindad con Aragón. Nadie pensaba que también somos vecinos del País Valencià, donde la jota está arraigadísima, y que en sur de Catalunya es una expresión viva que tiene idiosincrasia propia". Hoy la jota también se relaciona con naturalidad con otras músicas, como demuestra el Festival Eufònic de las Terres de l'Ebre, que en 2019 programó A vore, un espectáculo de Sonia Gómez y Carme Balagué que combinaba jotas, danza contemporánea y música electrónica.

"Defiendo que la jota entra tierra adentro desde el Mediterráneo. Hace unos veinte años actuamos en Zaragoza, cerca de la basílica del Pilar, y delante el público defendimos que históricamente la jota no ha bajado por el Ebro, sino que ha subido; algunos estudios aseguran que el recorrido de la jota es el mismo recorrido que hizo la horticultura morisca a través del río. Y con ello no quiero decir que la jota sea andalusí. De hecho, quizá sea incluso anterior. Es una música en la que se pueden identificar modos frigios y griegos, y eso avalaría esta teoría", concreta Gaya. Una teoría de la que los aragoneses son conscientes, porque en la plaza del Carmen de Calatayud, que ellos mismos consideran la cuna de la jota, existe una inscripción de cerámica donde se puede leer: “La jota nación en Valencia y se crio en Aragón; Calatayud fue su cuna, en la orilla del Jalón”.

Las ventajas de ser patrimonio inmaterial

¿Qué aportará el reconocimiento de la Unesco? Es una de las preguntas que Julio César Valle, como coordinador del expediente, debe responder a menudo. "Por un lado, nos servirá para difundir la complejidad de esta expresión de cultura popular, que incluye música, danza, vestuario, instrumentos y rituales sociales de todo tipo. También ayudará a implementar medidas reparadoras para revertir los riesgos que corre la jota: la consideración negativa de una sociedad que la entiende como un elemento caduco, la pérdida de especificidad motivada por la globalización cultural, la falta de relieve generacional o la progresiva desaparición de espacios de expresión", dice Valle. "Bienvenido sea el reconocimiento si sirve para que se hable y atraiga el interés de la sociedad. Pero sobre todo es necesario que la jota siga siendo una danza viva y popular, que no quede relegada a una simple vitrina de museo como elemento fosilizado", concluye Arturo Gaya.

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