“No normalicéis a los talibanes, son terroristas internacionales”
Las cineastas Sahraa Karimi y Sahra Mani participan en Barcelona en un encuentro organizado por Cultura per l’Afganistan
Barcelona“No normalicéis a los talibanes, son terroristas internacionales”. Es el llamamiento de Sahra Mani, la cineasta afgana que este viernes ha participado en un encuentro organizado en la sede de la SGAE en Barcelona por Cultura per l'Afganistan, la Casa Àsia Barcelona Asian Film Festival, la Acadèmia del Cinema Català y el Open Society Foundations. Mani lamenta que el olvido progresivo de los medios de comunicación respecto a lo que pasa en Afganistán está contribuyendo a esta “normalización”: “Y no puede ser. Son terroristas. Tenemos que resistir. No podemos olvidar a la gente que está en Afganistán porque la situación empeora cada día. Las mujeres saben que las pueden torturar y asesinar en las calles de Kabul, y aún así salen a manifestarse”.
“Por favor, no reconozcáis a los talibanes. El reconocimiento les dará confianza y esto destruirá nuestras vidas”, añade Sahraa Karimi, que en 2019 se convirtió en la primera mujer que dirigía la agencia del cine afgano. Karimi pudo huir de Kabul a mediados de agosto y encontrar refugio en Europa. Tanto ella como Mani se formaron fuera de Afganistán, una en Bratislava y la otra en Londres. Pertenecen a la generación de la diáspora, la de las familias que tuvieron que irse del país durante la guerra contra la invasión soviética a principios de los 80. “Decidimos volver a Afganistán para hacer cine”, recuerda Karimi. Hacer cine significaba explicar el país rompiendo los relatos impuestos desde fuera y desafiando los tabúes interiores. Afganistán es “un país enorme y con mucha diversidad étnica”, pero a menudo era reducido a cuatro tópicos. Además, la influencia de Bollywood marcaba buena parte de una producción cinematográfica “autodidacta”. “Las mujeres, o eran heroínas o víctimas, nada más, y esto no es representativo de la sociedad afgana. Queríamos hacer un cine que rompiera clichés y que hiciera salir a la luz temas como los abusos y el incesto. Al menos durante seis años fuimos las mujeres las que representábamos el cine afgano y pudimos mostrar nuestras películas en los festivales internacionales”, explica Karimi.
Pero lamenta que cuando en 2019 llevó la película Hava, Maryam, Ayesha al Festival de Mill Valley, en San Francisco, le preguntaron por qué en su cine no mostraba “la miseria y las explosiones”. “La mayoría de la gente nos hacía este tipo de preguntas porque tenían esta imagen preconcebida del país”, dice. Karimi se subleva contra esta imagen, en parte alimentada por instituciones occidentales: “A pesar de los problemas y la corrupción, había una generación joven que había conseguido hacer una serie de transformaciones. Kabul era una ciudad normal, con cafeterías, escuelas, tiendas de moda. Una mujer podía ir a trabajar y ponerse la ropa que quisiera, como en Barcelona. Las mujeres formaban parte de unos cambios políticos para un país mejor”.
El trabajo de Mani como documentalista también formaba parte de estos cambios. En el film A thousand girls like me (2018) daba voz a las mujeres que sufrían abusos dentro de su familia a partir de la historia de una chica que tuvo que ir a la televisión a denunciar su caso. “El sistema judicial estaba en contra de las mujeres y la familia la quería denunciar”, recuerda Mani.
Ahora todo este trabajo, toda esta mirada cinematográfica, se va a pique. “No soy optimista sobre el cine en Afganistán, pero espero que los artistas que viven en el exilio puedan levantar la voz y denunciar la situación”, dice Mani. “Ahora mismo el cine afgano está en peligro. Ya no dan permisos a los cineastas para rodar y han cerrado todas las productoras. No han cerrado la agencia estatal, pero ahora el director es un religioso que promoverá films de propaganda”, explica Karimi, que ayer ofreció también una masterclass en el Máster de Producción y Distribución Cinematográfica de Paco Poch.