'El Mesías' según Mozart y Wilson: un espectáculo que se queda a medias
El dramaturgo estadounidense presenta el montaje en el Liceu como "un viaje espiritual"
- Oratorio en tres partes de Händel, revisado por Mozart. Libreto de Charles Jennens
- Dirección escénica, escenografía e iluminación: Robert Wilson
- Con la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceo dirigida por Josep Pons y las voces de Julia Lezhneva, Kate Lindsey, Richard Croft, Kresimir Stražanac, Alexis Fousekis, Max Harris y el Coro del Gran Teatro del Liceo dirigido por Pablo Assante
¿Se puede escenificar un oratorio? Respondamos a esta pregunta con otra cuestión: ¿es legítimo escenificar teatralmente una novela incluso inacabada como Los Watson (por poner un ejemplo de rabiosa actualidad)? O más: ¿es lícito adaptar una novela o un texto escrito para el teatro a la gran o pequeña pantalla? Si se ha respondido afirmativamente a las dos últimas cuestiones, también puede responderse a la primera con un sí rotundo.
Ahora bien, ¿todo oratorio es potencialmente escenificable? Desde el punto de vista de la hermenéutica sí, porque toda escenificación traducirá en imágenes lo que la música y el texto de un oratorio suscitan en un creador. Y es que una escenificación será siempre una interpretación, lícita y legítima, una obra de arte sobre una obra de arte previa. El problema es cuando el oratorio en cuestión no tiene una narratividad lineal (para entendernos, un argumento), porque entonces puede muy bien que la música y el texto sean tan sólo un pretexto para un capricho visual apriorísticamente concebido por el dramaturgo , a modo de videoclip azaroso y sin demasiado sentido. Y es que algo es escenificar la Pasión según san Mateo (que mezcla narración dramática con reflexión introspectiva) y otra El Mesías de Händel, que no explica nada en sí mismo y que evoca tan sólo –sobre textos seleccionados del Antiguo y del Nuevo Testamento– el anuncio, el nacimiento, la vida adulta, la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo. Y Robert Wilson ha caído en la trampa del artificio vacío, de gran riqueza e imaginación visual, pero inalámbrica conductor, aunque algunas imágenes resulten, como dice Víctor Garcia de Gomar en el texto del programa de mano, fascinantes por el vínculo que presentan con referentes icónicos como la pintura de Magritte o de Hammershoi. Dicho de otra forma, el espectáculo de Wilson habría podido servir también para cualquier otro oratorio que no fuera El Mesías. Porque, aunque el dramaturgo norteamericano se refiere como “viaje espiritual”, la sensación es que el espectáculo es un viaje que no lleva a ninguna parte. No es un montaje tramposo, pero sí un espectáculo que se queda a medias.
Para la ocasión, y procedente de la Mozartwoche salzburguesa de 2020, se ha utilizado el arreglo que en 1789 Mozart hizo de la versión original. Una relectura que podría frecuentar entre nosotros cuando, en los alrededores de Navidad (hay que insistir en que El Mesías no es una obra sólo de adviento), se programan versiones de la obra händeliana, demasiado a menudo de carácter participativo.
Josep Pons ha demostrado un buen conocimiento de la partitura, aprovechando precisamente los colores mozartianos, bien subrayados por un tratamiento más que correcto de la orquesta titular del Liceu. Lástima que el corazón de la casa evidencie que el oratorio no es el género en el que se siente más cómodo, por la propensión a unos recursos expresivos monolíticos, redundantes e incluso aburridos.
El equipo vocal ha sido de altibajos, con una Julia Lezhneva revestida de pulcritud, elegancia y musicalidad junto a una contralto (Kate Lindsey) ocasionalmente opaca en la emisión. El tenor Richard Croft, excelente cantactor, acusa ya el peso de la edad pese a una prestación solvente y honesta, mientras que el bajo Krešimir Stražanac cumplió con su parte.