Volver a una de las librerías con más encanto del mundo
Kerri Maher reconstruye, en 'La librera de París', los primeros años de la emblemática Shakespeare and Company. La librería de Sylvia Beach fue un destacado centro cultural en París y se encargó de la primera edición de 'Ulises' de James Joyce
Barcelona"Tener una librería es mucho más que vender frases. Es poner las frases adecuadas en las manos adecuadas", dice Sylvia Beach a la escritora Gertrude Stein en uno de los pasajes de La librera de París, de Kerri Maher. Publicada en Navona (con traducción en catalán de Eduard Sepúlveda), la novela propone un viaje a un tiempo y un espacio bendecidos por la mitificación: la capital francesa de entreguerras, escenario de un dinamismo literario envidiable donde convivían los autores autóctonos con exiliados norteamericanos como Ernest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, T.S. Eliot y Djuna Barnes. Y lo hace a través de una librería emblemática, la Shakespeare and Company, que ha tenido dos vidas: la primera, entre 1919 y 1941, con Sylvia Beach al frente; la segunda, a partir de 1964, cuando George Whitman cambió el nombre de su librería, Le Mistral, a Shakespeare and Company, en homenaje a la librera y editora.
"Fue mientras estudiaba en Berkeley que encontré, en una librería de segunda mano, las memorias de una tal Sylvia Beach –recuerda la novelista–. En la contracubierta leí tres conceptos mágicos: París, librería y Generación Perdida. Eran tres de mis pasiones de juventud". Kerri Maher dejó pasar dos décadas antes de ponerse a escribir la novela que ahora presenta, que se encuentra en proceso de traducción en doce lenguas. "Durante mucho tiempo trabajé en una librería independiente de Brooklyn. Lo más bonito de mi profesión era encontrarme con algún cliente que me decía, después de haber leído un título que le había recomendado, que le había encantado –recuerda–. El trabajo en la librería me permitió ir poniéndome en la piel de Beach. No habría podido debutar con una novela así, su material era demasiado delicado. Escribí dos antes".
Una doble fascinación
La librera de París arranca en 1917, con la visita de Sylvia Beach, una mujer norteamericana de 30 años de viaje en París, a la librería de Adrienne Monnier, situada en el número 7 de la Rue de l'Odéon. "A Beach le fascinó no solo aquel espacio, sino también la librera –dice–. Enseguida que empecé a investigar me di cuenta de que era importante que la historia de amor y amistad entre Sylvia y Adrienne fuera central". En los libros de memorias de las dos libreras, su relación personal tiene mucha menos importancia que en la novela de Maher. "Uno de los peligros a la hora de escribir esta historia era el exceso de documentación: es inabarcable –asegura–. Lo que tenía que hacer era decidir como enfocarla y, como quería dar el punto de vista de Sylvia y mi interpretación de ella, no hacía falta que lo supiera absolutamente todo".
Beach habría querido abrir una librería francesa en Nueva York, pero acabó siguiendo otro camino. "No tenía bastante dinero para alquilar un local en Manhattan. Le habría pasado lo mismo ahora", comenta Maher. Por eso cambió su objetivo: "La Shakespeare and Company se especializó en literatura escrita en inglés en París". Pasó los primeros dos años en el número 8 de la Rue Dupuytren y en 1921 se movió al número 12 de la Rue de l'Odéon, prácticamente delante de la librería de Monnier. "Los dos locales eran complementarios —dice Kerri Maher–. Una de las particularidades de la Shakespeare and Company era que media tienda estaba dedicada a la venta de libros y la otra era una biblioteca. En años de crisis como aquellos, la gente tenía poco dinero para comprar libros y los cogía en préstamo". Entre los clientes que tenían ficha en la Shakespeare and Company estaba Ernest Hemingway. En 1927 y 1928 cogió, entre otros, libros de Thornton Wilder, Fiodor Dostoievski, Robert Graves y Thomas Mann.
James Joyce, ¿un "Jesús desviado"?
El secundario estelar de La librera de París no tarda en aparecer: es el escritor irlandés James Joyce, que también se ha instalado en París con la familia. A principios de la década de los 20 ultima un libro que no permite "concesiones de ningún tipo", Ulises. Joyce es uno de los personajes más complejos y contradictorios de la novela de Kerri Maher. "No es únicamente un alcohólico, un hombre o un escritor, es también un marido, un padre y es amigo de Sylvia Beach –explica la autora–. Además, al cabo de poco de conocerse, Beach asume un reto brutal: se convertirá en la primera editora de Ulises". Tal como dice Adrienne a Sylvia, Joyce "es como una especie de Jesús desviado, ¿verdad?"
La obra maestra de Joyce empezó a aparecer por entregas en la Little Review. Su mezcla de "sublimitado y vulgaridad" acabó yendo a parar a los tribunales norteamericanos, que dictaminaron que era "obscena". "Estados Unidos era un país muy conservador en la década de los 20 –hace memoria Maher–. La Primera Guerra Mundial había hecho estragos, estaba la ley seca, políticas antiinmigración... y, además, Joyce era irlandés, una comunidad que era considerada peligrosa". Sylvia Beach tuvo claro desde el primer momento que tenía que ayudar a publicar Ulises. "Tanto a ella como a sus amigos se les hacía evidente que se trataba de una gran obra de arte –dice–. Ulises tenía una estructura singular, estaba llena de frases que rompían con los esquemas del momento, había escenas escritas con una gran belleza, pero también se hablaba de prostitución y de masturbación. La literatura nunca había llegado a aquellos extremos".
Sylvia Beach se entregó en cuerpo y alma a hacer posible la publicación de la novela, que finalmente se materializó el 2 de febrero de 1922. "El gran perfeccionismo de Joyce le pasó factura –admite–. Un tercio del libro son correcciones de las galeradas. Si no fuera por ella, seguramente Ulises no sería tal como lo tenemos ahora". La edición del libro fue tan costosa que Beach no repitió la experiencia con otros autores. "Rechazó, entre otros, publicar la edición no censurada de Hijos y amantes, de D.H. Lawrence", explica Maher. Habría querido ocuparse de la llamada Obra en curso que Joyce empezó después de Ulises –y que se convertiría, muchos años después, en Finnegans Wake (1939)–, pero el autor irlandés negoció a escondidas con Random House para que editara la novela en Estados Unidos. "Una de las historias interesantes que también quería explicar es la del éxito de la edición pirata americana de Samuel Roth –dice Maher–. Se vendieron decenas de miles de ejemplares mientras el libro estaba oficialmente prohibido. Esto contribuyó a hacer crecer todavía más la fama de Ulises".
El final épico de la librería
La cara oscura de Joyce aparece de vez en cuando, sobre todo en las cartas –educadas y distantes– que envía a Sylvia Beach desde Irlanda para discutir cuestiones pecuniarias alrededor de Ulises. "Joyce siempre necesitaba dinero: tenía la mano agujereada –explica–. Él es el tercer elemento que completa el triángulo con Sylvia y Adrienne". La primera etapa de la Shakespeare and Company se cerró en 1941, en plena ocupación nazi de Alemania. "No quería llegar hasta aquí, por eso me quedo con la reconciliación entre Beach y Joyce de 1936 –admite Kerri Maher–. En 1943 la internaron en un campo en Vittel con otros ciudadanos norteamericanos y pudo salir al cabo de seis meses gracias a Jacques Benoist-Méchin, uno de los primeros traductores de Ulises. Los años de la Segunda Guerra Mundial merecerían una segunda novela".
Si la vida de la librería pasó por instantes legendarios, también su final conserva un punto épico. Beach se negó a vender a un oficial alemán un ejemplar del Finnegans Wake. Este la amenazó con volver con una orden para confiscar los libros de Shakespeare and Company. Cuando el militar se marchó, la librera bajó la persiana y, con la ayuda de amigos, se llevó todos los volúmenes que tenía a su piso. En aquella ciudad invadida y vejada, la librería ya no tenía ningún papel.
CINCO NOVELAS AMBIENTADAS EN LIBRERÍAS
'84, Charing Cross Road'
La novela de Helene Hanff reconstruye la correspondencia entre una joven escritora y un librero de Londres. El amor por la literatura y la importancia del oficio de venderlos es central en este libro de 1970.
'La librería ambulante'
Roger quiere traspasar su negocio de venta de libros sobre ruedas y encuentra una compradora. Los dos emprenderán un viaje lleno de peripecias y de ironía, en un clásico de Christopher Morley publicado en 1917.
'La leyenda del librero asesino de Barcelona'
La conducta de los libreros no siempre es ejemplar. Ramon Miquel i Planas recogió, en El librero asesino de Barcelona (1928), la historia de un legendario y perverso vendedor de libros en la capital catalana en pleno siglo XIX.
'Nuestras riquezas'
Edmond Charlot no solo fue el primer editor de Albert Camus –la obra de teatro La revuelta de Asturias, en 1936–, sino también el propietario de la librería Les Vraies Richesses de Alger. Kaouther Adimi noveló la historia en 2017.
'El librero de Kabul'
“Primero los comunistas quemaron mis libros, después los muyahidinos me arrasaron la tienda, finalmente los talibanes me los volvieron a quemar”, dice el librero Sultan Khan. La novela de Åsne Seierstad elogia la libertad de expresión.