Suscriptores y periodistas. Crónica estival

Un suscriptor lee el ARA en la aplicación móvil.
16/08/2025
Periodista, Doctor en Ciencias de la Comunicación y Músico.
5 min

Josep Maria Casasús fue Defensor del Lector de La Vanguardia entre 2000 y 2007. En ese momento, analizó que la manera más adecuada de calificar las piezas de los ombuds era el término tan del oficio "crónica", después de descartar la voz jurídica "dictamen". Casasús también es licenciado en Derecho y sabía de lo que hablaba, ya lo largo de su trayectoria ha ido compaginando la ciencia pura del ejercicio profesional con un espectacular currículum académico que le hizo catedrático y decano de la Facultad de Comunicación de la UPF. Le debemos también que, en 1995, en el diccionario normativo coordinado por Teresa Cabré, el IEC –es miembro numerario– admitiera "periodística" en tres acepciones, una de ellas la definitoria: "Ciencia de la Comunicación que tiene por objeto el estudio de los fenómenos y de los elementos que integran la actividad del periodo". Casasús ya había introducido el término en su libro Iniciación a la periodística (Teide, 1988). Tenemos la fortuna de poder leerlo en su sección "Antes de ahora", de recopilación de piezas históricas.

De modo que sobre elauctoritas de Casasús titulo hoy "crónica" esta sección, y me doy la licencia que permite el género de abordar dos cuestiones que en primera instancia podrían parecer no propias del Defensor del Lector, pero que con una hermenéutica garantista del "dictamen", debo contemplarlas: los suscriptores y los periodistas.

El periodista y maestro de periodistas Josep Maria Casasús.

Recibo muchas comunicaciones de suscriptores; trato las que entran en el canon de las quejas referidas a los textos según el Estatuto del Defensor (está colgado en abierto), pero derivo al departamento correspondiente las que son de logística. Pero hoy quiero hacerme eco de una queja logística que es recurrente y que había comprobado yo mismo. Transcribo el mensaje de voz que me envía Maria Fàtima Fortuny, sintiendo no poder reproducir su oratoria con sus acentos enfáticos:

"Hola, me llamo María Fátima Fortuny, y me pongo en contacto con usted porque estoy harta! Soy suscriptora del ARA desde el número 1, desde aquella portada me parece que con el Dr. Broggi. No sé cuántas veces cada año me ponen como si yo no fuera suscriptora, y me hagáis poner mail, y nunca me deja entrar. ¡Es increíble! Hay años que he pensado en no suscribirme más y dejarlo correr. Ahora llevaba meses sin hacerlo, pero vuelve a hacer días que lo hizo. ¡Es increíble! Estoy harta, ¡de verdad! ¡Estoy harta!"

El problema de fondo radica en que la respuesta automática del digital de cara a reidentificaciones por seguridad es cabreador –permítanme este coloquial ad sensum con la crónica– para algunos suscriptores, y en este caso para una suscriptora que lo es desde el primer número y ¡ha mantenido la fidelidad a la cabecera durante ya casi quince años!

El departamento de suscripciones, con mucha diligencia, se ha puesto en contacto con la lectora, tutorizada para resolver el problema y está agradecida. Sin embargo, la parte esencial ya fue solucionada tiempo atrás, a partir de otras quejas que denunciaban que el automático de la reidentificación podía dar a entender que no eran suscriptores. Voy viendo que ser suscriptor del ARA para mucha gente tiene el valor añadido de pertenecer a una comunidad, y no tenía ningún tipo de lógica que fuéramos nosotros mismos los que nos cargáramos ese sentido de pertenencia con una especie de excomulgación digital. Veremos ahora si, ¡pasado el verano!, se puede también aligerar la reidentificación, que por otra parte es una demanda común a otros diarios.

El segundo tema que queda habitualmente fuera de mi competencia es el de las quejas o problemas de los redactores, que se dirigen en justa concordancia con mi praxis necesariamente atenta a la periodística y bordeando el dictamen. Créanme, lectores, que ese oficio que debe reinventarse cada día si quiere ser lo que es, sometido a presión y presiones, presenta retos personales que a veces piden que la analítica se compense en la farmacia. Por eso, agradezco que los lectores que se me dirigen criticando a algún periodista lo hacen dentro de los cánones de la pulidez, y lamento tantas faltas de respeto en comentarios digitales, a menudo no identificados.

Atendiendo a la excepcionalidad y que la cuestión es de interés general para la periodística, me hago caudal de los correos que me he cruzado con Trinitat Gilbert, redactora delAhora Comemos. Hacen referencia a temas que ella ha tratado en primicia, y por tanto los lectores del ARA han gozado del valor absoluto y etimológico latino de la noticia, lo que se da a conocer, pero que después han tratado otros medios. Me da dos ejemplos y copio lo más reciente, una entrevista con una jefa de sala de restaurante, Gemma López Gramunt, que le da este titular: "No atiendo a los clientes si me llaman "reina", hacen "xsst" o charlan los dedos para pedirme platos". Esta pieza fue publicada el pasado 7 de julio y quince días después, un diario de alcance estatal abordaba el mismo tema con este titular: "Guapa, tráeme la dolorosa: las frases y actividades con las que lidia el personal de sala".

Respondí esto a nuestra redactora de gastronomía, siempre preocupada por buscar temas y enfoques nuevos, más allá de un ámbito de demasiados lugares comunes y mucha propaganda: "Querida Trinidad, me he mirado esto y en ningún caso se puede considerar un plagio [encabezaba el correo con esta palabra]: maneja fuentes diversas y hace el manga fuentes diversas y hace el parágrafo; literales: Coger ideas de los colegas (inspirarse en ella, como dices tú) es otra cosa, si cada uno le aporta su manera; tristemente difuminada en la propiedad intelectual colectiva y el "intelectual orgánico" de Gramsci se reencarnará en un perverso gremlin".

Los protocolos de la periodística se activan de forma afortunadamente automática ante las exclusivas más denotativas y llamativas, y se cita, aunque a veces con el añadido de que el medio ha confirmado la noticia que ya ha dado el otro. Otra cosa –corolario final– es que los periodistas, allá de las obligaciones y protocolos, tengamos la elegancia de citarnos incluso para reconocer que abordamos un tema que recientemente ha sido levantado por un colega... Y nos ha inspirado.

El Defensor del Lector presta atención a las dudas, sugerencias, críticas y quejas sobre los contenidos del diario en sus ediciones digital y en papel, y cuida de que el tratamiento de las informaciones sea conforme a los códigos deontológicos.

Por contactar con el Defensor del Lector puede enviar un correo electrónico a eldefensor@ara.cat o grabar un mensaje de no más de un minuto al número de WhatsApp 653784787. En todos los casos, es necesaria identificación con nombre, apellidos y número de DNI.

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