Cotilleo, culpa y lástima por la madre de Rubiales

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Ángeles Béjar, la madre de Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, conversa con una familiar del interior de la iglesia de la Divina Pastora de Motril

Me siento culpable. No puedo evitarlo, hay una parte de mí que necesita saber qué está pasando con la madre de Luis Rubiales. Su huelga de hambre, esa iglesia de Motril, las declaraciones de los familiares. Es el morbo, pero también que me parece cómico. Parece el guion de un filme de Berlanga. Pero al mismo tiempo, cuando veo las imágenes de la mujer, mi corazón se rompe en pequeños pedazos. La situación, que me parece una comedia, gira en torno a una mujer por la que siento lástima. Una pobre mujer que sufre, superada por la situación. Me siento culpable. La mujer me da mucha pena. Pero, a la vez, muchas cosas que rodean el caso me hacen reír.

Así funciona el morbo, y los programas de la prensa rosa viven de eso. El mundo está lleno de gente que finge ser moralmente perfecta, hombres y mujeres de gran ética y valores, que afirman estar por encima de todo esto, siempre preaparados para dar lecciones. Pues no, todos, absolutamente todos, tienen puntos débiles. Talones de Aquiles en los que no podemos evitar cotillear, en los que necesitamos saber detalles de casos escabrosos, en los que el morbo nos derrota, aunque sabemos que hay cierta crueldad escondida detrás.

A mí me pasa con el caso Rubiales. Sería muy fácil escribir, siempre defendiendo unos valores, con un ademán serio, pero mentiría. Cada vez que llega una noticia sobre los hechos de Motril, necesito saberla. He disfrutado con los memes de las redes sociales sobre el caso de la huelga de hambre, con las bromas sobre si la mujer se comería las hostias consagradas del templo. Pero al mismo tiempo, cuando he visto los ojos de la mujer, me he sentido triste y he empatizado con ella. Y me he sentido culpable por haberme burlado del tema.

En esos ojos desesperados he reconocido la mirada de mi abuela Antonia, que las pasó moradas durante la Guerra Civil en Andalucía, y que siempre defendía a sus hijos y su marido, también cuando era evidente que habían metido la pata hasta el fondo. Hay gente que critica a la mujer por no ver cómo es su hijo. ¿Pero cuántas personas en nuestra casa son los últimos en ver que su padre, marido o hijo son malos?

Rubiales seguramente debe parecer el hijo perfecto cuando regresa a casa, repartiendo anécdotas y regalos, comprando una casa bonita a los padres, riendo y triunfando. Todos conocemos casos en nuestro entorno de personas que viven engañadas por familiares o parejas. Todo el mundo lo ve, ellos no. Y más en el caso de una mujer mayor que ha entregado su vida a cuidar a sus hijos, tal y como siglos de tradición le habían dicho que tenía que hacer. La mujer hace lo que puede, de forma teatral, para ayudar a su hijo. Es una figura trágica dentro de un caso que se ha convertido en una gran comedia española, con periodistas entrando corriendo en una iglesia, comentarios sobre si bebe Aquarius, el obispado de Granada hablando y todo el mundo dando su opinión.

Una comedia basada en hechos muy tristes, a la vez. Los griegos clásicos ya sabían que, en la vida, la parte cómica y la trágica son dos caras de la misma moneda.

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