La derrota más grande del barcelonismo

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Leo Messi  se despide del Barça en una rueda de prensa

¿Cómo nos levantaremos de esta derrota? Es la derrota más grande del barcelonismo en décadas. Una derrota de la que nadie se escapa.

Es, en primer lugar, la derrota de la junta de Josep Maria Bartomeu, de aquellos que creían que los bolsillos siempre estarían llenos, que podrían hacer de trileros jugando con los contratos, escondiendo información, fraccionando facturas. Ese tipo de gente que se cree más lista que los otros, escondiéndose detrás de risas falsas y powerpoints. Aquellos que pensaban que siempre se saldrían con la suya. En su caso, más que derrota, es culpabilidad, de hecho.

Es la derrota de Javier Tebas y la Liga de fútbol. Quería conseguir una doble victoria, blindando su torneo y siguiendo con Messi como gran cara visible para vender el producto. Ni una cosa ni la otra: ha perdido a Messi y sigue enemistado con Barça y Madrid. El Barça, forzado por el movimiento de la Liga, ha escogido seguir adelante con la Superliga, confiando en que al final de este camino encontrará una fuente de oro.

De momento todavía es la derrota del Madrid, la Juve y el Barça, los clubes que persiguen la creación de la Superliga en su obsesión de seguir ganando más dinero que los otros. Pues bien, siguen solos en su aventura. El dinero no llega y los rivales europeos parecen haber jugado mejor sus cartas, como el City y el PSG, con su dinero de estados detrás.

Es la derrota de Joan Laporta, también. La autoestima del presidente, siempre gigante, ha chocado con un iceberg todavía mayor, las deudas de Bartomeu. Laporta ha explicado mil veces que intentaría renovar a Messi. No lo ha conseguido. En vez de ser prudente ante una crisis que hace meses que conoce a la perfección, ha hecho castillos en el aire y ha chocado con la cruda realidad. Hay que valorar su ambición, pero no ha encontrado las soluciones que confiaba encontrar vendiendo a jugadores o recortando salarios.

Es la derrota de los periodistas, claro, que no hemos sabido hacer hincapié en la crisis económica, demasiado pendientes de los goles de Messi, del VAR o de los posibles fichajes. Con excepciones, naturalmente, pero hemos estado demasiadas pendientes de replicar lo que nos decían los protagonistas en lugar de explicar con calma lo que era una evidencia: que el club está arruinado. Durante muchos años, solo decíamos de paso que el Barça jugaba con fuego con los salarios.

Es la derrota de Messi. Ni él, el más grande, ha podido driblar el mercado, esta economía agresiva que controla el juego más bonito y lo convierte en un mercado sin moral. Ni Messi ha podido ser propietario de su destino. No jugó bien las cartas con el burofax, hace un año. Tampoco las ha jugado bien ahora, pensando, como casi todo el mundo, en que se encontraría una solución.

Y es la derrota, especialmente, de la gente. De los millones de barcelonistas que tendrán que ver, con dolor, cómo el PSG pasea a Messi como un trofeo. Pienso en los conocidos que han bautizado a su hijo con el nombre de Leo, pienso en los que han llorado. Pienso en los amigos que han venido de todos los continentes, de Japón a los Estados Unidos, para ver a Messi jugar en el Camp Nou un día.

Durante años el Barça ha sido un refugio en el que los sueños se hacían realidad. La derrota ha sido descubrir lo que ya sabíamos pero nos negábamos a creer: que los sueños son sueños. Y la cruda realidad es que el Barça, arruinado, se ha visto obligado a ver cómo se marcha, entre lágrimas, el hombre que más felices nos ha hecho. Y el que más tristes nos deja. Quedarán los recuerdos de unos años magníficos, y la cicatriz de esta derrota con un gran culpable, la junta anterior. Pero una derrota colectiva, en el fondo. 

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