BarcelonaAmbos guiones tienen suficientes semejanzas para que Víctor Valdés denuncie por plagio a Marc-André ter Stegen. Glorias mayúsculas, caracteres ariscos, lesiones escalofriantes en el momento más inoportuno y salidas (posible en el caso del alemán) convulsas. La película de Ter Stegen parece uno remake de la de Valdés, dos dramas vividos entre tres palos que van de la luminosidad a la oscuridad. El alemán y el catalán son los dos mejores guardametas del siglo XXI del Barça. Sus trayectorias en el club son dignas de estatua y calle en Les Corts. Pero Valdés se marchó del Camp Nou llorando desconsoladamente en una camilla y Ter Stegen probablemente tendrá que despedirse de la afición con un mensaje frío en Instagram.
No es ningún secreto a estas alturas explicar que, pese a ser el capitán del Barça, Ter Stegen no es el mejor compañero de vestuario. Tampoco lo era Valdés, que no se presentó a entrenar con el filial cuando Louis van Gaal consideró que debía volver después de subirle al primer equipo. El de Mönchengladbach llegó echando del Barça a Claudio Bravo con el argumento de que él era el futuro y seguramente tendrá que hacer las maletas porque ahora él es el pasado y un chiquillo llamado Joan Garcia, el futuro.
En estos casos se cumple el prejuicio de que los porteros son individuos solitarios y complejos, seres que se han criado en la selva feroz de la portería con la necesidad de ir eliminando a rivales para sobrevivir y ocupar la única silla libre para su especie que hay en un once titular de un equipo de primer nivel. Ter Stegen y Valdés lo han logrado, pero han pagado el precio de tener dificultades para aceptar que en la selva es imposible ser el rey perennemente. Ambos deberían tenerlo presente porque, pese a ser indiscutibles en el Barça durante una década cada uno, se han encontrado que durante el grueso de sus carreras en las respectivas selecciones los entrenadores han preferido Neuer en un caso y Casillas en el otro.
Ni Ter Stegen ni Valdés son el mejor ejemplo de cómo hacer amigos y vestuario en el fútbol, pero nadie puede negarles que son piezas esenciales en los éxitos recientes del Barça. Aunque tampoco en eso tuvo mucha suerte el alemán, que cantó bingo ganando la Champions League en su primera temporada y luego ya no pudo volver a levantarla. No por su culpa. Ahora, duele ver la injusta campaña montada para mostrarle el camino hacia la puerta de salida trasera y que uno de sus posibles destinos sea un conjunto de tercera fila como el Galatasaray. No hace tanto el barcelonismo caía rendido a sus pies cuando se movía con patinete por el barrio de Gràcia después de noches mágicas en el césped.