La eterna huida hacia delante de Joan Laporta
El presidente no logra explicar cuándo se volverá al Camp Nou, ha vendido activos del club y ha incumplido algunas promesas
BarcelonaJoan Laporta suele empezar la casa por el tejado. Y a veces no logra hacer los cimientos, así que el edificio cae como un castillo de naipes, como ha ocurrido con el caso de Dani Olmo y Pau Víctor. El presidente más votado de la historia del club no engañaba a nadie, ya que llegó a la presidencia precisamente así: ganando unas elecciones sin saber cómo conseguiría los avales necesarios para acceder al cargo. Lo logró después de una larga reunión que acabó a las tres de la madrugada, moviendo cielo y tierra, cuando aparecieron los famosos avales. Siempre en el límite.
El serial de Dani Olmo y Pau Víctor, episodio que aún no ha terminado, ha dejado Laporta en una situación muy incómoda, con los grupos opositores pidiendo que se pliegue. No lo hará. No es el estilo de un Laporta que en estos primeros cuatro años y medio de mandato ha mezclado aciertos y fallos y ha polarizado la masa social barcelonista entre los que defienden su estilo agresivo desacomplejado, y los que se quejan por la falta de planificación y por la pérdida de talento en los despachos del club.
Laporta tenía la tarea de levantar la economía del club tras la gestión desastrosa de Josep Maria Bartomeu, pero no ha sido hasta enero del 2025, después de cuatro años y medio de presidencia, que ha logrado volver a la famosa regla 1 :1 de la Liga de fútbol, la que permite volver a fichar con normalidad. El presidente ha fichado a buenos jugadores y de paso ha conseguido reducir la masa salarial de los jugadores (un acierto), pero para ello se tuvieron que utilizar las famosas palancas y buscar soluciones para garantizar ingresos. Esto ha significado una pérdida de patrimonio para el club que alerta a los opositores, que temen encontrar tierra quemada una vez acabe el mandato de Laporta. El presidente, primero, se vendió un 25% de los derechos de televisión de la Liga en Sixth Street para 25 años. Y después el 49% de Barça Studios por 200 millones de euros, en una operación que no salió bien, con impagos y nuevas ventas. El hecho de no conseguir ordenar este aspecto le llevó a jugar con fuego para renegociar un nuevo acuerdo con Nike, un caso que acabó en los juzgados, aunque con un final feliz, puesto que finalmente se firmó un acuerdo con la multinacional estadounidense. También se firmó el acuerdo con Spotify, una operación con luces y sombras, como las altas comisiones a personajes como Darrein DeinSin embargo, la mejora de los últimos meses no esconde un grave problema: la deuda se ha reducido menos de lo que sería aconsejable, ya que el Barça todavía debe unos 1.000 millones de euros.
No ayuda a enjugar la deuda el hecho de no poder volver al nuevo Espai Barça, en el Camp Nou del futuro, en el que la cifra de ingresos pasará a ser más elevada, aunque también se han vendido parte de sus activos, con el caso de los asientos vips que se ha utilizado para intentar solucionar el caso de Dani Olmo. La directiva, que firmó con una empresa sin experiencia en Europa pero con el aval de la construcción de grandes estadios como lo es la turca Limak, apostó por defender el crédito de 1.450 millones de Goldman Sachs para sacar adelante el proyecto, un crédito que se devolverá con los beneficios que genere el Espai Barça. Pero de momento no ha cumplido ninguna de las diferentes promesas de fecha de regreso. A estas alturas todavía es un misterio saber cuándo se dejará de jugar en un Estadio Olímpico que ha provocado quejas entre los socios por el sistema de reparto de entradas. Estadio, por cierto, en el que se ha visto un nuevo episodio recurrente en los últimos meses de gestión de Laporta: el enfrentamiento con la gradería de animación. Por el momento, la masa social, con más de 50.000 socios en excedencia, mira con prudencia cuando podrá regresar al estadio.
La gestión del presidente también se ha visto afectada por el caso Negreira, que corresponde a juntas anteriores pero que no ha ayudado en la relación con las instituciones con sede en Madrid, y le ha servido para reforzar el discurso de un Barça sitiado por un montón de enemigos. Un discurso con buena parte de verdad, pero que también le ha servido como escudo para tapar sus propios errores. Laporta, que ha ido cambiando de opinión en algunos casos y jugando con fuego con el caso de la Superliga, y con la UEFA atenta, ha acertado manteniendo el éxito del Barça femenino, pero no encuentra la tecla con el baloncesto y ha mezclado aciertos y desbarajustes en el fútbol masculino, como en la despedida de Xavi.
Laporta no ha dejado de ver, estos años, cómo le marchan un montón de ejecutivos, algunos de ellos importantes, como el consejero delegado, Ferran Reverter, y el vicepresidente Eduard Romeu, así como figuras importantes del área deportiva como Mateu Alemán, Markel Zubizarreta y Jordi Cruyff. Convertido en un club sin vicepresidente económico, del Barça se han ido personas como la directora corporativa Maribel Meléndez, Franco Carbó, Àlex Barbany o Ramon Ramírez. El resultado es una junta con poco peso, con Laporta trabajando con una guardia pretoriana en la que algunas personas, como Alejandro Echevarría, no tienen cargo. Pero mandan mucho desde afuera.
Laporta, que llegó a la directiva con el sueño roto de renovar a Messi, actualmente dirige el club sin consejero delegado ni vicepresidente económico. Mana, paga comisiones a gente externa para cerrar contratos, vende activos de futuro y realiza asambleas telemáticas en las que da pocas explicaciones. Buena parte de los negocios del club, de hecho, se realizan así, sin explicaciones, como con las negociaciones con inversores de Qatar. Laporta, sin embargo, está convencido de que saldrá adelante y sigue adelante, como siempre ha hecho. Una eterna huida hacia adelante a la espera de ver si la pelota entra y del próximo truco de magia. De hecho, llegó a la presidencia con una pancarta, una pancarta que quizá escondía que no había un proyecto bien definido más allá de ir improvisando.