Barça

La empresa familiar de Joan Laporta cumple tres años

De la victoria por aclamación popular a las dudas sobre si su política económica y deportiva es la acertada

El box de Laporta celebra la victoria de las elecciones del Barça
03/03/2024
6 min

BarcelonaLa noche del 7 de marzo del 2021, mientras se abrían botellas de cava en la candidatura de Joan Laporta, Carles Tusquets se acercó para felicitar a los ganadores. La semana siguiente había partido de Champions en París y el presidente de la comisión gestora invitó al presidente electo y un directivo al partido. Jaume Giró, el que debía ser el vicepresidente económico, quería hacer el viaje, pero Laporta se negó allí mismo y le dijo que debía quedarse para encargarse de un tema crucial: los avales, que se acabarían consiguiendo por los pelos con la dimisión anticipada de Giró. Fue el primero de los muchos obstáculos que se ha encontrado por el camino en los tres años que lleva en el cargo. Unos comicios que ganó casi por aclamación popular, por el dulce recuerdo de su primer etapa, que acabó con Guardiola en el banquillo, Messi en el césped y una lluvia de títulos sin precedentes en la historia del Barça.

En estos tres años Laporta se ha hecho el club a su medida, empezando por una reestructuración a fondo del personal. Escarmentado por lo ocurrido en el 2008, cuando se sintió traicionado por los suyos, organizó la directiva a partir de su núcleo de máxima confianza, donde hay nombres como Rafael Yuste, Elena Fort, Alfonso Castro, Josep Cubells o Josep- Ignacio Macià. Y siguió por la contratación de personas de las que, más allá de su competencia o experiencia profesional, consideraba que se podía fiar. En los primeros meses prescindió de unos ochenta trabajadores, incluidos todos los ejecutivos de primer nivel que existían de la época de Josep Maria Bartomeu. Cambiaban las dinámicas, las rutinas, las formas, las políticas y el modelo de gestión, para dirigir al Barça como "una empresa familiar", según palabras del presidente. Pero no todo el mundo ha sido capaz de aguantar. "Laporta es muy presidencialista, quiere estar en todas partes y no todo el mundo acepta que se cuestionen o cambien sus decisiones", apunta un antiguo trabajador de la entidad. El caso más claro fue la marcha de Ferran Reverter, fichado de Mediamarkt por ser el CEO azulgrana. Duró un año. Con él, se fueron progresivamente las personas de confianza que había fichado para llevar los números del Barça. La última, Maribel Meléndez, directora corporativa, que esta semana hacía sus maletas por voluntad propia. “En todas las empresas hay entradas y salidas, pero el negocio del fútbol es muy particular y cuesta tomar velocidad de crucero si no hay estabilidad en los despachos”, sostienen voces críticas desde las oficinas azulgranas.

Sin noticias del 'forensic' que fiscalizaba la gestión de Bartomeu

Laporta llegó en un momento convulso. En medio de la pandemia, con el Camp Nou encerrado al público y encontrándose un agujero en la caja de dimensiones cósmicas. “Cualquier empresa habría quebrado, pero los directivos no se arrugaron”, sostienen desde el entorno del presidente. Se buscaban medidas de urgencia mientras se lamentaba la herencia recibida. Se empezó a hablar de levantar alfombras y se encargó un forensic que ponía al descubierto presuntas irregularidades flagrantes en la gestión de Bartomeu. El presidente llevó el caso a la Fiscalía, en el 2022, pero dos años después no se supo nada más. Ni siquiera el expresidente ha recibido ninguna comunicación por parte judicial. En cambio, sí que lo han recibido por el caso Negreira, el pago del Barça a uno de los vicepresidentes de los árbitros durante dos décadas. Un caso por el que están imputados los tres últimos presidentes del club (Laporta, Bartomeu y Sandro Rosell) y que todavía está en fase de instrucción, pero que ha supuesto un inmenso daño a la entidad por las sospechas –que de momento no se pueden probar– que se intentó adulterar la competición o que alguien metió la mano en la caja.

Joan Laporta en la rueda de prensa del caso Negreira.

La primera víctima de la situación económica del Barça fue Leo Messi. Este verano Laporta intentó repatriarlo, pero de nuevo el dinero fue un escollo. En estos tres años el barcelonismo se ha acostumbrado a hablar del fair play, una norma que tiene más de una década, pero que hasta 2020 había pasado desapercibida en un club que nadaba en la abundancia. Precisamente, esquivar el control económico de la Liga ha sido uno de los grandes puntos de discusión en las reuniones de junta y en el área económica. De ahí salieron las “palancas” –ingresos extraordinarios con la venta de activos– y el aval personal que Laporta ha puesto hasta en dos ocasiones para inscribir a jugadores. "Todo lo que se ha hecho ha sido para no perder competitividad deportiva", apuntan fuentes oficiales del club. Aunque desde dentro no todo el mundo coincide: “Se le recomendó que no lo hiciera, pero el presidente dijo que si no teníamos un equipo ganador, el Barça perdería peso en el fútbol ya nosotros nos echarían del palco”, recuerda a un directivo. La realidad es que, setecientos millones después, el club trabaja contra reloj buscando nuevas vías de ingresos para cerrar esta temporada en números verdes. De lo contrario, se encamina hacia otro verano con problemas para poder inscribir a futbolistas, entre otras cuestiones por el impago de Libero, un fondo alemán que debe 40 millones y que antes del 15 de julio debería abonar 60 más.

De Mateu Alemany a Deco, pasando por Jordi Cruyff

La política deportiva también ha generado controversia. Laporta se alió con Mateu Alemany para que fuera su secretario técnico. El mallorquín le dejó claro que él se veía “capacidad para limpiar en el vestuario, pero no para construir un nuevo Dream Team”. Con él fueron marchando progresivamente los jugadores que, o no tenían nivel para estar en el Barça, o tenían contratos fuera de mercado. El único superviviente es Frenkie de Jong, pero porque el presidente intervino en el último momento, frenando su salida. En cuanto a fichajes, Alemany priorizó las llegadas low cost, mientras que chocó con Laporta por las inversiones en jugadores como Ferran Torres (55 millones), Raphinha (60) o Lewandowski (50). Cansado de las interferencias y de la agonía del fair play, este verano decidía marcharse. También abandonaba el barco Jordi Cruyff, y Deco quedaba como único y plenipotenciario director de fútbol.

Laporta y Deco durante la presentación del director deportivo.

Una Liga, una Copa y una Supercopa son el balance del primer equipo masculino en estas tres temporadas en las que también se han acumulado dos eliminaciones sonadas en la fase de grupos de la Champions. Xavi, el técnico que fichó a Laporta con una pinza en nariz para relevar a Koeman –el egarense no era la primera opción del presidente–, ya ha dicho que pliega, y ahora el mandatario se debate entre mantener la esencia e ir a buscar un entrenador como De Zerbi, que cuenta con el aval de Pep Guardiola, o hacer caso de su instinto y encomendarse a la escuela alemana con la incorporación de Hansi Flick. Mientras, las mejores alegrías han llegado con el equipo femenino, que levantó la Champions en Eindhoven, en una temporada, la 22/23, en la que todos los equipos profesionales se proclamaron campeones de Liga. Pero las jugadoras, al igual que ocurre con las secciones, saben que se acercan recortes y su futuro es incierto.

De la mano con Florentino en el viejo sueño de la Superliga

Obsesionado con conseguir nuevos ingresos, Laporta se alió con Florentino por sacar adelante el proyecto de la Superliga, que ya había explorado en su primera etapa y que es visto como El Dorado por la promesa de repartir beneficios multimillonarios a los clubs. Pero mientras este gran torneo europeo no arranca, el futuro económico pasa por el nuevo Camp Nou, que debería estar terminado en el 2026 y que promete alrededor de 350 millones anuales –aunque buena parte servirán para devolver el crédito–. Una obra faraónica que será el gran legado de esta directiva, aunque ha supuesto grandes roces por la elección de la constructora, la turca Limak, y que acabó con la dimisión de Jordi Llauradó, el directivo responsable del Espai Barça.

Florentino Pérez y Joan Laporta compartiendo mesa hace un año en un acto institucional en Madrid.

Entre lo acumulado y la reforma del estadio, la deuda del club es de 2.800 millones de euros. Y esto ha hecho que se especule, y mucho, con la posibilidad de que el Barça cambie el modelo de propiedad. No por gusto, sino por necesidad, por las deudas acumuladas. Laporta siempre ha negado que esto llegue a ocurrir nunca. Al menos, bajo su mandato, que expirará en el 2026 y en el que, si la salud se lo permite –ya ha tenido algún susto– tiene la intención de volver a presentarse.

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