Una evidencia (positiva) junto al sentimiento de pánico

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El Espanyol perdió por la mínima en Oviedo.

BarcelonaNo voy a insistir demasiado en la obviedad que siempre me toca recordar: el Espanyol es el único equipo de la liga que tiene su país y su ciudad en contra. Estos días hemos visto cómo las autoridades asturianas daban ánimos (y financiaban desplazamientos) al Oviedo y cómo sus medios celebraban la victoria en primera persona. El contraste es doloroso. Nunca sabemos cuál de las dos opciones habituales es preferible: que nos ignoren o deseen nuestro mal. En cualquier caso, ya estamos acostumbrados y toca seguir resistiendo.

Sin embargo, esta semana algunos han descubierto lo que muchos ya prevemos: los medios de Madrid -y por extensión, la opinión política española- también han tomado partido en favor del Oviedo. Ellos son el equipo modesto, el equipo simpático, los de "la leyenda del sexto". Representan una ciudad sana, una región que nunca molesta. Incluso han logrado que Melendi pase por ser un buen músico y que ya nadie recuerde sus aventuras aéreas.

Para el partido del domingo no tenemos relato. Sólo muchas ganas de ganarle. Necesidad, incluso. Y, sobre todo, mucho miedo. Es un todo o nada. Creo que es razonable hablar del mayor partido de nuestra historia. Nunca, en nuestros cinco únicos descensos, nos quedamos un segundo año en Segunda. Y, junto a ese sentimiento de pánico, una evidencia: es posible. Porque no se trata de "remontar". Se trata simplemente de ganar un partido. Todo está en manos de los jugadores. Nosotros, los aficionados, no vamos a fallar. Nos quedamos sin verbena porque sabemos que todos somos necesarios.

Los jugadores deben ser conscientes de que nuestra felicidad está en sus pies. Y, sobre todo, nuestra pena. Deben ser conscientes de que no existe alegría más intensa que la que te evita una gran desgracia. No se trata de jugar bien. Es fútbol de lo más primitivo: se trata, sólo, de ganar. Como sea. Nadie recordará cómo fue el partido. Sólo recordaremos el momento del, confiamos, gol decisivo de uno de los nuestros. Como recordamos el de Albesa en la promoción contra el Málaga, el de Tamudo contra el Murcia o, sobre todo, el de Coro contra la Real Sociedad. A partir del domingo, el gol más mítico de nuestra historia ya no será el del chico de Banyoles: será el de Puado o el de Nico (no descarto a Jofre, Omar o Gastón: en todo caso, uno de la casa).

Estamos solos. Solo nos tenemos a nosotros. Pero hemos tomado una resolución: ser felices por encima de todo contra todos y contra nosotros.

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