BarcelonaLos pericos somos pocos y mal avenidos. Hace unos años escribí que lo único que nos unía era el minuto 21. El resto, peleas y desavenencias. Ahora, sin embargo, hay plena coincidencia en dos cosas muy importantes: todos queremos que Chen venda el club (ya quien lo venda ha pasado a un segundo plano porque es casi imposible hacerlo peor) y todos queremos el ascenso. Dos grandes deseos que son variables independientes. En ningún caso el ascenso cambiará la necesidad de tener a otro propietario. En ningún caso la venta será un consuelo si seguimos en Segunda. Necesitamos subir. Necesitamos vender. Y ninguna de las dos cosas depende de nosotros ("nosotros" somos los socios y aficionados, quienes de verdad sufrimos, a los que el domingo nos costó conciliar el sueño).
El domingo muchos lo queríamos quemar todo. El juego en Lezama fue desesperante. Pero lo fue más aún no ver una actitud de sufrimiento en nuestros jugadores. Un solo gol nos mantenía vivos para el ascenso directo y en ningún momento el equipo nos transmitió que fuera consciente de ello. Ir al play-off es la confirmación de un fracaso colectivo (en el que las responsabilidades pesan en función de la jerarquía: Chen, Mao, Garagarza, los tres entrenadores y los jugadores). Llegar con un partido lamentable nos indignó y entristeció a partes iguales. La sensación era de derrota final. Y cuando ya lo has perdido todo puedes permitirlo todo: pedir dimisiones, silbar a los jugadores, quemarlo todo, abandonar el club a su (mala) suerte.
Sin embargo, la sensación de derrota final no se corresponde con la realidad. Porque todavía podemos subir. Conseguirlo no cambiará (ni siquiera maquillará) el fracaso de la temporada (ni el de la gestión de Chen en todos estos años). Pero ahora toca aparcar ese debate. No por protegerlos. No por esperar a ver qué pasa con el play-off para poner notas. Ahora debemos concentrarnos en lo más inmediato e importante: subir. Y no hay salida: lo jugaremos con la plantilla actual, con Manolo en el banquillo, con Garagarza en la dirección deportiva, con Mao en el palco y con Chen (padre o hijo) de dueño. Ellos –los jugadores y Manolo– son el instrumento de nuestra felicidad o desgracia. No podemos despistarnos. Debemos darles todo el apoyo. No mirar atrás, no ajustar cuentas, confiar. Al margen de si se lo han ganado. Porque ahora no es, todavía, la hora de juzgar por muy clara que tengamos la sentencia. Ahora es la hora de animar, de tener esperanza, de presionar a lo contrario y, sí, de tener ilusión, como dijo Pere Milla, por ganar dos eliminatorias que nos volverían a casa. Debemos estar con ellos. Hagámoslo por nosotros.