Tres meses para Laporta

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Joan Laporta conversa con el presidente del Nápoles, Aurelio de Laurentiis, en el palco del Estadio Olímpico Lluís Companys.

El presidente Joan Laporta tiene poco más de tres meses para demostrarnos que su proyecto salvará al Barça. Cuando en julio el club haga balance de esta temporada, veremos si la entidad ha dejado de estar en la UCI o sigue por el camino de una irremediable transformación, en la que el socio ya no será el propietario. La marcha de ejecutivos y directivos de primer nivel, la última la del vicepresidente Eduard Romeu, genera muchas más dudas sobre el futuro del club. Y más cuando todo el rumor de fondo dibuja un panorama desolador y pone en duda que las decisiones económicas tomadas hasta ahora hayan servido para volver a situar al Barça en una situación de relativa calma. Encima, la clasificación para el próximo Mundial de Clubs, que aportaría una copiosa millonada, se ha complicado muchísimo. Sin embargo, en medio de la temporada, con un equipo que parece reavivar por momentos, debe concederse estos meses de tregua para que se cierren las cuentas y se haga un ejercicio de transparencia modélico. Esta temporada ya no valen operaciones de maquillaje ni ingeniería financiera ni más palancas. Después de tres años y medio dirigiendo al Barça, Laporta debe demostrar que con su actividad ordinaria el club va mejor de lo que transmite puertas afuera, donde parece que la entidad vaya tropezando con todas las piedras que se encuentra por el camino.

Evidentemente, al presidente todavía le quedará un pedazo de su mandato de antemano. Y la posibilidad de recuperar la actividad en el Camp Nou será una válvula de oxígeno vital. Su legitimidad no termina este verano. Sin embargo, si el Barça sigue anclado en las pérdidas millonarias, habiendo dilapidado ya una gran cantidad de activos que no han tenido el efecto esperado, y con el añadido de que algunas operaciones han sido fallidas, proyectando una imagen preocupante en los mercados internacionales, el club estará a un paso de desplomarse por el precipicio. No existen más oportunidades. Y más si hay que volver a reconstruir al equipo tras la salida de Xavi. La suerte –buscada, mérito de la entidad y del técnico de Terrassa– es que han surgido una serie de futbolistas canteranos que podrán sostener la entidad en unos próximos años que se prevén igual de complicados que los últimos. No tener que vender estos jugadores es la exigencia que debe hacerse en Laporta. Sobre todo porque el Barça así lo dijo el pasado verano: para salvar los números no haría falta grandes ventas de cracks. Tampoco caer en operaciones innecesarias como tener que fichar a Cancelo y João Félix, que no han demostrado nivel, porque Jorge Mendes obliga. Este verano el presidente Laporta tendrá su mayor reválida.

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