Apostar en función de la menstruación de las jugadoras
En Estados Unidos, hay hombres que realizan apuestas deportivas a través de averiguar, dicen, el ciclo menstrual de las jugadoras de la WNBA. Aseguran que así predicen su rendimiento en los partidos y el resultado. El auge de este tipo de apuestas, llamadas blood money [dinero de sangre], ha coincidido con un momento de especial esplendor de la liga femenina de baloncesto, que está experimentando un incremento tanto de espectadores como de asistentes a los partidos, sobre todo con una gran incorporación de público masculino. Lo ha publicado la periodista Molly Longman en un reportaje para la revista Wired tras una investigación en la que ha podido constatar cómo se ha incrementado esta tendencia en las casas de apuestas. Uno de los inductores de esta práctica es un creador de contenido en las redes que popularizó la estrategia garantizando un 68,75% de acierto en los juegos. El personaje presume de estudiar a las jugadoras, analizar sus datos durante un mes y deducir en qué fase del ciclo menstrual deben estar en cada momento, si la folicular, la ovulatoria o la lútea. El reportaje de Wired hace énfasis en el sexismo del personaje, que habla de las jugadoras como "víctimas" a la hora de analizarlas. Longman recurre a voces expertas científicas para desmentir las teorías ridículas de ese sabio. Si se analiza el discurso del individuo, es fácil comprobar su misoginia extrema, porque ni siquiera es capaz de conceder una etapa de plenitud deportiva en las mujeres: siempre encuentra un supuesto lastre que hace que las jugadoras, por un motivo u otro, sean incompletas o carezcan.
Esta nueva inercia en las casas de apuestas confirma cómo el machismo es capaz de aprovechar el progreso para reinventarse y sofisticarse. Por este tipo de personajes, el deporte femenino no es otra cosa que un nuevo ámbito de explotación económica del cuerpo de las mujeres. No son deportistas profesionales con talento que participan de la emoción, motivación y dinámicas propias de un juego de equipo, sino simples seres menstruantes. Ratas debilitadas de laboratorio fácilmente predecibles y eternamente sometidas a las limitaciones de una regla que funciona con la precisión de un reloj suizo. Todas en el mismo compás, con síntomas idénticos, lunáticas dentro de la pista que delatan su biología en cada movimiento y en cada cesta. Después de muchos años de tabúes, estigmas y tópicos, es sintomático hasta qué punto la necesaria divulgación que se ha tenido que hacer en los últimos años sobre el cuerpo de las mujeres ha sido percibida por determinados hombres como una herramienta más para continuar controlándolas, simplificándolas y considerándolas todas iguales. Los dudosos datos que estos espabilados apostadores obtienen a través de sus observaciones y conclusiones mágicas de ChatGPT, les hacen creer que han descubierto una nueva forma de explotar a las mujeres, de servirse, porque sólo son almas sometidas a los caprichos de las hormonas. Hombres que creen que se pueden lucrar gracias a una fisiología obvia y previsible que ni las propias mujeres pueden gestionar.
Por supuesto que, hoy en día, la ciencia vinculada al deporte tiene en cuenta, en su investigación, el ciclo menstrual y los cambios hormonales como factores asociados al rendimiento. Esta perspectiva de género es imprescindible en la medicina y en cualquier ámbito pero siempre al servicio de las deportistas, desde el rigor y con estudios personalizados. Las teorías macarrónicas de los apostadores creen que el esfuerzo, el entrenamiento, la resiliencia, el conocimiento del propio cuerpo o el espíritu de superación que tan determinantes se consideran en los hombres deportistas, en las mujeres carecen de sentido.
Las apuestas en la liga norteamericana femenina de baloncesto y este blood money sólo sirven para recordarnos que cada paso hacia delante en el progreso de las mujeres implica una nueva forma, cada vez más creativa, de opresión.