Francia indigna a Renfe
Después de la ruptura de la alianza con SNCF, la operadora española todavía no tiene los permisos para operar en el país vecino
ParísEl tráfico ferroviario en España se ha disparado casi un 14% durante los primeros 10 meses del año gracias, entre otros factores, a la entrada de nuevos operadores y el aumento de la oferta en líneas de alta velocidad como la que une Barcelona y Madrid. La liberalización del sector ha hecho que la operadora pública francesa SNCF y la también pública italiana Trenitalia –en alianza con la aerolínea valenciana Air Nostrum– hayan puesto en marcha nuevos trenes en competencia directa con Renfe. Paradójicamente, los trenes que unen Catalunya y Francia han disminuido. Desde el lunes, Renfe ya no opera la línea de alta velocidad entre Barcelona y París.
De los cuatro trenes diarios que había en cada sentido, ahora solo hay dos y son operados en solitario por SNCF, con la marca TGV inOui. La supresión de dos trenes diarios es la consecuencia directa de la decisión de la operadora francesa de romper la alianza que tenía con Renfe para operar la línea. En febrero, cuando el tráfico ferroviario empezaba a recuperarse de la pandemia, la francesa comunicó a Renfe que operaría la línea en solitario justificando la decisión por la carencia de rentabilidad del trayecto, un argumento que la operadora pública niega. "Fue una decisión unilateral de SNCF", apunta el portavoz de Renfe, Antonio Carmona.
Desde el 2013, la alianza explotaba las rutas entre Barcelona, Lyon y París, por un lado, y entre Madrid y Marsella, por otro, y había acumulado 5,5 millones de viajeros. Renfe "no comparte las razones argumentadas para disolver la sociedad en la medida que existe una expectativa de recuperación de la demanda internacional", apuntaba entonces la compañía. Unos meses después, la ruptura de la alianza se ha hecho efectiva y se ha traducido en una caída de la oferta. El problema es que Renfe no puede operar la línea porque Francia todavía no le ha dado los permisos que le hacen falta para hacerlo.
Competencia feroz
La liberalización del sector ferroviario en Europa ha comportado la entrada de nuevos operadores a cada país y, en líneas generales, un aumento de la oferta. Pero también ha hecho la competencia más feroz. Mientras España ha abierto la puerta a nuevos operadores sin trabas, Renfe hace tiempo que espera permisos que no llegan. Según la compañía española, SNCF ha tomado la decisión de romper la alianza "una vez su servicio de alta velocidad Ouigo está consolidado en el mercado ferroviario español". La consecuencia del movimiento táctico de la compañía pública francesa es que SNCF puede operar en los dos países y Renfe solo en el estado español.
"La voluntad de Renfe es operar en todas las líneas donde sea posible en Francia", apunta Carmona. A corto plazo podría empezar a operar las líneas entre Barcelona y Lyon y entre la capital catalana y Marsella, pero Renfe todavía espera el certificado de seguridad que tiene que aprobar Francia. "Es una cuestión técnica y administrativa. Tenemos la confianza de que se resuelva todo bien y sea un procedimiento rápido", asegura el portavoz. Para operar la línea entre Barcelona y París, en cambio, "requerirá más tiempo" porque las autoridades francesas todavía no han homologado los trenes.
Sin reciprocidad
Según Renfe, un informe del regulador de transportes francés admite que Francia no está aplicando la "reciprocidad" en la liberalización ferroviaria. "Es una prueba de que no ha querido homologar trenes franceses, de Alstom, para llegar a París", destaca la operadora. Mientras tanto, SNCF tiene previsto aumentar la frecuencia en la ruta Barcelona-París con un tren más en cada sentido en verano, cuando la demanda sube. El trayecto de TGV inOui dura entre seis horas y media y siete. En Catalunya hace paradas en Girona y Figueres, mientras que en Francia se para en ocho ciudades, como Perpiñán y Montpellier. La compañía, que ahora no tiene competencia en esta ruta, prevé transportar 800.000 viajeros al año entre Francia y España.
La supresión de dos trenes diarios –que probablemente hará aumentar los viajes en avión– va en contra de los esfuerzos de los países europeos por reducir la huella de carbono. De hecho, la Comisión Europea ha validado recientemente la normativa francesa que prohíbe los vuelos interiores de menos de dos horas y media de duración que tengan alternativa en tren. Si París y Barcelona fueran las dos ciudades francesas, pronto estarían prohibidos los vuelos.