Cuerpo y Mente

Ser perfeccionista: ¿un problema o una suerte?

Descubrimos hasta qué punto es bueno ser meticuloso con todo lo que haces y dónde está el límite para que no llegue a ser nocivo

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'Cuerpo y mente'.

Barcelona¿Te preocupa cometer errores y repasas un documento mil veces antes de entregarlo en el trabajo?, ¿consideras que has fracasado cuando algo no ha tenido el resultado que querías?, ¿dejas de hacer cosas por miedo a hacerlas mal?, ¿eres igual de exigente con los demás?

Ser perfeccionista, a priori, puede parecer algo envidiable y positivo, porque suele estar asociado al deseo de conseguir la excelencia y cumplir los objetivos. Sin embargo, el perfeccionismo mal gestionado puede convertirse en una lucha constante por alcanzar metas irreales, hasta el punto de ser perjudicial para la salud mental. Entonces, ¿dónde está el límite?

Para empezar, es necesario diferenciar a las personas que tienen un perfeccionismo adaptativo. "Son las que tienen unos estándares altos de rendimiento y el perfeccionismo les va bien para dirigirse hacia la excelencia, que no es lo mismo que la perfección", explica el doctor en psicología Borja Farré Sender, jefe de la unidad de ansiedad y estrés (HUDexeus). Es decir, son personas ambiciosas que no se conforman con lo primero que les sale y que siempre intentan superarse. "Pero que lo saben gestionar bien y no llegan al punto de sufrir tristeza o ansiedad", apunta el psicólogo.

Querer ser infalible

Por el contrario, están las personas que sufren un perfeccionismo desadaptativo que les aboca a sufrir un gran sentimiento de malestar, que va desde la irritabilidad al insomnio, desasosiego, depresión o ansiedad. “Son incapaces de aceptar unas expectativas razonables y sentir que son falibles. Quieren hacerlo todo todo bien y, si no lo consiguen, lo viven como un fracaso”, continúa Farré Sender.

La autoculpabilización es una constante en la vida de los perfeccionistas, que intentan tener el mayor control posible de todo lo que hacen. También suelen compararse con los demás, dejan de hacer cosas si creen que no podrán hacerlas perfectas e, incluso, acaban procrastinando para no tener que enfrentarse al horror que sería no hacer las cosas bien. Además, suelen ser igual de exigentes y críticos con las personas que les rodean.

¿De dónde surge ese perfeccionismo nocivo? Para Farré Sender, es frecuente que estas personas hayan crecido en entornos muy penalizadores con los errores. “Como los que tenían un padre que, si sacabas un 8, te decía que es un resultado muy flojo, porque en su época él sacaba un 10. O quizá en la misma escuela a la que iban se promovía un entorno competitivo en el que se premiaba mucho quedar primero”, explica.

Todo esto acaba derivando en una persona perfeccionista que “no se acepta a sí misma si no hace un buen resultado”, continúa. “Al final, un hijo sólo quiere que su padre le ame, pero si sólo detecta su cariño si hace un buen rendimiento, es así como acaba conformando su manera de relacionarse con el mundo”, añade el psicólogo . Y no sólo eso, sino que a menudo acaba repitiéndolo con sus propios hijos.

Rebajar expectativas

¿Cómo romper ese círculo vicioso? "Es necesario que con un psicólogo trabaje sus expectativas y su preocupación y visión sesgada de los errores", continúa Farré Sender. “Los errores no le gustan a nadie, pero son constituyentes de un aprendizaje que es bueno. El ensayo y error es uno de los grandes mecanismos de aprendizaje que tenemos”, sigue.

Por tanto, revisar las expectativas es una parte fundamental de la terapia. "Si esperabas hacer una carrera en 10 segundos y la haces en 15 y eso te provoca frustración, tienes que plantearte si no era, en realidad, un hito demasiado exigente", explica Farré Sender. “Aunque te hayas entrenado mucho, no quiere decir que no valgas. Eres una persona que corre en 15 segundos y no está mal. Tienes que amarte como eres”, continúa.

Hay que quitarse de encima la convicción, pues, de que en la vida debe hacerse la carrera en 10 segundos. “Mientras te esfuerces, pongas ilusión a las cosas e intentes hacerlas lo mejor posible, tienes que estar tranquilo. Los errores forman parte de ti y te convierten en una persona normal, y ser una persona normal y aceptarse es ser feliz”, concluye.

Pequeños ejercicios por no ser tan perfeccionistas

Una parte de la terapia cognitivoconductual que hacen psicólogos como Borja Farré Sender consiste en “invitar” a los pacientes a actuar de forma “deliberadamente menos perfeccionista”. Algunos ejercicios consistirían, por ejemplo, en dar un máximo de treinta minutos para realizar una tarea. "Y que entregue lo que tenga", explica el psicólogo, que asegura que esto suele provocar mucha ansiedad. Otros recursos serían los de obligar a realizar unos horarios cerrados de entrada y salida al trabajo o no poder revisar los correos electrónicos antes de enviarlos. “Son formas de trabajar la exposición y de hacer autocrítica”, matiza.

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