Cuerpo y mente

¿Es posible que todos los días puedan ser buenos?

Hablamos con Daniel Goleman, psicólogo y autor del libro 'Óptimo. Rendimiento, empatía e inteligencia emocional'

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Cuerpo y mente.

¿Sabes ese momento en el que te sientes lleno de energía, con la mente clara y con la capacidad de llevar a cabo todas las tareas con éxito? Son días en los que el trabajo sale fácil, te sientes productivo y, mejor aún, estás feliz y satisfecho con lo que haces. Es como cuando un deportista realiza un partido perfecto o un actor lleva a cabo una actuación irrepetible.

Son toda una serie de momentos únicos que pasan de vez en cuando. Pero la realidad es que, cada día de éstos, hay cien que son más bien normales o insatisfactorios. Sin embargo, ¿sería posible que todos los días pudieran ser buenos de verdad? Según los psicólogos estadounidenses Daniel Goleman y Cary Cherniss, sí. Al menos ésta es la premisa de su nuevo libro Óptimo. Rendimiento, empatía e inteligencia emocional (Kairós, 2024).

En sus páginas, los investigadores afirman que saber gestionar la inteligencia emocional es la clave para ayudarnos a tener siempre un buen día y que la cuestión es establecer un objetivo realista para poder sentirnos siempre satisfechos.

Para empezar, Goleman nos define qué es exactamente un buen día laboral: "Es cuando sentimos que podemos dar lo mejor de nosotros, que nos sentimos bien e implicados en el trabajo". Es en momentos como estos que nos notamos preparados para hacer frente a cualquier reto que se nos presente. Y más aún: nuestro estado interior se refleja en la forma en que tratamos a los demás. "Nos mostramos positivos, comprensivos y con sentido del humor", dice.

En cambio, en los días duros, cuando todo parece difícil, podemos sentirnos frustrados, ansiosos o tristes. "El mal humor dificulta la resolución de problemas y la incapacidad para resolverlos genera frustración, incluso autocompasión y disgusto", señala.

Gestionar las emociones

¿Cómo, pues, podemos hacer que nuestros días sean buenos, aunque no siempre las cosas sean como nosotros quisiéramos? Según los estudios de Goleman y Cherniss, la mayoría de jefes de empresas, líderes de equipo o trabajadores considerados “buenos” son personas emocionalmente inteligentes. "Son personas que empatizan contigo, que saben gestionar las propias emociones y conectarlas con las de los demás", explica Goleman. En otras palabras, son personas inspiradoras capaces de guiar a los demás y aumentar la posibilidad de que todas tengan un buen día en el trabajo.

“Ser conscientes de cómo nos sentimos, por qué tenemos las reacciones emocionales que manifestamos y cómo influyen en nuestros pensamientos y sentimientos nos permite gestionar las emociones con eficacia”, indica Goleman. De esta forma, evitamos que las emociones negativas y los contratiempos nos distraigan de nuestros objetivos y seamos más ágiles a la hora de solucionar los problemas. Además, “gestionar bien las relaciones y las interacciones con los demás nos permite orientar, persuadir e incluso inspirar a los demás para que den lo mejor de sí mismos”. Sólo así se puede orientar y aconsejar de forma positiva al equipo a la hora de resolver conflictos o situaciones complicadas.

Porque, no nos engañemos, hay días o épocas en las que las cosas no salen como nosotros deseamos. El trabajo no ofrece buenas condiciones o existen miembros del equipo que te hacen la vida imposible. ¿Qué hacemos entonces? “Hay una diferencia entre lo que podemos cambiar y lo que no. A veces, por el motivo que sea, no podemos cambiar de trabajo y es entonces que debemos modificar nuestra forma de pensar y amoldarnos tanto como podamos para poder estar en un estado óptimo para nosotros”, aconseja Goleman.

Uno de los consejos del psicólogo para conseguirlo es apostar por la meditación y poner el foco en lo más importante. "Aprender a dirigir la atención hacia lo positivo de cada situación, y no centrarse en lo que no está bien", explica. También considera importante encontrar un propósito en el trabajo que se hace y que se ajuste a tus valores. “Esto produce mayor satisfacción vital que tener un trabajo de alto nivel, sobre todo en las generaciones más jóvenes”, asegura.

Aunque muchas empresas sigan contratando a los trabajadores en función de sus habilidades profesionales, por delante de sus competencias interpersonales y su inteligencia emocional, Goleman y Cherniss consideran que algunos directivos están empezando a otorgar la misma importancia a las dos vertientes. Un cambio de mentalidad que puede ser lento y que requiere voluntad y formación, pero que puede acabar siendo muy beneficioso tanto para las empresas como para los trabajadores.

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