Yo quiero quedarme en casa y mi pareja ver mundo: ¿qué podemos hacer?
Entenderse a la hora de ir de viaje no siempre es fácil e incluso puede crear un problema de base en la relación
BarcelonaTodo comienza con una entrada desesperada en un blog. Una anónima busca consejo sentimental entre los desconocidos de la red: “Mi novio no quiere viajar y me lo ha dicho bien claro: «Ve a donde quieras, pero conmigo no cuentes»». Las respuestas de los usuarios van desde viajar con amigos o sola hasta los más derrotistas, que hablan de romper la relación. Quizás no es necesario llegar a estos extremos, pero ¿cómo podemos abordar unas vacaciones cuando no tenemos los mismos gustos?
Situaciones como éstas son cada vez más frecuentes. A veces no es que uno de la pareja no quiera salir de casa y el otro sea un loco de los viajes, sino que por preferencia alguien es más aventurero y el otro opta por relajarse en la playa de siempre. Y es que, en general, elegir si irse a ver mar, ir a la montaña o explorar países desconocidos suele ser un dilema cada vez más complicado. Y, si es una decisión a tomar en pareja, la tarea puede hacerse aún más tediosa.
El caso de Sonia es un buen ejemplo e incluso puede ayudarnos a ver la luz al final del túnel si nos encontramos en un caso similar. Ella y su pareja, Jordi, llevan casi 21 años juntos y tienen dos hijos de 10 y 7 años. “A Jordi no le gusta viajar, la estresa estar en un sitio que no conoce. Y yo soy todo lo contrario, me iría a la otra punta del mundo. Es muy importante para mí”, explica Sonia. Cuando empezaban a salir, se marchaba con las amigas y alguna vez había conseguido hacer un viaje con él, pero el trabajo de organizar el itinerario siempre recaía y recae en ella: “Si nos vamos juntos tengo que encargarme de todo”. Sin embargo, la dinámica cambió cuando llegaron los niños. "No tiene sentido llevarse bebés a la otra punta del mundo, no disfrutas tú y ellos no lo recordarán cuando sean mayores", decía él.
Después de unos años en los que Jordi “se salió con la suya”, porque los hijos eran pequeños y Sonia no logró llevarse a la familia más lejos de Cerdeña o las islas griegas, la pareja llegó a un acuerdo. Decidieron que cada verano alternarían la decisión: un año decidiría ella y se marcharían lejos, aunque fuera sólo con los hijos, y al año siguiente decidiría él. “Le dije «Viajar me motiva, necesito hacerlo por realización personal y no quiero morirme sin haber visto ciertos lugares»”. Y el año pasado, ya con sus hijos mayores, se fueron a Costa Rica. “Él cedió, un poco a regañadientes porque no lo habría hecho, pero ceder es algo que debemos hacer ambos”. Este verano pasan unos días en Altafulla y en Boí Taüll, y para el año que viene Sonia ya piensa en un viaje largo: “Los niños me están pidiendo ir a Japón, les encanta viajar”.
Esta es la manera que la pareja ha encontrado para adaptarse, con un acuerdo que también abre la puerta a dejar que Sonia se marche con los hijos sin Jordi: “No puedes renunciar a cosas que son importantes para ti ; acabarías creando un resentimiento. Aceptamos esta opción para que yo pueda viajar y él no se sienta obligado a hacer algo que no quiere”.
Marta Ramo es psicóloga experta en terapia de pareja, y explica que diferir a la hora de escoger un sitio para ir de vacaciones “no debe convertirse en un problema irresoluble” y que por este motivo es importante “hablarlo” abiertamente”. Una de las opciones que propone es encontrar compromisos que satisfagan a ambos, como planificar viajes más cortos o buscar actividades que nos guste hacer juntos. Ahora bien, Ramo también añade que “respetar los deseos y necesidades del otro y esperar el mismo respeto a cambio es esencial para una relación sana”.
¿Y si cada año tenemos la misma discusión? La psicóloga afirma que "es comprensible" plantearnos dejar la relación si parece que no conseguimos resolver el problema. Esto podría decir que existen “diferencias más profundas” sobre los valores que compartimos, los intereses de cada uno y las expectativas de vida. En estos casos, "la prioridad siempre debe ser el bienestar emocional de todos los implicados", ya que nos veremos obligados a reflexionar sobre la disposición a comprometerse por encontrar un terreno común, así como nuestros objetivos personales.
Si, por ejemplo, somos nosotros los que no nos sentimos cómodos viajando, o bien con algún plan que nos propone la pareja, se nos puede hacer difícil comunicar estas diferencias. En estos momentos, debemos elegir “un momento tranquilo y adecuado” para tener esta conversación, como explica Ramo. “Utiliza frases que empiecen con «yo» para enfocarte en tus emociones y evitar atacar a tu pareja. Una vez expresadas tus preocupaciones, es importante escuchar la perspectiva de la otra persona y darle espacio para que pueda compartir sus sentimientos”, añade.
Comodidad versus aventura
En ocasiones el problema también se encuentra en el tipo de viaje. Clara (28) no es aficionada a hacer las vacaciones muy lejos, y siempre prefiere marchar pocos días: “Una semana ya se me hace larga. Enseguida me añoro de mi gente, necesito una rutina”. En cambio, su pareja, Anna (25), es todo lo contrario: "Si tiene 15 días de vacaciones, son 15 días que está fuera de casa". Es una apasionada visitar países lejanos, donde puede conocer la cultura y las tradiciones. Además, normalmente no coinciden en cuanto a los calendarios laborales, y se han acostumbrado a esta dinámica: Anna se marcha todo agosto con amigos y Clara se queda en casa. Sin embargo, este año han podido marcharse unos días a Mallorca, un acuerdo al que han llegado para compensar lo que les gustaba a las dos.
“Hemos intentado buscar un punto medio: ir a un lugar donde pudiéramos salir un poco del territorio sin tener que irse muy lejos”, explica Anna. Además, de las cuatro noches que pasaron en la isla, durmieron dos en un hotel y dos en una furgoneta, así pudieron disfrutar del tipo de viaje que les gusta a cada una. Ahora bien, aunque han tenido buena experiencia, las diferencias se han hecho notar: “A mí me sobró un día. Ya tenía ganas de volver y estar en casa tranquila”, afirma Clara, mientras que Anna también admite que, pese a pasárselo bien, no fue su tipo de viaje, ya que dista mucho de ir a Costa Rica, por ejemplo, a donde viajó hace dos años. La pareja lleva casi cuatro años de relación y asegura que no es algo de lo que hayan hablado mucho: “No soy nadie para cortarle las alas e impedirle hacer lo que ella quiere”, afirma Clara, y el 'Anna coincide: “Yo no lo arrastraré a un viaje largo”.
Puede ocurrir que diferencias como éstas nos aboquen a una crisis de pareja. Sin embargo, si estamos dispuestos a buscar soluciones que satisfagan ambas partes, podemos disfrutar de vacaciones juntos, ya sea haciendo viajes que se adapten a los gustos de todos, como hacen Clara y Anna, o hacer un año de cada , como hacen Sonia y Jordi. No hay que olvidar que no es necesario viajar siempre en pareja: también podemos disfrutar de unos días solos, o con los amigos o con la familia, para descansar o irse, si es lo que nos gusta.