Teletrabajo: una herramienta injusta para las mujeres

Una investigación sociológica detecta que ellas asumen muchas más tareas familiares y del hogar cuando trabajan desde casa

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Una mujer teletrabajando  desde casa durante el confinamiento del 2020

BarcelonaDicen que el teletrabajo ha venido para quedarse. Que gracias al teletrabajo la conciliación laboral y familiar será mejor. Incluso dicen que esto ayudará a muchas mujeres a mantenerse en el mercado laboral. Pero ¿hasta qué punto es cierto? ¿Hasta qué punto el teletrabajo puede ser, en realidad, una gran trampa para muchas mujeres? Este es el pistoletazo de salida del libro Que teletrabajen ellos. Aprendizajes de pandemia más allá de las obviedades (MRA Ediciones 2021). Una investigación que han llevado a cabo Sara Moreno Colom y Vicent Borràs Català, doctores en sociología y profesores en la UAB, así como investigadores del Instituto de Estudios del Trabajo y del Centro de Estudios Sociológicos sobre la Vida Cotidiana y el Trabajo. Después de un año y medio de seguimiento, los dos investigadores han detectado que, en términos generales, la experiencia del teletrabajo es muy diferente entre los hombres y las mujeres.

Para empezar, durante el confinamiento y todos los meses que han venido después las mujeres se han visto abocadas a tener una presencia simultánea entre el trabajo y los cuidados familiares, sin tener la posibilidad de diferenciar los tiempos ni los espacios. Una situación que ha provocado, según explica Sara Moreno, que tuvieran “jornadas eternas y sentimientos de angustia y de culpabilidad porque sentían que han hecho muchas cosas a la vez pero ninguna bien”. En cambio, para los hombres ha sido mucho más fácil diferenciar entre el trabajo laboral y el doméstico. “Suelen partir de una disponibilidad laboral absoluta y tienen la capacidad de blindar espacios dentro de casa, ya no solo físicamente, sino también mentalmente”, explica Moreno. Este cambio en los roles es debido, según el estudio, a cómo perciben el teletrabajo los dos géneros: “Mientras que las mujeres lo ven como una oportunidad para mejorar la conciliación, los hombres contemplan esta opción como una oportunidad para mejorar la calidad de vida o sus condiciones laborales”, matiza la socióloga.

El trabajo en casa, una herencia de la era industrial

Que las mujeres trabajen en casa mientras se encargan del hogar y la familia no es ninguna novedad. “Al inicio de la industrialización, prácticamente todas las casas eran puestos de trabajo”, explica Vicent Borràs. Era el lugar donde las mujeres acostumbraban a hacer manufacturas o acabados de productos mientras se dedicaban a las tareas domésticas. De hecho, Borràs recuerda que la primera legislación española con relación al trabajo a domicilio está hecha pensando en las mujeres. Más tarde, algunas mujeres también se llevaban a los niños a las fábricas, que a menudo colocaban en cunas o capazos junto a su puesto en la cadena de producción. “Ahora se habla de las guarderías en el trabajo como si fuera una cosa nueva, pero esto ya estaba inventado”, puntualiza el sociólogo.

“El problema es que si preguntas a las mujeres si quieren teletrabajar la mayoría te dirán que sí, porque su situación de estrés laboral ha disminuido. Ya no tienen que ir todo el día corriendo y pueden hacer más de madres. Pero al mismo tiempo te dicen que es una trampa, porque al final están todo el día atrapadas y lo que quieren es tener fronteras claras”, explica Borràs. Es decir, a las mujeres les gustaría poder tener un lugar externo donde trabajar, pero les pesa más la conciliación. “Y esto les crea un conflicto interno”, resume.

¿Y cuál acaba siendo el peligro? Que las mujeres vuelvan a “encerrarse en casa”. Además, los dos investigadores han detectado un perfil que denominan el de “las grandes perdedoras”: “Son las mujeres que tienen cargos directivos y tienen que cuidar a algún adulto dependiente. Muchas nos han confesado que el teletrabajo las ha atrapado en casa”, explica Moreno. Una modalidad que han mantenido en la desescalada. “Muchas han dejado de tener una cuidadora y, como hacen teletrabajo, la familia ya ha asumido que ella son la persona más idónea para cuidar a la persona dependiente”, apunta. “Incluso las hay que directamente se han trasladado a casa de la persona dependiente –añade Borràs–. Tienen mala conciencia, pero a la vez sienten que cada vez están más atrapadas”. Es así como se entra en la contradicción entre “la obligación moral de asumir el cuidado de los padres y la voluntad de querer seguir en el mercado laboral y tener una proyección”, explica Moreno. “Ahora parece que estamos en una situación inversa, en la que la mujer vuelve otra vez a casa con la idea de trabajo a domicilio. Por lo tanto, se vuelve a encerrar en casa, con todo lo que implica socialmente el hecho de encerrarse en casa, como la invisibilidad y la penalización, porque la realidad es que todavía vivimos en una cultura del trabajo muy presencialista. Si no se te ve, tu trabajo es invisible”, sigue.

Teletrabajo con perspectiva de género

Ante todo esto, los dos sociólogos apuestan por una verdadera igualdad entre los dos sexos y, por lo tanto, por que el teletrabajo se implemente con perspectiva de género. “Si no, cuando los dos hacen teletrabajo, casi siempre es más ella la que acaba haciéndose más cargo de las tareas domésticas y de la familia que él, que es más capaz de centrarse solo en el trabajo”, resume Borràs. También hay que tener en cuenta que no todos los oficios son adecuados para trabajar a distancia, pero los investigadores sí han detectado un perfil de trabajador que podría encajar: el de hombres que son padres, que trabajan en la administración pública y que no tienen mucha responsabilidad laboral. “Suelen tener buenas condiciones laborales y horarios conciliadores”, explica Moreno. Todos los hombres con perfiles de trabajo parecido son, según los sociólogos, los “agentes de cambio” hacia el camino de la corresponsabilidad. “La condición es que estén solos en casa con los niños y que sus condiciones laborales sean buenas”, añade. “Hay que recordar que el teletrabajo es una modalidad de organización del trabajo, y si esta modalidad se implementa sin perspectiva de género el riesgo es que acabe pasando como pasa ahora: que solo escojan el teletrabajo las mujeres porque les facilita conciliar, y que, a la vez, esto les suponga una penalización en términos laborales porque se las percibe menos disponibles”, dice la socióloga. Una situación muy parecida a lo que pasa con las mujeres que tienen trabajos de tiempo parcial. “Nosotros alertamos del riesgo de que el teletrabajo se convierta en una falsa solución para la conciliación que solo se cojan las mujeres que son madres o las que tienen a alguien dependiente a cargo suyo, y que se pierda todo su potencial transformador”, resume.

Ante este riesgo, los dos sociólogos tienen claro que hay que fomentar que los hombres soliciten el teletrabajo. Una propuesta que se inspira en el caso real que pasó en la Universidad de Oslo después del confinamiento. “Cuando el rector diseñó el plan de desescalada de todo el personal docente e investigador, priorizó que fueran las investigadoras las primeras en volver a hacer trabajo presencial”, apunta Moreno. ¿El motivo? El rector había detectado que durante el confinamiento habían sido ellas las que más habían bajado el ritmo de producción científica, mientras que los hombres lo habían multiplicado. En definitiva, concluyen, el teletrabajo se tiene que ver como una oportunidad en términos de corresponsabilidad. Y esto implica tomar decisiones valientes.

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