Agricultores con kaláshnikov defienden la cosecha en Ucrania

La actividad agraria de uno de los principales productores de grano en Europa se retoma después de un mes de guerra

Agricultores ucranianos descargan sacos de fertilizante para abonar los campos al pueblo de Kovalivka, al sur de Kíiv.
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Enviada especial a Kovalivka (Ucrania)A una hora en coche del sur de Kiev, la capital ucraniana, se comienzan a ver campos de cultivo. La carretera que transcurre junto a las tierras está llena de controles. Sin embargo, los que hacen guardia no son ni militares ni policías, sino hombres que no parecen tener mucha experiencia con las armas. Algunos visten uniforme militar y tienen cierta apariencia de autoridad, pero otros están en medio de la calzada con unos simples vaqueros y un jersey y un kaláshnikov colgado en el hombro. Verlos da ganas de echar a correr.

En uno de los controles hay neumáticos, sacos llenos de arena e incluso grandes estructuras de hierro atravesados en medio de la calzada. También ondean banderas ucranianas y dos espantapájaros están al pie de la carretera como si dieran la bienvenida a los conductores. Vehículo que pasa, vehículo que detienen los hombres del kaláshnikov. Revisan la documentación y después les dejan continuar la marcha.

A pesar de la apariencia, los hombres del kaláshnikov son afables en las distancias cortas y están dispuestos a que esta periodista les entreviste siempre que no haga fotografías ni de ellos ni del puesto de control. La mayoría son agricultores, como Alexander, que tiene 57 años, es propietario de 25 hectáreas de tierra y cultiva trigo, soja y otros cereales. Además, también tiene cerdos. Dice que si hace un año le hubieran dicho que estaría plantado en una carretera con un kaláshnikov, no se lo habría creído. En cambio, a esto le dedica ahora buena parte del día. El resto, al campo y a los animales. ¿Cómo lo hace? “Somos ucranianos, podemos hacerlo todo –contesta–. Nosotros no tenemos miedo a los rusos. Si Europa nos da armas, podremos luchar y recoger la cosecha”.

Siembra de trigo

De hecho, los agricultores ucranianos acaban de reanudar la actividad después de varias semanas de paro desde que estalló la guerra. En Kovalivka, un pueblo situado a unos 75 kilómetros al sur de Kiev, se ven tractores recorriendo los campos de un lado a otro para sembrar el trigo. Son tierras de un color marrón oscuro, como si estuvieran mojadas, que ocupan amplias estepas, salpicadas solo por grandes silos. Se trata de las famosas tierras negras ucranianas, particularmente fértiles, que han convertido al país en el granero de Europa.

Un tractor con un aparato para sembrar trigo, en plena actividad en el pueblo de Kovalivka.

De hecho, Ucrania es el quinto mayor exportador de trigo del mundo. De su producción dependen infinidad de países y esto hace que los efectos de la guerra ya se hayan empezado a notar en lugares tan alejados como Oriente Próximo o el continente africano, donde el precio de los alimentos básicos se ha disparado después de que el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, haya decretado prohibir la exportación de cereales. "Debemos garantizar primero la alimentación de nuestra gente", justifica por teléfono la subdirectora del Instituto Nacional de Agricultura de la Academia de Ciencias de Ucrania, Nadia Asanishvili, que apoya completamente la decisión del presidente.

“Empezamos a sembrar trigo hace poco más de una semana”, explica un agricultor, Oleg, de 29 años, que detiene el tractor en medio del campo y se acerca a hablar tranquilamente. Dice que van con retraso porque deberían haber empezado a sembrar hace dos semanas, pero muchos campesinos se alistaron a las llamadas Fuerzas de Defensa Territorial al inicio de la guerra, y el toque de queda de las ocho de la tarde a las siete de la mañana también es una dificultad. Las tierras son tan sumamente extensas en Ucrania que, cuando es necesario sembrarlas, los agricultores trabajan día y noche.

El toque de queda sigue vigente y muchos agricultores siguen formando parte de las Fuerzas de Defensa Territorial, pero, después de más de un mes de guerra, estos dos inconvenientes iniciales ya no parecen ser un problema. “Trabajo durante el día y estoy en un puesto de control por la noche”, asegura Oleg, que, como Alexander, también combina ahora las dos tareas. No parece preocupado que no sea posible exportar trigo. "A mí me pagan por el número de hectáreas que cultivo, y este año sembraré las mismas que el año pasado: cuatrocientas", asegura.

Otro campesino que trabaja en un campo kilómetros más allá también se muestra tranquilo. Se llama Serguéi y es muy joven, solo tiene 24 años. “Lo importante es sembrar ahora. Lo que ocurra después ya se verá”, comenta con despreocupación. Él tampoco es propietario de las tierras, se limita a cultivarlas. De hecho, en esta zona del sur de Kiev la mayoría de campos de cultivo son propiedad de la empresa Svitanok, una de las grandes del sector en Ucrania, que también facilita la maquinaria agraria y los fertilizantes a los agricultores. Uno de sus responsables, Maxim Kornienko, explica que en la zona de Kovalivka tienen 10.000 hectáreas de trigo, 10.000 más de remolacha y 60.000 de maíz, y que en todas ellas se ha reanudado la actividad agraria. “Lo mismo ocurre en el resto del país. En el 80% de las tierras, se empezará la temporada”, asegura. En definitiva, la cosecha está asegurada, dice.

Serguéi, de 24 años, con el tractor con el que ha empezado a sembrar la tierra en Kovalivka.

Lo que no está garantizado es la exportación, no solo por el decreto presidencial, sino porque los puertos a través de los cuales se trasladaba estos cereales al extranjero están amenazados por las tropas rusas. Uno es el de Odesa, y otro el que está situado a pocos kilómetros de la ciudad de Mikolaiv, ambos a orillas del mar Negro, al sur del país. Los cereales son transportados hasta allí en un tren de vagonetas, que ahora está parado en Kovalivka, en medio de los campos.

“El trigo se recoge hacia julio o agosto, y el maíz y la remolacha hacia septiembre u octubre. Somos optimistas. Esperamos que, entonces, ya habrá terminado la guerra y se podrán reanudar las exportaciones”, afirma Kornienko, convencido. También admite que el consumo local no podría absorber en modo alguno toda la producción, y menos ahora que más de 4 millones de personas han huido del país a causa del conflicto.

“Nos preocupa no tener suficientes almacenes para guardar esa cantidad de cereal”, declara Ruslan, que es el representante de otra empresa agrícola y que sí se muestra intranquilo por un escenario futuro que nadie sabe cómo será. Está ajetreado descargando con una grúa sacos de fertilizante. Según dice, fertilizante y maquinaria agraria no les falta. Además, el gobierno de Azerbaiyán se mostró dispuesto el lunes a proporcionar combustible a los campesinos ucranianos para que puedan sembrar.

Alexander continúa con su kaláshnikov en el puesto de control. Si el precio del trigo se hunde en Ucrania por la imposibilidad de exportarlo, él ya tiene la solución: "Entonces me dedicaré a los cerdos". Lo que no pretende es dejar las armas: “Los soldados rusos deberían meterse semillas en los bolsillos. Así cuando mueran, al menos sacaremos algún provecho”, afirma.

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