¿Por qué los chinos tienen miedo de salir de casa?
El fin de las restricciones coge a la población de China desprevenida y en medio de una oleada de contagios
PekínPekín se ha convertido en una ciudad sin vida después de eliminar las medidas estrictas de la política del covid cero. Los confinamientos y las restricciones se han levantado, pero la población responde con miedo a la oleada de contagios. Las calles están vacías y las compras masivas de medicamentos para tratar los síntomas del covid-19 han acabado con las existencias en las farmacias. El tráfico es residual en las habitualmente congestionadas calles de la capital china, en el metro no hay pasajeros y los centros comerciales están desiertos. A pesar de que tiendas, bares y restaurantes ya pueden abrir libremente, ahora faltan clientes. La población opta por recluirse en casa con el objetivo de protegerse del contagio o bien para superar la enfermedad.
La imagen de la ciudad nos devuelve a principios del 2020, cuando estalló la pandemia. Entonces la gran avenida Chang’an, que pasa por delante de la Ciudad Prohibida, con sus nueve carriles sin coches, alertaba de que algo grave estaba pasando. La gran diferencia es que mientras que entonces todo estaba cerrado, y había vallas por todas partes, ahora todo está abierto y quizás por eso Pekín ofrece una imagen más distópica todavía, de ciudad fantasma.
La oleada de contagios ha desbordado las previsiones. Los residentes, incluida esta corresponsal, hemos vivido con estupor cómo, después de tres años sin prácticamente casos, en una sola semana la mayoría de los amigos, vecinos o compañeros de trabajo se han contagiado. Algunas empresas han informado de que el 90% de los trabajadores están infectados.
Medidas ineficientes
El director de emergencias de la OMS, Mike Ryan, ha advertido de que seguramente el virus se ha estado propagando durante semanas con intensidad "porque las medidas de control en sí mismas no estaban parando la enfermedad". Esta realidad, que había tantos contagios que no era posible contener los brotes y enviar a centros de cuarentena a todos los infectados, es la que posiblemente ha acelerado la decisión del gobierno de Xi Jinping de levantar las restricciones. Las protestas en las calles que mostraban el cansancio de la población han sido el detonante final.
Las medidas hasta ahora en vigor se han levantado muy deprisa. En Pekín se ha pasado del escenario de la última semana de noviembre, donde se cerraban hospitales enteros por algún caso dudoso de covid-19 entre el personal sanitario, a la realidad actual, en la que se han eliminado todos los controles y se han dejado de exigir pruebas PCR. La mayoría de los quioscos que surgieron como setas en toda la ciudad para hacer los tests cada 48 horas han desaparecido. Los pocos que quedan solo las hacen en caso de prescripción.
Esta última semana también se ha desactivado la aplicación que rastreaba los movimientos de los ciudadanos y alertaba si se había viajado a una zona con riesgo de contagio. Durante estos tres años, la información de esta aplicación decidía si se podía coger un tren o un avión. El pasado miércoles las autoridades sanitarias daban un paso más y reconocían que los casos son tantos que no se pueden rastrear y ya no se informará oficialmente del número de asintomáticos.
Miedo y desconcierto
La rapidez a la hora de desmantelar las medidas anticovid ha provocado desconcierto y miedo entre la población, que se ha lanzado a hacer compras motivadas por el pánico. El aumento de los pedidos y la cantidad de repartidores contagiados retardan las entregas. En las farmacias, ya sean físicas u online, hay desabastecimiento de ibuprofeno y otros antigripales. Los termómetros y las pruebas de antígenos también son difíciles de encontrar. Ante el acaparamiento se han puesto límites a la compra de estos productos. También se han agotado los medicamentos de medicina china contra la fiebre, igual que algunas frutas como los melocotones en almíbar, utilizados tradicionalmente para combatir los constipados.
Ante el alud de casos por todo el país se ha anunciado la apertura de 47.000 clínicas de fiebre para evitar el colapso en los hospitales. El viernes se pidió a los centros hospitalarios rurales que se prepararan para atender la ola de contagios que se producirá durante las fiestas del Año Nuevo Chino, cuando familias de todo el país se reúnen cada una en su pueblo de origen. De momento ya han circulado algunos vídeos de centros sanitarios con salas de espera atestadas y personas haciendo cola en la calle. Incluso se han visto imágenes de pacientes conectados a un gota a gota en el interior de coches aparcados ante un centro sanitario, como por ejemplo las que llegan desde un hospital de la provincia de Hubei. El gobierno también ha lanzado esta última semana una nueva campaña de vacunación para los mayores de 60 años y las personas vulnerables. La escasa vacunación de la gente mayor es el principal riesgo de mortalidad. Solo el 66,4% de los ciudadanos de más de 80 años tienen la pauta completa.