Biden y Johnson escenifican una renovada amistad Washington-Londres

El presidente de los Estados Unidos y el 'premier' británico firman una nueva Carta Atlántica que evoca la que Churchill selló con Roosevelt en 1941

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Jill Biden, Joe Biden, Boris Johnson y Carrie Johnson, este jueves, en la primera sesión gráfica que el presidente de los Estados Unidos y el primer ministro británico, acompañados de sus mujeres, han hecho en Cornualles antes de reunirse en una sesión bilateral previa a la cumbre del G7

LondresJoe Biden y Boris Johnson, "clon físico y emocial" de Donald Trump, según la definición que el presidente de los Estados Unidos hizo del primer ministro británico en diciembre de 2019, cuando todavía era solo un aspirante más a la candidatura demócrata en la Casa Blanca, se han encontrado este jueves en Cornualles, ante la bahía de Carbis, al suroeste de Inglaterra. Primera reunión cara a cara como líderes de sus respectivos países. Johnson ha hecho de buen muchacho y ha olvidado qué dijo Biden –a pesar de que entonces el premier lo debió de recibir como un elogio merecido–, y Biden también ha olvidado que Johnson quería aparecer ante el mundo como el colega más aventajado del hombre del permanente gesto enfurecido y el cabello naranja. Johnson, de hecho, fue más allá. Y, al acabar el encuentro, ante las cámaras de la televisión, calificó la presencia de Biden en la Casa Blanca de "alenada de aire fresco".

La razón de tanta desmemoria: las leyes de la diplomacia internacional de altos vuelos y la necesidad de fortalecer y renovar las relaciones transatlánticas en unos momentos en los que Rusia y China se ven, o se vuelven a ver, como elementos de desestabilización de las democracias occidentales.

Las primeras palabras grabadas de los dos mandatarios han sonado un poco a guion de late-night talk show de los años ochenta. Biden ha comentado: "Le he dicho al primer ministro que tenemos una cosa en común: los dos nos hemos casado por encima de nuestras posibilidades". Johnson todavía no hace ni dos semanas que se unió en matrimonio por tercera vez con una mujer veinte años más joven. Y recogiendo el guante de una afirmación que, sin demasiada exigencia, se podría tildar de condescendiente en el mejor de los casos, ha contestado de la siguiente manera: "No disentiré. No estaré en desacuerdo con el presidente en esto o, de hecho, en cualquier otra cosa; creo que es muy probable". La muy breve sesión mediática se ha convertido entonces un pequeño caos de preguntas a gritos de la prensa sin respuestas de los mandatarios. Mientras tanto, el anfitrión hacía un gesto al invitado como queriendo decirle: "Estos chicos y chicas de la prensa, ya se sabe, son incorregibles".

La insistencia de los medios de comunicación presentes, sin embargo, tenía una razón muy concreta. Y es que por primera vez en un encuentro bilateral entre el máximo responsable de los Estados Unidos y el inquilino de Downing Street no se ha programado una conferencia de prensa conjunta posterior. ¿Por qué? Quizás porque, en el fondo, hay tantas razones para el acuerdo y la cooperación como una, cuando menos una, para el desacuerdo. Y es la actitud británica en relación con la aplicación del Protocolo del Brexit en Irlanda del Norte, que está provocando no poca tensión entre Bruselas y Londres, con acusaciones desde Belfast de intransigencia de los europeos, y con amenazas desde Bruselas de introducir tarifas y aranceles en el comercio si el Reino Unido no cumple lo que se ha pactado. No en balde, por la mañana, en una conferencia de prensa desde Bruselas, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen ha asegurado: "Lo que se ha acordado se tiene que implementar".

En este sentido, en el comunicado conjunto que Downing Street ha distribuido al final del encuentro, se puede leer: "El primer ministro y el presidente han reafirmado su compromiso con el Acuerdo de Belfast (Viernes Santo) y con la protección de las ganancias del proceso de paz. Los líderes han acordado que tanto la UE como el Reino Unido tienen la responsabilidad de trabajar juntos y de encontrar soluciones pragmáticas para permitir el comercio sin compromiso entre Irlanda del Norte, la Gran Bretaña y la República de Irlanda". Un texto de compromiso para no herir la sensibilidad británica después de que, de palabra, Washington advirtiera a Londres de que con la paz en la isla no se juega.

Nada de polémica

Los británicos, y especialmente Boris Johnson, saben perfectamente que Biden piensa que el Brexit ha desestabilizado y ha debilitado a los aliados occidentales pero que hay que hacer de tripas corazón y salir adelante. Al mismo tiempo, los Estados Unidos comandados por los demócratas necesitan presentarse ante el mundo como los líderes de las democracias liberales, una vez se ha puesto punto y final al trumpismo aislacionista. Por lo tanto, la escenificación del encuentro ha pretendido evitar cualquier polémica o fricción. Los dos tenían el incentivo de mostrar que, por encima de las desavenencias personales, de los juicios o los comentarios del pasado, la relación Washington-Londres es estable y funciona como una maquinaria muy engrasada.

Más allá de las diferencias de personalidades, y la coyuntura, lo cierto es que la relación institucional entre los Estados Unidos y el Reino Unido es enorme: a nivel diplomático, administrativo, de seguridad, de defensa y comercial. Biden han hecho un gesto muy explícito viéndose con Johnson en primer lugar, antes del G-7 y de su viaje a Bruselas. Y también ha traído bajo el brazo la simbólica firma de una renovada Carta Atlántica –para garantizar cooperación económica y en materia de sostenibilidad, seguridad y tecnología– que evoca la que Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt firmaron en 1941, cuando ya en plena guerra en Europa, el Viejo León viajó a los Estados Unidos para sellar una colaboración que se volvería fundamental en la lucha contra los nazis. Los dos países también han acordado este jueves el establecimiento de un grupo de trabajo para recuperar lo antes posible la normalidad del tráfico aéreo pospandemia.

A partir de este viernes, sin embargo, con el inicio oficial de la reunión del G-7 –el club de los siete países más ricos del mundo–, donde también se sentará la Unión Europea, representada por la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y el jefe del Consejo, Charles Michel, la cuestión de Irlanda del Norte y el Brexit puede volver a salir, a pesar de que no consta en la agenda oficial. Downing Street confía, sin embargo, en haber convencido a Washington de que el Reino Unido post-Brexit no es parte de un nuevo problema en Irlanda del Norte, sino una pieza más en la solución de los grandes retos. Retos en la agenda oficial del G-7 que, en principio, estará focalizada en el combate de la pandemia, la lucha contra el cambio climático como esfuerzo previo a la Cumbre de Clima de Naciones Unidas, COP26, de Glasgow, en noviembre, y el fortalecimiento de las democracias liberales ante las amenazas ya mencionadas de Rusia y China.

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