Inmigración

El camino de Dinamarca hacia los "cero" refugiados

El gobierno socialdemócrata continúa con la línea dura y solo da asilo a 600 personas

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La primera  ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen.

Malmö (Suecia)“Cero demandantes de asilo”. Esta es la ambición de la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, que un año y medio después de ganar las elecciones ha reafirmado que el gobierno socialdemócrata mantiene la línea dura contra la inmigración del anterior gobierno liberalconservador. “No podemos prometer cero demandantes de asilo, pero sí que podemos establecer este objetivo”, dijo Frederiksen en uno de los últimos debates parlamentarios. “Nos tenemos que asegurar que no llegue demasiada gente a nuestro país, porque si no, no habrá cohesión social. Ahora mismo ya supone un desafío”, argumentó. 

El año pasado Dinamarca concedió asilo a unas 600 personas (de las 1.547 que lo habían solicitado), la cifra más baja desde que hay registros, que empezaron en 1992. Según el ministro de Asuntos Exteriores e Integración, Mattias Tesfaye, esto es “una muy buena noticia” y, a pesar de que admite que la crisis del coronavirus ha influido, considera que se debe de “sobre todo a la estricta política de inmigración” del país escandinavo.

Tesfaye, que es hijo de un refugiado etíope, insiste que el objetivo del gobierno es no recibir ningún solicitante de asilo “espontáneo”, de forma que se pueda establecer un sistema de “cuotas controladas”. Por eso el gobierno danés está trabajando para establecer centros de recepción de refugiados fuera de Europa, en el norte de África o en Oriente Medio. “Nadie tendría que arriesgar su vida en un barco hinchable a través del Mediterráneo”, ha argumentado el ministro danés. 

Un rescate de la ONG Open Arms, en aguas internacionales del Mediterráneo central

Pocos meses después de tomar posesión, el gobierno en minoría de Frederiksen anunció que Dinamarca está dispuesta a volver a acoger la cuota de refugiados acordados con la ONU para dar asilo a las personas que no pueden volver a sus países por culpa de guerras, conflictos o persecuciones continuadas. Desde que firmó este convenio en 1989, Dinamarca había recibido 500 refugiados cada año. Hasta 2016, cuando el gobierno decidió parar el programa después de que el país recibiera un pico de 21.000 solicitudes de asilo en 2015. De estas, se concedieron 10.900, el máximo de las últimas dos décadas, pero hay que remontarse hasta 1995 para encontrar la cifra más elevada, puesto que aquel año el país escandinavo concedió más de 20.000 asilos. 

A pesar de la importancia del debate migratorio de los últimos años en Dinamarca, las cifras no tienen nada que ver con las de sus dos países vecinos: Alemania, el país que más refugiados acogió en 2015, y Suecia, con la cifra más alta en relación con la población. Con 10 millones de habitantes, Suecia ha recibido más de 460.000 solicitudes de asilo desde 2010 – ha concedido unas 235.000–, con el récord de más de 162.000 peticiones solo durante 2015.  

La crisis migratoria en Europa coincidió con la entrada del gobierno danés de derechas de Lars Løkke Rasmussen, que implantó algunas de las leyes más restrictivas de Europa, como un Código Penal más duro en los barrios mayoritariamente habitados por inmigrantes (oficialmente denominados guetos), la prohibición del burka en los espacios públicos, la ampliación de los tiempos de espera para poder solicitar la reunificación familiar y la conocida como ley de joyas, que permite a la policía requisar dinero y objetos a los refugiados para que contribuyan a sufragar el coste de los servicios públicos. 

La cara más visible de estas medidas fue la de la entonces ministra de Inmigración, Inger Støjberg. Justamente esta semana, el Parlamento danés ha aprobado poner en marcha un proceso de impeachment contra Støjberg por haber ordenado la separación de parejas de refugiados menores de edad, una medida que justificó para evitar matrimonios forzados pero que se ha demostrado que era ilegal. 

En aquel momento el gobierno danés dependía del partido de extrema derecha Partido Popular Danés (DF, por las siglas en danés), que ha tenido un papel principal durante las últimas dos décadas a la hora de implantar una política contra la inmigración muy dura en Dinamarca. A pesar de que los socialdemócratas estaban en la oposición, apoyaron todas estas medidas restrictivas en el Parlamento, y en la campaña de las elecciones de junio de 2019 el partido de la actual primera ministra dejó claro que tenía intención de mantenerse en la misma línea. Esto le ha reportado un traspaso de votos del DF, que ahora mismo registra mínimos históricos en intención de voto, alrededor del 5%.

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