LondresLas medidas de ahorro energético que, poco a poco, empiezan a imponerse en todo Europa parece que anuncian también cambios en la moda, no solo en la iluminación pública de las calles del continente o en los grados a los que poner el aire acondicionado o la calefacción. En su balance de fin de curso, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, apuntó: "He pedido a los ministros y a las ministras, y a todos los responsable públicos, y me gustaría también al sector privado, que cuando no sea necesario no usen la corbata, porque así también estaremos contribuyendo al ahorro energético, que tan necesario es en nuestro país".
No lo aclaró, pero Sánchez probablemente se referiría al hecho de que con la corbata la sensación de ahogo puede ser mayor para quien la lleva y, por lo tanto, sería mucho más necesario un aire acondicionado por debajo de los 27 grados que recomiendan el gobierno español y otros ejecutivos comunitarios. Sin corbata, pues, el aire acondicionado a 27 grados se supone más soportable.
Pedro Sánchez no es el único que quiere relajar las normas en el vestuario. Entre las recomendaciones para ahorrar energía, el mayor proveedor de electricidad de Austria, la compañía Verbund, aconseja a sus clientes que solo planchen las prendas de ropa en los casos en los que sea estrictamente necesario.
La plancha y el microondas, por ejemplo, o los kettles –calentador eléctrico de agua que no falta en ninguna casa del Reino Unido, donde el te es una religión– podrían pasar a mejor vida si la Rusia de Vladímir Putin continúa haciendo de la energía otra arma de su guerra contra Ucrania, reduciendo los envíos de gas progresivamente o cerrando el grifo definitivamente de golpe, o si la Unión Europea no avanza más rápidamente en los planes para una transición a las renovables, que no dependen del Kremlin y que, además, en principio tendrían que ser sostenibles.
Reducción del 15% del consumo de gas
Las medidas de ahorro energético en los países de la Unión pretenden ajustarse al plan de Bruselas para reducir gradualmente la demanda de gas –desde agosto hasta marzo– y evitar apagones este invierno. El objetivo fijado por la Comisión es, en general, una disminución del consumo del 15% al final del periodo. Además, antes del 1 de noviembre, se pretende que las reservas de gas estén al 80%. Todo ello es fruto del Plan REPowerEU para poner fin lo antes posible a la dependencia de la UE respecto a los combustibles fósiles rusos: para el gas supone el 40% del consumo del bloque y para el petróleo el 25%, aproximadamente.
Pero la letra pequeña de las medidas consensuadas el día 26 de julio por los ministros de Energía de los Veintisiete marca muchas excepciones. Así, socios como España o Portugal solo se han comprometido a un ahorro del 7%; Francia, al 10%, o, por ejemplo, en el caso de Grecia se permitiría que no hiciera ningún ahorro si viera comprometida su capacidad para producir electricidad, puesto que la genera toda a partir de gas.
El acuerdo político de Bruselas se consiguió como de costumbre haciendo todo tipo de concesiones a los diferentes estados miembros. Los del sur, además, habían visto el objetivo de reducir un 15% el consumo –unos 45.000 millones de metros cúbicos– como una medida ad hoc para que Alemania quedara bien, ya que depende al 49% de las exportaciones energéticas de Putin y podría ver en peligro su capacidad de locomotora económica de la UE si el Kremlin continúa castigando a Occidente. Con todas las excepciones hechas por la Comisión, la presunta reducción del consumo será ahora de unos 30.000 millones de metros cúbicos de gas. Si el invierno no es muy frío, los especialistas de la Comisión consideran que habrán salvado los muebles.
Pero las declaraciones de los responsables de la Comisión son unas y las acciones de los diferentes gobiernos europeos son otras, que muestran las divergencias de criterio entre las capitales europeas. Se ha llegado a extremos como por ejemplo que mientras la ciudad de Berlín apaga las luces de su catedral, en Atenas se puede ver cada noche cómo el Partenón continúa perfectamente iluminado. Al menos este verano, a pesar de que la intención del gobierno griego es que en invierno los monumentos públicos no se iluminen.
En paralelo a las medidas de eficiencia o ahorro, la UE también tiene previsto aumentar los objetivos de energías renovables, con la intención de que representen el 45% de su combinación energética global en 2030, respecto al 40% de los planes anteriores. En teoría, esto implicará duplicar la capacidad solar fotovoltaica de aquí al 2025, situándola en 600 gigavatios en 2030. La UE tenía una capacidad solar fotovoltaica de unos 165 gigavatios en 2021. El bloque también buscará aumentar su capacidad de producción de energía eólica como parte del plan de futuro, si bien no ha sido específicamente cuantificada.
La contradicción irresoluble es la que admitió la semana pasada el portavoz del ejecutivo europeo, Eric Mamer: "La guerra ha acelerado la transición hacia una economía menos dependiente de los combustibles fósiles, pero en este contexto [de guerra y de restricciones de Moscú] puede ser legítimo [recurrir al carbón]”.
En este sentido, Alemania y otros vecinos europeos –Polonia, por ejemplo– están volviendo a reavivar las centrales eléctricas de carbón, una medida en principio temporal pero que algunos defienden como necesaria en la actual coyuntura. Una parte de la razón por la cual los alemanes permiten que las plantas de carbón se vuelvan a poner en marcha de forma inmediata es que quieren cerrar las de gas para que puedan dedicarse con exclusividad al almacenamiento para el invierno. La nueva legislación aprobada por el Bundestag permitirá al país utilizar 15 centrales eléctricas de carbón, que estaba previsto que fueran eliminadas este año o el que viene.
El ejemplo asiático que Europa no sigue
Más allá de las cuestiones de sostenibilidad, una de las preguntas clave ante la implantación de las nuevas medidas de ahorro es si realmente son suficientes y si todavía se podría hacer más. Y si se echa un vistazo a Japón, lo que resulta claro es que la UE no hace todo lo que podría, quizás por carencia de voluntad política, quizás por incapacidad de imponer medidas mucho más drásticas a los estados miembro que alterarían mucho los estándares de vida o por la presión de los diferentes lobbies que operan en Bruselas.
¿Cuánta energía se ahorraría si la UE obligara a que los partidos de fútbol de las grandes ligas, y la Champions League incluida, se disputaran con luz natural y no bajo los focos que hacen posibles retransmisiones para los diferentes mercados televisivos globales? A raíz del terremoto y posterior tsunami que sufrió Japón en 2011, y el desastre que ocasionó en la planta nuclear de Fukushima, la liga profesional de béisbol y de fútbol del país modificó sus horarios y prohibió la celebración de partidos nocturnos, para reducir la demanda de electricidad. Francia y Alemania lo han planteado.
Tokyo Electric Power Co, el operador de Fukushima, perdió alrededor del 40% de su capacidad de generación de energía. Inmediatamente se impusieron medidas de ahorro, como la mencionada. Y muchas más. Por ejemplo, los centros comerciales pararon las escaleras mecánicas, las fábricas redujeron los horarios de las líneas de montaje, y las salas de juego de pachinko, famosas por sus luces intermitentes y máquinas ruidosas, se cerraron temporalmente.
En mayo de aquel año, el gobierno instó a los ciudadanos y a las empresas de Tokyo y el norte de Japón a reducir la energía un 15% en las horas punta durante el verano. La mayoría de las empresas japonesas entraron en modo de austeridad luego tras el desastre y apagaron sus luces y redujeron el uso de los ascensores. El ministerio de Medio ambiente apuntó a una reducción todavía más grande del 25% mediante medidas como apagar más de la mitad de las impresoras durante las horas punta e incluso pidió a los trabajadores que llevaran sus propias bebidas frías para que pudieran desconectar las máquinas expendedoras de refrescos y agua.
Como ha pasado en Europa este verano, los responsables de los puestos de trabajo subieron los termostatos de los aires acondicionados y animaron a los empleados a aceptar la campaña gubernamental Cool Biz para llevar ropa más ligera en verano, una especie de petición de corbatas fuera como la que hizo Pedro Sánchez.
Más progreso, más consumo
Algunos estudios psicológicos hechos por especialistas en energía, sin embargo, muestran que el ahorro energético es muy difícil de conseguir. Entre otras razones, por el llamado efecto rebote. Por ejemplo: en general, el aislamiento de un edificio, que puede favorecer una reducción del uso de energía del 20%, acaba en un consumo más grande. Kirsten Gram-Hanssen, profesora del departamento de Medio ambiente de la Universidad de Aalborg, en Copenhague, explica que "en términos generales, el 20% de los posibles ahorros en calefacción doméstica [por las mencionadas mejoras del aislamiento] no se consiguen debido al efecto rebote, puesto que individualmente convertimos la eficiencia obtenida con la renovación de edificios y dispositivos inteligentes en un mayor consumo y un mayor confort".
Desde una perspectiva política, tecnología y comportamiento humano son vistos como dos aspectos diferentes, pero están "estrechamente relacionados", apunta Gram-Hanssen. "Hoy en día, tenemos mucha tecnología que nos facilita consumir más. Si es conveniente y cómodo utilizar la energía, no bajaremos nuestro consumo. A veces tenemos la idea de que el estilo de vida es una cosa constante y que solo podemos mejorar nuestros ahorros con la tecnología. No es cierto: el estilo de vida cambia precisamente porque la tecnología evoluciona. Pensad en el consumo de energía actual en comparación con el de los años ochenta: usamos mucha más". Ahora, el reto es todo el contrario.