Espacio

¿Visionario o megalómano? Musk quiere colonizar Marte y controlar todo el internet en la Tierra

La empresa espacial del multimillonario, SpaceX, es ya la segunda start-up más valiosa del mundo y se ha convertido en indispensable para la NASA

Imagen fija tomada de un vídeo en directo de SpaceX muestra el maniquí "Starman" sentado en el roadster Tesla de color rojo cereza del CEO de SpaceX, Elon Musk, después de que el cohete Falcon Heavy lo puso en órbita alrededor de la Tierra el 6 de febrero de 2018.
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BarcelonaDe todos sus proyectos y negocios millonarios, ninguno exprese mejor la megalomanía de Elon Musk que SpaceX, la empresa con la que quiere colonizar Marte y "convertir al ser humano en una especie interplanetaria". Hace poco Musk anunció que enviará a los primeros astronautas a pisar el Planeta Rojo dentro de cuatro años, a lo sumo seis, un plazo que todos los expertos en ingeniería aeroespacial consideran una locura. "Queremos que cualquier persona que quiera ser un viajero espacial pueda ir a Marte! Esto quiere decir tú o tu familia o amigos, cualquiera que sueñe con una gran aventura. Al final habrá miles de Starships viajando a Marte y será un espectáculo glorioso ¡de ver!", decía hace unos días en X el propio Musk, que aprovechó para hacer electoralismo y advertir que sus planes podrían verse torpedeados por la burocracia si Kamala Harris llega a ser presidenta de Estados Unidos.

La Starship es el cohete más grande que existe, construido por SpaceX, y que apenas este pasado domingo logró una nueva proeza técnica. En su quinta prueba de lanzamiento, el cohete retornó a Tierra y fue atrapado en el aire por unos brazos mecánicos gigantes. Una tecnología que no tiene a nadie más que Elon Musk ahora mismo y que va todavía un paso más allá en el hecho diferencial que ya tenían los cohetes de Space X: son reutilizables. También los otros dos cohetes de SpaceX, el Falcon 9 y el Falcon Heavy (que se llaman así en honor al Halcón Milenario de la Guerra de las Galaxias) tienen una parte reutilizable –que vuelve a entrar en la atmósfera y aterriza –, lo que abarata mucho los costes de lanzamiento. Pero la hazaña de los brazos mecánicos conseguida la semana pasada ha dejado boquiabierta a toda la industria.

La Starship es, de hecho, el cohete que la NASA quiere enviar a la Luna como módulo de aterrizaje de los primeros astronautas que pondrán el pie en nuestro satélite más de medio siglo después. De ahí que la agencia estadounidense tenga un contrato de 2.900 millones de dólares con SpaceX. Se trata de la misión Artemis 3 de la NASA, prevista para 2026 pero que podría retrasarse.

Y después de la Luna, el objetivo para Musk es Marte. Un artículo del New York Times contaba hace pocos días, citando fuentes anónimas de dentro de la empresa, que los trabajadores de SpaceX ya trabajan en la construcción de ciudades marcianas cubiertas de cúpulas y que el propio Musk había planteado dar su esperma para una futura colonia en Marte. El multimillonario negó tanto una cosa como otra en su cuenta de X, y aseguró que antes de ponerse a diseñar futuras ciudades había que conseguir llegar. Y está dando pasos para hacerlo, como demuestra el éxito de la misión Polaris, que este mismo mes ha puesto a prueba los nuevos trajes espaciales extravehiculares y diversas tecnologías que deben servir para futuras misiones espaciales.

"Se le tenga o no simpatía, que Elon Musk es un visionario que ha revolucionado la tecnología espacial, esto es seguro", explica el ingeniero especialista en la carrera espacial Rafael Clemente, que acaba de publicar el libro Más allá de la Tierra. Hace poco más de diez años, la irrupción de varias empresas privadas estadounidenses en la carrera espacial parecía empezar una larga carrera de fondo, y dentro de esa batalla, la lucha de SpaceX por despuntar ante gigantes como Boeing se presentaba como la de David contra Goliat. Una década después, el pequeño no sólo ha superado al gigante sino que se ha convertido en uno.

"Para sus vuelos tripulados a la órbita baja de la Tierra, ahora la NASA depende totalmente de SpaceX", explica Clemente. Desde 2020, SpaceX lleva astronautas a la Estación Espacial Internacional (EEI). Mientras tanto, la primera misión tripulada de la Starliner de Boeing, este verano, ha dejado a dos astronautas colgados en la EEI durante 8 meses (iban por 8 días) porque unos escapes en la nave desaconsejaron volver a bordo. La NASA ya ha anunciado que regresarán a la Tierra en febrero en una nave de SpaceX.

Musk fundó SpaceX en 2002 y en 2012 ya tenía un valor de 12.000 millones. Sin embargo, desde el 2022, con un valor de alrededor de 140.000 millones, SpaceX es ya la segunda start-up más valiosa del mundo, sólo detrás de la china ByteDance, creadora de TikTok. De los 160 trabajadores que tenía en 2005 ha pasado a unos 13.000 en la actualidad. Los cohetes de Musk han realizado ya más de 220 misiones por poner en órbita tecnología de gobiernos y empresas, y son el principal proveedor de lanzamientos tanto de la NASA como del Pentágono.

El control de Starlink

"Pero el verdadero negocio de SpaceX no es el lanzamiento de cohetes sino lanzar satélites: Starlink", advierte Clemente. La constelación de satélites de Musk quiere conseguir la cobertura mundial de internet, hasta llegar a las zonas más aisladas y remotas del planeta. SpaceX ha lanzado ya más de 4.000 satélites Starlink, una red que tiene potencial para convertirse en el principal proveedor de conectividad en todo el mundo.

"El control de Elon Musk sobre Starlink le da un poder sin supervisión sobre gobiernos electos", dice un análisis publicado por el think tank estadounidense Center for en New American Security (CNAS). A modo de ejemplo, Musk ha puesto sus satélites a disposición de los soldados ucranianosSin embargo, según algunas fuentes, le ha retirado puntualmente al menos en una ocasión para evitar un ataque de Kiiv sobre la flota rusa. El año pasado el departamento de Defensa estadounidense llegó a un acuerdo con SpaceX respecto a Starlink, un pacto del que no se ha hecho público el contenido pero que permitiría al gobierno estadounidense participar en decisiones como éstas. Sin embargo, como propietario de la red, es evidente que el multimillonario (que no esconde su ideología política de extrema derecha) es quien tiene la última palabra.

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