Capitalizar el malestar de los agricultores

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Un grupo de agricultores siguen como el primer ministro francés Gabriel Attal aborda las demandas de los agricultores en directo en sus teléfonos mientras bloquean una rotonda en la A20 en el norte de Toulouse, durante un día de granjero a nivel nacional el 26 de enero de 2024 en Montfaucon, Francia.

Hace tiempo que el campesinado europeo está en pie de guerra. Tractoradas en Berlín, París, Bruselas o Madrid; protestas en Polonia o Rumanía; malestar en Irlanda, Hungría o Eslovaquia; y sacudida política en los Países Bajos, hasta el punto de que el movimiento campesino-ciudadano (BBB por sus siglas en neerlandés) se convirtió en la fuerza más votada en las elecciones provinciales celebradas en ese país en marzo del 2023. Según los cálculos realizados por la organización Farm Europe, en poco más de un año ha habido protestas a gran escala en más de quince estados miembros de la Unión Europea. El malestar agrícola tiene varias causas: el encarecimiento del diesel, la prohibición de pesticidas, el recorte en las emisiones de nitrógeno o la competencia de precios de los productos provenientes de Ucrania. A pesar de los grandes terratenientes que se llevan buena parte de la tarta de las subvenciones de la Política Agrícola Común, el 90% de los 9 millones de granjas que existen en la UE son explotaciones familiares. La crisis es genuina, y su impacto político real.

Hace un año, el BBB neerlandés logró movilizar un voto protesta que en el pasado había ido a otras formaciones. Hoy Alternativa por Alemania tiene un papel destacado en las protestas de campesinos en Berlín, donde se han llegado a ver banderas de movimientos agrarios antisemíticos de los años veinte del siglo pasado, y el líder de Reagrupamiento Nacional, Jordan Bardella, también ha aparecido entre los manifestantes franceses. Pero la tentación institucional de mezclar ese malestar legítimo con el extremismo, el secuestro de la protesta por parte de la derecha radical y la desinformación es una forma de menospreciar la base de unas preocupaciones sociales justificadas: de las exigencias regulatorias, a la bajada de ingresos. Los agricultores son los más visibles, pero no los únicos que empiezan a presionar contra los compromisos y las consecuencias de una agenda verde que hace tiempo que se va aguando en Bruselas por la pérdida de apoyo político, especialmente entre las fuerzas conservadoras.

La movilización del campesinado en toda la Unión es el primer acto de una campaña electoral europea que irá acumulando malestares en los próximos meses. La extrema derecha lo sabe y ya se está posicionando.

El escenario europeo está cada vez más fragmentado. Hace tiempo que el eje izquierda-derecha se ha ido diluyendo y son los miedos –a no llegar a fin de mes, a la inmigración, a la emergencia climática, al retorno de una pandemia, o a las consecuencias de la guerra en Ucrania– los que determinarán el comportamiento electoral en las próximas elecciones en la Eurocámara. Un reciente informe liderado por el pensador búlgaro Ivan Krastev habla de estas cinco “tribus”, concentradas en torno a cinco crisis concretas, que golpean a la UE a la vez, pero que se viven con intensidades diferentes dependiendo de la geografía o la experiencia personal. Por eso, Krastev advierte de que sería un error plantear las próximas elecciones solo en torno a la inmigración. El malestar es mucho más profundo y más diverso, y es un motor político decisivo. Por eso los comicios del 9 de junio serán “una batalla por la supremacía entre las distintas crisis de Europa”, avisa Krastev. Y esta batalla ya ha comenzado en las calles de muchas capitales europeas.

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